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La reconstrucción de Venezuela, ayudas aparte, es para los venezolanos

Lo logrará mejor con préstamos e inversiones que con una intervención militar

La rica en petróleo Venezuela parece cada vez más un Estado fallido. Más de una décima parte de la población ha huido porque su economía se ha reducido a la mitad en cinco años. Y la causa de gran parte del problema, el presidente Nicolás Maduro, sigue en el poder pese a que Juan Guaidó, jefe de la Asamblea Nacional, se declaró recientemente su sustituto interino, y se ganó el apoyo de EE UU y otras potencias occidentales.

Venezuela necesitará la ayuda de amigos extranjeros para restaurar las funciones básicas si Maduro se va. Pero eso se logrará mejor con préstamos e inversiones, y no con el retroceso que supondría la intervención militar de EE UU que insinuó el domingo el presidente Donald Trump.

Reconstruir el país costaría de inicio entre 15.000 y 20.000 millones de dólares al año; es la estimación que hizo el economista venezolano Francisco Rodríguez durante su campaña de 2018 con el fracasado candidato presidencial Henri Falcón. Deberían lograrse mediante créditos del FMI y otros prestamistas multilaterales, así como con inversión privada. Más recientemente, el exministro de Planificación Ricardo Hausmann, que trabaja en la Universidad de Harvard, ha estimado la necesidad de financiación en 60.000 millones o más a lo largo de varios años, tal vez hasta 80.000 millones.

¿No parece mucho? Sí y no. Venezuela tiene mucho petróleo: 300.000 millones de barriles de reservas demostradas, las mayores del mundo. Pero su industria petrolera es un desastre. Es probable que la producción caiga por debajo del millón de barriles por día este año, desde los 2,4 millones de 2013, por la falta de inversión, la salida de personal formado y el nombramiento de militares más por su lealtad a Maduro que por su experiencia en la industria. Pero si se recuperan los niveles de producción de 2013, 80.000 millones representarían para la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) menos de dos años de producción, suponiendo un precio de 50 dólares el barril.

Según su plan de recuperación, los opositores a Maduro no pretenden privatizar PDVSA. El Plan País: la Venezuela que viene mantendría una PDVSA reestructurada y redimensionada en manos del Estado como una “empresa pública competitiva enfocada en el sector de los hidrocarburos”. Pero una nueva ley daría la bienvenida al capital extranjero y privado en el sector energético, permitiría que el dinero privado tomara participaciones mayoritarias en proyectos petroleros, establecería tipos fiscales competitivos y crearía una nueva agencia reguladora para supervisar la “eficiente administración técnica” de los depósitos de hidrocarburos, que seguiría siendo propiedad de la nación.

El economista José Toro Hardy, que ayudó a presentar el plan, dice que Venezuela podría recuperar una producción de hasta 3 millones de barriles diarios en siete años, aunque eso podría requerir de 25.000 a 30.000 millones al año en inversiones. Además, la oposición promete restaurar los mecanismos de mercado y la libertad económica, levantar los controles de precios, restablecer un poder judicial independiente, desmilitarizar las fuerzas de seguridad y abordar de inmediato la escasez de alimentos básicos y medicamentos. Esto requeriría “subsidios directos” a los hogares más vulnerables hasta que puedan valerse por sí mismos.

En cuanto a la inflación, que según el FMI podría llegar a 10 millones por ciento este año, algunos economistas han sugerido que adoptar el dólar estadounidense en lugar del desacreditado bolívar sería la mejor manera de eliminarla. El plan de la oposición no aboga por ello, pero dice que las autoridades “adoptarán un sistema de anclaje del tipo de cambio respaldado por los fondos recibidos” de los prestamistas multilaterales.

Venezuela está en mora en casi todos sus bonos extranjeros. Puede que tenga deudas soberanas y de entidades públicas por valor de 140.000 millones o más, así como liquidaciones judiciales por expropiaciones, impagados y otros compromisos. El plan de la oposición pide una “profunda reestructuración” de la deuda pública externa para “abrir el espacio fiscal a fin de garantizar una senda sostenible para las finanzas públicas”.

Lee Buchheit, abogado especialista en deuda soberana, y Mitu Gulati, de la Universidad de Duke, han propuesto que Trump podría ayudar inicialmente a un nuevo Gobierno ordenando, por razones de seguridad nacional, que los activos venezolanos estén protegidos temporalmente de la confiscación por parte de los acreedores a través de los tribunales estadounidenses. Barack Obama hizo algo similar por Irak.

Maduro no necesariamente se va a ir, al menos por ahora. Mientras las fuerzas militares y de seguridad vean mejor resultado en mantenerlo que en abrazar a la oposición, es probable que se quede. Pero las últimas sanciones de EE UU contra PDVSA harán que le sea más difícil comprar alimentos, gasolina y medicinas, o dar acceso privilegiado a los dólares a sus compinches y apoyos. En torno al 95% de las ganancias en divisas del país vienen del petróleo.

Trump dice que la acción militar es una opción, pero probablemente no le entusiasme tener que construir el país después. Venezuela no es Granada o Panamá, que EE UU invadió con relativa facilidad en los ochenta. Irak, con petróleo y una población similar, podría ser una mejor comparación, y tiene la mitad del tamaño de Venezuela. Entrar puede ser relativamente fácil, pero salir mucho más difícil. La acción militar haría a EE UU perder la benevolencia del resto de América Latina, le enemistaría con aliados de otros lugares e incluso podría desencadenar una insurgencia nacionalista. Quitando la ayuda financiera y diplomática, la reconstrucción de Venezuela es para los venezolanos.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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