El sector agroalimentario mira hacia el exterior
El auge de las medidas proteccionistas en el comercio internacional perjudica a todos
El comercio internacional es uno de los factores que dinamizan el crecimiento económico a nivel mundial y en cada uno de los estados. El intercambio de productos entre países permite que la especialización productiva de cada una de ellos genere bienestar para el conjunto de sus ciudadanos. Y es que, la apertura comercial lleva a que los bienes se fabriquen de manera más eficiente y con unos costes comparativamente menores, que cuando cada país fabrica toda la variedad de bienes que demandan sus ciudadanos. Esto ha permitido que el nivel de vida de millones de personas haya mejorado de manera continua a lo largo de los últimos años.
Además, la reducción de las barreras al comercio y de la movilidad de capitales entre países, permite la integración y globalización de los mercados y una mayor comunicación entre pueblos y culturas.
En lo que respecta a España, tenemos una gran capacidad exportadora en el sector agroalimentario dada la calidad y competitividad de nuestros productos. Buen ejemplo de ello es el aceite de oliva, producto que convierte a España en el primer productor y exportador a nivel mundial, con cerca del 25% de la superficie olivar del mundo y del 50% de la producción. Otro ejemplo sería nuestra industria cárnica, ya que nuestro país se sitúa entre los cuatro primeros países exportadores en carne de porcino, junto a Alemania, Estados Unidos y Dinamarca, con 1,5 millones de toneladas de carne de cerdo exportada. También en el sector hortofrutícola nos situamos entre los 10 primeros productores mundiales y lideramos la exportación, o el sector vitivinícola donde no sólo lideramos la producción, sino que somos referentes de prestigio creciente. La apertura de los mercados no sólo nos hace ser más eficientes y competitivos, sino que, a través de nuestros productos emblemáticos, como los citados, transmitimos nuestros valores de dieta, nuestra historia y nuestra cultura.
En este sentido, nuestros asociados, los supermercados de los grupos Eroski, Carrefour, Lidl, Alcampo y El Corte Inglés, juegan un doble papel muy importante cuyo objetivo final es la satisfacción del consumidor. En primer lugar, desarrollan un surtido muy atractivo y competitivo para los consumidores, quienes pueden tener en los lineales lo mejor de cada producto y los orígenes más variados, garantizando a través de sus controles y procesos la calidad y seguridad del producto y promoviendo unas condiciones sostenibles de producción. En segundo lugar, contribuyen a la mejora de la competitividad de nuestro sector agroalimentario: el trabajar con las grandes cadenas de distribución lleva a una mayor profesionalización de la cadena de producción agroalimentaria y a su mejor dimensionamiento, esto prepara a las empresas para su salida a los mercados exteriores; además la presencia internacional de nuestros asociados ha sido una de las vías más importantes para la exportación de nuestra producción agroalimentaria.
El comercio exterior no es una actividad nada fácil y conlleva altos niveles de inversión económica y de tiempo. Sin embargo, sin comercio se privaría el acceso de todos estos productos a otros países al igual que a España del resto de productos de calidad de fuera. Sin embargo, hoy en día, están creciendo las tendencias proteccionistas en algunos países desarrollados, fundamentalmente por el auge de movimientos populistas surgidos tras la Crisis Económica, incluso dentro de la propia UE, lo que supone un choque radical con el enfoque de libre comercio defendido en Europa y que tanta prosperidad ha dado a nuestro continente y al mundo entero.
Por otro lado, la apertura de mercados también incentiva la competencia, que lejos de ser lo que muchos consideran como un aspecto negativo del comercio internacional, en realidad genera estímulos para todos los operadores; lo que les obliga a optimizar la eficiencia de los procesos buscando una reducción de los costes, a mejorar la calidad de sus productos y a introducir mejoras tecnológicas, repercutiendo positivamente en el conjunto de la economía.
La competencia mejora la productividad, la oferta de productos a los consumidores a través de una buena relación calidad-precio, así como las condiciones laborales.
No debemos olvidar que además los acuerdos comerciales también contribuyen al desarrollo de países terceros. Y es que cuando, por ejemplo, cualquiera de nuestros asociados compra en estos mercados se preocupa de que las condiciones en estos países sean óptimas. Es decir, reconduce las condiciones de producción y asegura unos estándares mínimos que garantizan la seguridad fiscal y sanitaria, que por ende contribuyen a mejorar el desarrollo de estos países. El crecimiento económico de los países menos desarrollados no sólo repercute en la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos sino que redunda circularmente en el conjunto de la economía mundial y en la estabilidad geopolítica.
Pero para la apertura comercial funcione bien hay que aceptar lealmente las reglas de juego. En los procesos de negociación de los tratados comerciales hay que analizar bien la situación económica y productiva de cada una de las partes y aceptar determinadas renuncias a cambio de los beneficios ya reseñados; ya que no se puede ser aperturista solo para vender y proteccionista a la hora de importar.
Aurelio del Pino es Presidente de la Asociación de Cadenas Españolas de Supermercados (ACES)