La vida después del Brexit para las empresas
La ruptura drástica amenaza las alianzas estratégicas de las compañías españolas y británicas en innovación
Con una inversión de 71.200 millones de euros repartidos en los últimos 25 años, Reino Unido es el mayor inversor europeo en España y el segundo mayor del mundo, tan solo por detrás de Estados Unidos, según datos de la Cámara de Comercio de España en Reino Unido. A esto hay que sumar unos negocios conjuntos que mueven 60.000 millones de euros y una actividad británica que genera 187.000 puestos de trabajo en España. Que el Brexit afectará a estas relaciones es un hecho que ofrece pocas dudas a ojos de los expertos, aunque queda por ver el alcance. Dependerá, en esencia, de si se da una salida abrupta o de si el Parlamento Británico es capaz de aprobar, antes del próximo 12 de abril, un acuerdo de salida que suavice las condiciones económicas del Brexit. No se descarta, incluso, la supresión del artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, que anularía el Brexit y devolvería a todos a la casilla de salida.
Pero las perspectivas de que algo así ocurra no son optimistas: “El Gobierno británico está poniendo todo su esfuerzo en que haya un acuerdo, pero aconsejo a las empresas que se preparen para lo peor”, aseguró ayer Bill Murray, doctor en economía y embajador británico en España desde hace 28 años, durante una jornada en la que se analizó la repercusión empresarial de la salida del Reino Unido de la UE, celebrada en el Gran Hotel Inglés de Madrid. Mientras Theresa May reunía a su Gobierno en Londres durante cinco horas para tratar de buscar respuestas a una situación encallada, desde la capital de España un nutrido grupo de expertos trató de hacer la propio aportando el matiz del punto de vista empresarial. Por ahora, casi la mitad de los negocios españoles no se atiene al consejo de Murray: el 47% de las empresas está esperando al final de las negociaciones para articular planes de que se sitúen en el peor de los casos, según datos de la citada Cámara de Comercio.
“Poner fronteras a la innovación no contribuye al desarrollo”, resumió Javier Saldaña, doctor en ciencia y tecnología y consultor de Ayming. No se trata solo de una intuición. La salida del Reino Unido de la Unión Europea, recordó, cortará el acceso de los británicos a fondos para la investigación como los articulados a través de planes como Horizonte 2020. La idea sirvió para que Reino Unido recibiera hasta marzo de 2016, a fondo perdido, 1.873 millones de euros que se repartieron entre casi 4.000 empresas y entidades. En total, el 13,1% de los beneficiarios de esta iniciativa fueron británicos, recayendo en ellos el 15,5% de la inversión. En la cabeza de las entidades que recibieron más dinero figuran, por ejemplo, la Universidad de Cambridge, con 99 millones de euros, y la University College de Londres, con 94 millones. La mayor parte de esa financiación sirvió para que las universidades contrataran jóvenes investigadores con proyectos interesantes entre manos. Los británicos perderán, por tanto, capacidad de crear, y eso es una mala noticia para todos: “Deberán buscar dinero por otras vías, pero todos perderemos el know how de empresas y entidades importantes. El resultado de las innovaciones se deja notar donde menos se espera en ocasiones”, explicó Saldaña. No es la única amenaza a la que se enfrentan las empresas. Un Brexit duro traería bajo el brazo aranceles y la supresión de incentivos al desarrollo, En concreto, tras una ruptura radical, Gran Bretaña tendrá total libertad para fijar máximos y mínimos en impuestos como el IVA, pero a cambio de ese margen de maniobra los 27 tendrán que aplicar también este impuesto a las importaciones llegadas desde Reino Unido. Las empresas que, además, decidan invertir en I+D+i en las islas no podrán desgravarse en el impuesto de sociedades. “Los negocios identificarán las competencias que les aporta su colaboración con las empresas británicas y buscarán otra compañía que, en el marco de la Unión Europea, aporten estas cualidades”, dijo Saldaña, quien vaticinó además que nadie querrá renunciar a las ventajas fiscales.
La factura económica de un Brexit sin acuerdo es elevada tanto para la UE como para Reino Unido. Lo recordó Salvador Garriga, eurodiputado durante cinco legislaturas que formó parte de la Comisión de Control Presupuestario: Gran Bretaña aporta 20.000 millones de euros al presupuesto, el 1% de toda la UE, pero para salir debe pagar unos 45.000 millones. “El Brexit es una entelequia, también para las empresas. Es un proceso rupturista en mitad de una máquina pensada para integrar”, explicó.