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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa debe conjugar firmeza y pragmatismo en la guerra comercial

La Administración Trump parece haber decidido hacer oídos sordos a un clamor que crece por momentos

CINCO DÍAS

La mecha encendida por Donald Trump sobre el comercio mundial ha originado un enorme incendio que cada vez parece más difícil de sofocar. Tras una primera respuesta europea moderada y casi medida con compás, la Unión Europea ha decidido endurecer su estrategia frente a Washington con la amenaza de una subida de aranceles por valor de 50.000 millones de euros, cantidad que puede llegar hasta los 250.000 millones si otros socios comerciales de Washington siguen el ejemplo de Bruselas.

La amenaza de la UE corona un pliego de alegaciones presentado ante el Departamento de Comercio de EE UU en el que se desmontan una a una las acusaciones contra la industria europea del automóvil y su supuesta capacidad para atentar contra la seguridad estadounidense. Entre esas alegaciones, Bruselas esgrime datos contundentes, como el que recuerda que las empresas comunitarias fabrican 2,9 millones de automóviles en suelo estadounidense, lo que contribuye a la generación de 120.000 empleos directos y 420.000 indirectos en el país. Europa señala también que el 60% de su producción de coches en Estados Unidos se exporta a terceros países, por lo que difícilmente puede decirse que esa fabricación desestabiliza la industria americana. Pese a todo, Trump parece haber decidido hacer oídos sordos a un clamor que crece por momentos. Al aumento de la presión europea, que se suma a las ofensivas de China y Canadá, hay que unir la protesta de las propias empresas estadounidenses a través de la Cámara de Comercio de EE UU, la cual ha iniciado una campaña en la que recuerda el esfuerzo que ha requerido crear el actual marco de comercio global.

La espiral de amenazas y sanciones entre EE UU y Europa no parece una estrategia efectiva para resolver el conflicto, aunque tiene en sí misma una función: la de recordar a Washington que las acciones tienen consecuencias y que la UE no se deja amilanar por una ruptura unilateral de las reglas del comercio. Pero una vez afirmado este punto, es necesario optar por el pragmatismo y explorar todas las vías posibles para revertir un conflicto que puede dañar seriamente la recuperación mundial.

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