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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

EE UU debería saber que con el comercio internacional es peligroso jugar

Pretender equilibrar el déficit comercial a través de un enfrentamiento con China es manejar nitroglicerina

CINCO DÍAS

La escalada de amenazas comerciales entre Washington y Pekín ha dejado de ser un conflicto bilateral para convertirse en un serio riesgo para el conjunto de la economía mundial. La ofensiva arancelaria del presidente estadounidense, iniciada a su llegada a la Casa Blanca como fórmula para reequilibrar la maltrecha balanza comercial de EEUU respecto al resto de sus socios, puede acabar también volviéndose seriamente en contra de los intereses económicos estadounidenses. El último episodio, de momento, de esta incruenta pero peligrosa guerra ha sido el anuncio que Trump hizo ayer de la posibilidad de gravar más productos chinos con aranceles por valor de 170.000 millones de euros, tras una reacción firme de Pekín–con su propia batería de medidas hostiles– frente a los planes de Washington.

Hasta ahora, la ofensiva de proteccionista de Trump se había centrado principalmente en las importaciones de gas y de acero, tanto en las chinas como en las de sus socios europeos, además de en el repliegue estadounidense en materia de tratados comerciales. Pero Washington tiene ante sí la tarea de reducir un desfase comercial cercano a los dos billones de euros, de los que más de dos tercios corresponden a Pekín. EE UU es el primer comprador del mundo y acapara más del 14% de las importaciones. Se trata de una factura muy elevada que no compensan las ventas de EE UU al exterior, que equivalen al 9% del comercio mundial.

Pretender equilibrar ese deficit comercial a través de un enfrentamiento con unas potencias de la magnitud de China y de Europa es un error que equivale a jugar con nitroglicerina. La respuesta de Pekín, en su tradicional línea de firmeza, es un serio aviso a Washington sobre la posibilidad de entablar una guerra abierta que incluya no solo aranceles, sino boicots comerciales y barreras a la actividad de las empresas y los servicios. Una tormenta de esa magnitud puede iniciarse como un clonflicto bilateral, pero no mantendrá mucho tiempo ese carácter. Mercados, inversores y el eslabón más débil de la cadena, los consumidores, pagaremos finalmente una factura cuyo montante puede ser mucho mayor de lo esperado.

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