Un enmienda a los ingresos, el déficit y el plan de reformas del Gobierno
Cuestiones de urgente necesidad como la reforma de las pensiones no solo no se afrontan, sino que se agravan
El Gobernador del Banco de España ha cumplido el guión que todos los analistas han explicado en las últimas semanas sobre el grado de credibilidad de los Presupuestos para este año elaborados por el Gobierno: únicamente se cree los gastos previstos, pero da pocas opciones de ejecución a los ingresos y al saldo fiscal, y todo ello pese a reconocer que el comportamiento de la economía sigue siendo bastante más generoso que en el resto de Europa por sexto año consecutivo. Si los augurios de las instituciones privadas pueden tener cierto sesgo interesado, los del Banco de España expresados por el gobernador Hernández de Cos ayer en el Congreso llevan aparejada la credibilidad tradicional de una de las instituciones más prestigiosas en doctrina económica.
El avance estimado para los ingresos (impuestos y cotizaciones) se limitan al 5,6%, frente al 9,5% presupuestado, por considerar que las elasticidades esperadas están sobrevaloradas a juzgar por la relación entre actividad a ingresos tributarios en los últimos años. Amén de excluir como ingresos el mes número decimotercero que ha incorporado Hacienda en sus cálculos, dado que no puede considerarse en términos de devengo (Contabilidad Nacional), el déficfit esperado irá al menos al 2%, en vez del 1,3% expresado en las cuentas públicas de Montero, una cifra que, además, está en riesgo de ser superada si el crecimiento económico o la senda de tipos experimentara cambios negativos, o simplemente si se retrasa la aprobación del proyecto de Presupuestos.
Las cuentas públicas, que siguen el guión de los últimos años en cuanto a la mejora de su posición estructural y esquivan todo esfuerzo por reducción del déficit fiscal, y limitan la reducción de la deuda pública a la aportación que hace el esperado avance del PIB nominal, contribuyen poco a las necesidades imperiosas que tiene la economía de flexibilizar sus mercados, elevar su crecimiento potencial y reducir la brecha de empleo y de deuda externa que tiene con sus iguales.
Cuestiones de urgente necesidad como la reforma de las pensiones no solo no se afrontan, sino que se agravan con gestos hacia los pasivos que tendrán un coste incalculable en el futuro, y que deberían haber sido sustituidos por ingresos adicionales y recortes de gastos. Cierto es que el Gobierno tiene poca capacidad de maniobra política para promover y aprobar una auténtica agenda reformista, ausente en las decisiones políticas desde 2013. Pero a las de aquel año les queda poco recorrido, y si no se renuevan con convicción pronto, el crecimiento, los ingresos y el empleo experimentarán más recortes que los vaticinados por los expertos ajenos a la actividad política.