Cataluña, al borde del precipicio
Mientras se mantenga el clima de confrontación, la fuga de empresas continuará
Los catalanes han vuelto a votar y la crisis ha dado un giro de 360 grados. Los partidos independentistas han perdido porcentaje de votos y escaños pero mantienen sus dos millones de votantes intactos. Y los partidos no independentistas han vuelto a ganar en votos con más diferencia que en 2015, tienen más porcentaje de votos y más escaños, pero siguen sin contar con una mayoría suficiente en el Parlament para gobernar. Por lo tanto, el bloqueo institucional que caracterizó la pasada legislatura continuará.
A esto se suman los procesos judiciales. El anterior Govern se saltó la Constitución y el Tratado de la Unión y sus miembros están imputados por graves delitos penales y la política catalana se ha judicializado de facto. Los independentistas han centrado toda su campaña en las desafortunadas cargas policiales del 1 de octubre y el 155, pero los delitos penales investigados por los jueces comenzaron antes. La Ley Fundacional de la República Catalana se aprobó en el Parlament el 7 de septiembre y el asedio de 19 horas a la Guardia Civil, mientras realizaba un registro en la Consejería de Economía por orden judicial, fue el 20 de septiembre.
Los acontecimientos de septiembre y octubre provocaron un tsunami económico que estuvo a punto de provocar en Cataluña la peor crisis financiera jamás contada. Dos entidades bancarias centenarias que habían sobrevivido a dos guerras mundiales, la guerra civil, la posguerra, la Gran Depresión, la Gran Recesión, la quiebra de Rumasa, la quiebra de Lehman Brothers, de Catalunya Caixa, el rescate de Grecia, de Irlanda, de Portugal sufrieron una grave fuga de depósitos. Por fortuna, el cambio de sede fuera de Cataluña y la doble garantía del Fondo de Garantía de Depósitos español y el acceso ilimitado al BCE evitó el caos.
Hasta septiembre los análisis económicos sobre los efectos de una Cataluña independiente eran teóricos. Ahora, tras el experimento fallido, ya sabemos que ningún país europeo la apoyaría. Por lo tanto, la independencia dejaría a los catalanes fuera de la Unión Europea y del euro. El Catcoin, Oriol Junqueras propuso una criptomoneda, se devaluaría con fuerza y los depositantes de ambos bancos catalanes habrían sufrido una quita de sus depósitos equivalente al porcentaje de devaluación. Por lo tanto, la fuga de depósitos estaba justificada para proteger sus ahorros. Igualmente fue racional que parase en el momento en el que las dos entidades cambiaron su sede fuera de Cataluña.
El intento de independencia convirtió a Cataluña en la nueva Grecia de Europa. Por eso, los medios internacionales le dieron tantas horas y espacios de contenido y enviaron corresponsales igual que sucedió en Atenas en 2015, cuando Varoufakis preparaba el plan para sacar a Grecia del euro. Pero el caso de Cataluña habría sido peor aún que el griego. Hoy ya sabemos que ningún país del Consejo de Seguridad de la ONU apoyaría la independencia.
Por lo tanto, Cataluña se quedaría fuera de todos los acuerdos comerciales internacionales. Por esa razón, Volkswagen y buena parte de las multinacionales advirtieron que si hay independencia, trasladarían sus fábricas fuera de Cataluña a otra región española o a otro país que mantenga los aranceles y acceso a los mercados que hoy disfrutan en Cataluña.
El problema de este tipo de experimentos es que los independentistas han activado el miedo de las empresas, de los trabajadores más cualificados en Cataluña y de los inversores internacionales. La pregunta ahora es: ¿volverán a intentar una Declaración Unilateral de Independencia, (DUI)? En pocos días han provocado ese miedo, pero tardarán mucho tiempo en eliminarlo.
Mientras se mantenga esa amenaza creíble, continuará la fuga de empresas de Cataluña; grandes, medianas y pequeñas, así como la fuga de capitales. El anuncio del Gobierno de ventajas fiscales para las empresas que decidan volver, además de inútil, demuestra que no hay plan B tras el 155. La victoria de Ciudadanos, un partido con pocos años de vida, es el reflejo del fracaso de los partidos tradicionales en Cataluña.
El fracaso de Convergencia que ha pasado de los 60 escaños de Pujol y Mas a los 30 escaños de Puigdemont. El fracaso del PSC que ha sacado el 14% de los votos, es la cuarta fuerza y hace muy poco probable que el PSOE vuelva a ganar unas elecciones generales. El fracaso de Podemos y Colau que sacaron un pírrico 7% de los votos. Y el fracaso del PP que apenas ha obtenido el apoyo del 4% de los catalanes. El tsunami catalán llegará al Parlamento de Madrid y cambiará significativamente el tablero. La primera bola de partido serán los presupuestos de 2018 y la probabilidad de elecciones anticipadas ha aumentado significativamente.
Según la Airef el crecimiento del PIB en Cataluña en el cuatro trimestre se ha frenado hasta el 0,5%. Eso supone una décima menos para el conjunto de España. Desde 2012, Cataluña padece bloqueo político e institucional mientras el empleo crecía 4% antes del verano. España estuvo sin Gobierno central en 2016 y sin presupuestos la mitad de 2017 y han sido dos años de fuerte crecimiento del empleo.
El gran riesgo es la independencia, ya que con incertidumbre política las empresas catalanas y españolas se seguirán beneficiando de la agresiva política monetaria del BCE, del crecimiento del comercio mundial que ha recuperado niveles previos a la Gran Recesión y del crecimiento de la euro zona que ha alcanzado el nivel de empleo de 2007.
No obstante, Cataluña sigue al borde del precipicio y Puigdemont tras elecciones ha dicho que estos resultados le legitiman para dar un paso al frente. Por lo tanto, cuando veamos una luz al final del túnel en la crisis catalana, de momento, es otro tren que viene a arrollarnos.
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