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Inversión, también en activos intangibles

El refrán "el dinero no da la felicidad", nos hace reflexionar sobre la importancia de los activos intangibles en nuestra vida, ya que son los que verdaderamente nos proporcionan esa felicidad. Tener una familia sólida, estar en buena forma, tener buenas amistades, así como capacidades y conocimientos son algunos de estos activos, tan importantes como los financieros cuando nos planteamos una vida larga.

De los tangibles, de la carrera profesional y la gestión de nuestras finanzas, hablamos en el último post de este blog. En este, abordaremos los intangibles. Ambos son necesarios para una vida plena, se complementan, aunque encontrar el equilibrio no siempre resulte sencillo. Hacerlo a lo largo de vidas centenarias en las que se atraviesan diferentes etapas, se complica un poco más.

Los activos tangibles (vivienda, ahorros…) son relativamente fáciles de medir y definir, mientras que los intangibles son difíciles de medir y negociar. No pueden comprarse en el mercado por lo que es difícil invertir en ellos. No son sustituibles.

Como dice George Vaillant, hay dos pilares de la felicidad: uno es el amor, el otro, encontrar una forma de ganarse la vida que no excluya el amor. Ganar más te proporciona satisfacciones, pero es el amor lo que te hace feliz, según este psiquiatra y profesor de Harvard. De ahí el famoso “el dinero no da la felicidad… pero ayuda”.

Aunque no se puedan comprar los activos intangibles, sí que podemos invertir en ellos. En el libro de La vida de 100 años, los autores, Lynda Gratton y Andrew Scott, plantean, precisamente, cómo equilibrar a lo largo de una vida larga la inversión en tangibles e intangibles y clasifican estos últimos en tres categorías:

ACTIVOS PRODUCTIVOS: aquellos que ayudan a una persona a ser productiva y tener éxito en el trabajo y, por tanto, a aumentar sus ingresos. Algunos ejemplos de activos productivos son las capacidades y conocimientos que adquirimos con la formación.

Como comentábamos en el post de la semana pasada, en el nuevo escenario en el que nos encontramos, marcado por el incremento de la longevidad, la formación no debería limitarse a nuestra primera etapa vital, sino que tendremos que formarnos durante toda la vida. Los autores plantean que lo ideal es adquirir destrezas y conocimientos valiosos, raros y difíciles de imitar. Ser innovador y creativo y adquirir flexibilidad y agilidad mental será vital en una vida multietapas.

ACTIVOS VITALES: se refieren a la salud y bienestar físico y mental. Entre ellos están las amistades, relaciones familiares y de pareja positivas, la forma física y la salud, como mencionaba al comienzo del artículo. Todos estos factores son claves para la calidad de vida. Una vida multietapas hasta los 100 años con mala salud es inviable. En este sentido, Gratton y Scott, profesores de la London Business School, recomiendan tener una alimentación equilibrada, hacer ejercicio y una buena red de amigos.

ACTIVOS DE TRANSFORMACIÓN: en una vida multietapas hay muchos cambios y transiciones. El autoconocimiento, la capacidad de llegar a diversas redes y la apertura a nuevas experiencias nos ayudará mucho en este nuevo modelo. Este tipo de activos ayuda a tener éxito en esas transiciones que en ocasiones serán obligadas y otras veces provocadas por nosotros. Este tipo de activos nos ayudará a enfrentarnos a la incertidumbre.

Gratton y Scott destacan que en una vida larga es fundamental invertir en ambos activos, los tangibles y los intangibles, y explican que en una vida multietapas habrá momentos en los que, a lo mejor, nos dedicamos a trabajar más intensivamente para ahorrar dinero y, en otras, podemos bajar el ritmo laboral para cuidar más los intangibles o, incluso, hacer un parón en nuestra vida laboral a mitad de camino para volvernos a formar. Tener un plan es un factor clave para tener éxito en ello.

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