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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Abordar una recuperación de los salarios de forma controlada y gradual

La mejora de la situación económica puede ofrecer un marco apropiado para recuperar la pérdida de poder adquisitivo

CINCO DÍAS

Calcular la pérdida de poder adquisitivo a partir del salario medio es una operación que puede llevarse a cabo con distintos métodos. Según el utilizado por el último informe de Adecco, los españoles han perdido un 1,7% de poder de compra en dos años, lo que supone que a finales del año pasado tenían 347 euros menos en el bolsillo que a finales de 2015. Esa merma resulta menos drástica cuando se utilizan otros métodos de cálculo, pero se ha producido en todo caso. Tampoco su alcance es similar en todo el país. En Murcia, la pérdida de poder de compra alcanza el 3,1%, mientras que en Castilla y León se queda en un 2,2%. En el extremo opuesto, hay dos comunidades que han ganado capacidad adquisitiva. Se trata de Asturias y Cantabria, en contraste con la mayor parte de las regiones españolas.

La férrea moderación salarial que España ha mantenido en los últimos años –unida al repunte inflacionista– explica esta situación. Una disciplina que a estas alturas son pocas las voces que no reconocen como uno de los motores de la recuperación económica española. Lo que en algunos ámbitos internacionales se califica como el nuevo milagro español se ha construido con esfuerzo y sacrificio, el necesario para rebajar unos costes laborales excesivos cuyo recorte ha permitido recuperar la competitividad que había perdido la economía española.

Mario Draghi, desde el BCE, ha instado en varias ocasiones a los Estados miembros a elevar las retribuciones, como medio para incrementar la inflación. La mejora de la situación económica española parece ofrecer un marco apropiado para seguir esa recomendación. Para hacerlo, sin embargo, es conveniente recordar dos aspectos fundamentales. El primero es que ese aumento debe ser implementado de forma gradual y controlada, mientras el segundo pasa por limitarlo a aquellos mercados y empresas que puedan asumir esa medida sin mermar su competitividad. Se trata de un debate en el que no existe una receta susceptible de aplicarse a todos y en el que es necesaria una importante dosis de flexibilidad, pero también mucha responsabilidad.

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