El testamento del señor Draghi
“¡Endéudense, vuelvan a endeudarse!”, es el principal mensaje que el presidente del BCE deja a los Estados antes de marcharse
Las medidas anunciadas recientemente por el BCE constituyen un estímulo monetario de gran importancia. Pero más allá de la primera impresión, podemos ver en ellas un reconocimiento de su impotencia estructural.
Entre las medidas anunciadas, algunas básicas y muy esperadas, destaca la rebaja de los tipos de depósitos en efectivo en el BCE, que pasa de -0,40% a -0,50%. Esta disposición pretende incitar a los bancos a prestar dinero a los actores económicos, por lo tanto in fine a generar inflación, disuadiéndoles de almacenar liquidez a tipo negativo.
Nada nuevo realmente, y cabe suponer que esta medida es sobre todo simbólica: si los tipos negativos a -0,40% no han conseguido hasta ahora reactivar la inflación en la zona euro, ¿por qué un tipo ligeramente diferente cambiaría la situación? En cambio, sí es cierto que esta tasa negativa constituye un drenaje de liquidez para los bancos.
Para compensar esta medida desfavorable para los bancos, el Banco Central anunció dos novedades. En primer lugar, una ligera modulación favorable en las condiciones de préstamos a largo plazo que el BCE concede a los bancos en el marco del programa TLTRO (Targeted Longer-Term Refinancing Operations). Pero sobre todo, un sistema muy esperado de tiering de los tipos aplicados a los depósitos en el BCE, que consiste en aplicar un tipo de remuneración más favorable a una fracción de las reservas depositadas en el BCE. Una gran parte de estas reservas se remunerará al 0% en lugar del -0,50%, lo que representa un claro apoyo a los bancos, considerada la importancia de las reservas a las que afecta (700.000 millones de euros a tipo cero, según nuestras estimaciones, de 1.800.000 millones de euros de reservas).
El broche de oro: el BCE reactiva un programa de compras de activos de bonos en el mercado secundario, por importe de 20.000 millones de euros al mes, un importe que aunque es ligeramente inferior al que se esperaba, sin embargo no tiene vencimiento, ni un volumen predeterminado, lo que constituye una medida sin precedentes. Este programa solo finalizará cuando la inflación prevista por el BCE esté sólidamente anclada en un nivel cercano al 2% a largo plazo, lo que dista mucho de ser el caso. Esto equivale a prometer compras sin más límite que las condiciones de inflación… es decir, potencialmente sin fin, si la inflación no vuelve a subir.
Este conjunto de medidas, en principio el último gesto del señor Draghi como presidente del Banco Central, hubiera podido provocar los aplausos del mercado, que sin embargo ha reaccionado con muchas vacilaciones.
Sin duda porque el beneficio final de estas medidas está lejos de alcanzarse: a pesar de la gran cantidad de liquidez que lleva inyectando el BCE desde hace años, la inflación sigue siendo baja, lo mismo que el nivel de crecimiento de la zona euro. ¿Por qué sería diferente esta vez?
En mi opinión, es el testamento que el señor Draghi deja con su renovado llamamiento a los políticos, cada vez más apremiante: el BCE no lo puede todo, afirma, las políticas fiscales (o presupuestarias) de la zona deben tomar el relevo. Cabe entenderlo como una confesión: el BCE no tiene suficientes recursos para conseguir que la inflación suba, pese a todos sus esfuerzos y a los riesgos asumidos con una política monetaria poco ortodoxa.
Todo lo que puede hacer en lo sucesivo es mantener los tipos bajos para que empresas y Estados se endeuden a bajo coste, o incluso ganen dinero a expensas de los tenedores de bonos (gracias a los tipos negativos).
“¡Endéudense, vuelvan a endeudarse!” es el mensaje de Draghi a los Estados. Y pasa el relevo, por un lado, a las políticas y, por otro, a Christine Lagarde, que tendrán que asumir las consecuencias… cualesquiera que sean.
Olivier de Berranger es Director de gestión de activos de La Financière de l’Echiquier