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El 'brexit' de nunca acabar cumple dos años sin apenas avances

Londres sigue sin aclarar las condiciones ni el calendario de salida definitiva La UE quiere zanjar la cuestión mientras Reino Unido remolonea

La primera ministra británica, Theresa May, este miércoles a las puertas del 10 de Downing Street. EFE/ Andy Rain
La primera ministra británica, Theresa May, este miércoles a las puertas del 10 de Downing Street. EFE/ Andy Rain

Este sábado se cumplen dos años del arranque del brexit. El 23 de junio de 2016, los británicos votaron en referéndum por la salida del Reino Unido de la UE, con el 51,9% a favor. Fue el remate de una campaña en la que los partidarios del brexit prometieron la recuperación inmediata de la soberanía nacional, el cese de las onerosas contribuciones al presupuesto comunitario y el inicio de una nueva era de prosperidad basada en acuerdos comerciales con las grandes potencias del planeta.

Dos años después de la histórica votación, el país se encuentra enfangado en un proceso de negociación plagado de concesiones a Bruselas, las aportaciones al presupuesto de la UE se mantendrán hasta finales de 2020 y las normas europeas seguirán vigentes en territorio británico hasta el 1 de enero de 2023 como mínimo.

La alternativa a tan humillante divorcio seria una ruptura sin acuerdo que dejaría al Reino Unido fuera de la UE el próximo 29 de marzo, dos años después de la notificación oficial de salida. Pero ese brexit duro, que había sido esgrimido inicialmente por el gobierno de Theresa May como una amenaza contra la UE, causa ahora mucho más pavor al empresariado británico que al europeo. La Comisión Europea reconoce que ambas partes sufrirían, pero está convencida de que la UE capearía el temporal mientras que para Reino Unido sería una debacle nacional.

Bruselas mete prisa

Las tornas han cambiado tanto que ahora Bruselas es la que tiene prisa por zanjar la separación de manera definitiva, mientras que Londres remolonea y pide una salida por fases entre 2019 y 2022. "La cuenta atrás está en marcha", apremia una y otra vez Michael Barnier, negociador europeo del brexit.

Barnier quiere cerrar el acuerdo de salida en octubre de este año, para que dé tiempo al proceso de ratificación parlamentaria imprescindible para su entrada en vigor en marzo de 2019. Pero Theresa May parece incapaz, hasta ahora, de concluir una negociación en la que no solo debe lidiar con el bando europeo sino también con su propia retaguardia, dividida entre los partidarios de consumar el brexit a cualquier precio y los que desean dilatarlo o incluso revertirlo.

May ha logrado hasta ahora imponerse. E incluso ha sobrevivido al batacazo electoral de 2017, cuando perdió la mayoría absoluta en unos comicios que adelantó para reafirmarse. Pero la inquilina de Downing Street sigue en una posición frágil y no ha logrado encarrilar las negociaciones con Bruselas.

Entre los obstáculos al acuerdo destaca el problema de la frontera entre Irlanda del Norte (territorio de Reino Unido) y la República de Irlanda (socio de la UE). Bruselas espera que en la cumbre europea de 28 y 29 de junio, May presente una solución. Pero Londres no logra dar con la fórmula que permita evitar el establecimiento de unos controles fronterizos que dividirían la isla y pondrían en peligro los acuerdos que en 1998 pusieron fin a tres décadas de conflicto armado en Irlanda del Norte.

A la espera del acuerdo, la economía británica no ha sufrido las catástrofes anunciadas por los partidarios de continuar en la UE, pero sí acusa síntomas de incertidumbre y volatilidad, más llamativos aún por la fuerte recuperación del continente europeo. Casualidad o no, la economía británica evolucionó mejor que la de la zona euro desde 2011 hasta 2016. Solo seis meses después del referéndum, la suerte se invirtió.

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