Europa necesita cohesión y un liderazgo fuerte para frenar el proteccionismo
Es necesario construir una gobernanza que blinde a Europa del empuje del populismo económico
La escalada de la guerra de aranceles desatada entre EE UU y sus socios comerciales se ha convertido en la principal amenaza para la recuperación y el crecimiento de la economía global en estos momentos. Lo que comenzó siendo una promesa del presidente Donald Trump a sus votantes se ha convertido en uno de los principales ejes estratégicos de la política económica de Washington, hasta el punto de haber logrado trastocar y resquebrajar la sólida relación de colaboración que EE UU desarrolló con Europa especialmente desde el fin de la segunda guerra mundial. La gravedad de esta batalla de aranceles que enfrenta a Washington con Pekín y con Bruselas, pero incluye también a Canadá, México y otros países, llevó ayer al presidente del BCE, Mario Draghi, a pedir unidad a la UE frente esta ofensiva proteccionista en su comparecencia trimestral ante el Parlamento Europeo. Draghi recordó lo que parece una obviedad: la necesidad de una Europa fuerte y cohesionada, capaz de constituirse en un ejemplo de los beneficios de la apertura económica y el comercio global. Una tarea para la cual es necesario contar con instituciones fuertes y una gobernanza económica sólida que elimine las grietas que han socavado, especialmente desde los duros años de la crisis económica, los ya entonces no demasiado firmes pilares de la eurozona.
Construir esa gobernanza que blinde a Europa frente a las tentaciones del populismo económico y le permita hacerles frente, implica culminar asignaturas pendientes, como la unión bancaria, así como deshacer nudos gordianos, como la oposición alemana a la creación de un fondo de garantía de depósitos para mutualizar riesgos. Pero a ello hay que unir un liderazgo político europeo que sigue sin existir, más allá de una oscilante bicefalia franco alemana y de una endeble gobernanza comunitaria. Mientras EE UU y China tienen un liderazgo fuerte y definido, independientemente de lo cuestionable de sus respectivas políticas, Europa continúa sin ofrecer al mundo un poder político que represente la fortaleza y la cohesión de un potente mercado integrado por 500 millones de ciudadanos.