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El Foco
Tribuna
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¿Qué es lo que busca Corea del Norte?

Es hora de reflexionar sobre la posición de la comunidad internacional ante el totalitarismo Pyongyang juega la baza nuclear para obtener compensaciones económicas y, sobre todo, energéticas

Fotografía de archivo de la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte (KCNA) y fechada el 29 de agosto, muestra un misil que se lanzó en un lugar no revelado.
Fotografía de archivo de la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte (KCNA) y fechada el 29 de agosto, muestra un misil que se lanzó en un lugar no revelado. EFE

El pasado 15 de septiembre se produjo la última prueba con misiles por parte del régimen de Corea del Norte. El misil recorrió alrededor de 3.700 km volando sobre Japón para posteriormente caer al mar. Este ensayo es tristemente uno más en la larga cadena de ensayos fallidos y satisfactorios por parte de Corea del Norte.

De hecho, es el número 115 desde 1984, año en que el estado totalitario por antonomasia realizó su primer ensayo. Si bien este dato es importante para contextualizar el programa de misiles de Corea del Norte, más lo es el hecho de que la gran mayoría de estos lanzamientos se han producido bajo el mandato del actual líder del país Kim Jong Un. Así quince se realizaron bajo el mandato del gran líder y eterno presidente del país Kim Il Sung, dieciséis bajo las premisas de su hijo, Kim Jong Il y la friolera de 84 bajo los designios de Kim Jong Un.

El análisis del programa de misiles por parte de Corea del Norte debe ser visto junto con el programa nuclear. Este dato es clave, ya que Corea del Norte ha realizado seis pruebas nucleares. De ellas, dos fueron llevadas a cabo bajo el mandato de Kim Jong Il y las cuatro últimas bajo el liderazgo de su vástago Kim Jong Un.

Junto al desarrollo del programa de armas nucleares y misiles de variado alcance no hay que olvidar que existen serias sospechas de que Corea del Norte dispone de los otros dos vectores de armas de destrucción masiva. Esto es, armas biológicas y armas químicas. Merece la pena comentar, que Kim Jong Nam, hermanastro del actual líder del país Kim Jong Un fue asesinado en el aeropuerto de Kuala Lumpur utilizando una de las armas químicas más potentes que existen el VX.

También hay que señalar, porque a menudo se ha tendido a subestimar, las capacidades cibernéticas de Corea del Norte. Poco se sabe de ello, pero si lo suficiente para poder constatar que tienen importantes capacidades en dicha área.

El desarrollo de los tres vectores más importantes de armamento de destrucción masiva junto a sus capacidades cibernéticas, acompañado todo ello de una dialéctica belicosa, directa y extremadamente agresiva e impregnado de un fuerte componente nacionalista responde a los deseos del régimen de Kim Jong Un de conseguir varios objetivos.

En primer lugar, Corea del Norte desea ser reconocida como potencia nuclear. ¿Qué significa esto? La respuesta es muy sencilla. Corea del Norte busca la aceptación internacional de su programa de armas nucleares con dos consecuencias inmediatas. La primera de ellas, reforzar el liderazgo del joven Kim. Al fin y al cabo, no tiene el bagaje que sí tuvieron su padre y abuelo. El primero tuvo que dirigir a Corea del Norte durante la terrible travesía de los años 90 bajo una crisis económica devastadora que propició la muerte de varios millones de coreanos. Al mismo tiempo tuvo que volver a situar al país en el tablero internacional tras la pérdida del que fuera su gran aliado, la Unión Soviética. Respecto a su abuelo, Kim Il Sung, él fue fundador, el garante de la estabilidad del país durante décadas y el padre de la patria.

La segunda deriva, tiene sus raíces en el deseo de subsistir del propio régimen. Conviene rechazar de plano las calificaciones del liderazgo de Corea del Norte como loco, imprevisible o irracional. Si algo ha hecho el estamento político y militar coreano en las últimas siete décadas es mostrar una claridad en sus objetivos cristalina y una racionalidad absoluta en las medias implementas en su política exterior.

Kim Jong Un sabe perfectamente que una Corea del Norte con armas nucleares, con vehículos para su transporte, misiles de variado alcance y una belicosidad verbal extrema son una perfecta arma de disuasión suficientemente creíble como para evitar que su futuro acabe como el de Sadam Hussein o Gadafi que vieron su fin tras acciones externas. Aquí está la clave de bóveda de las acciones de Corea del Norte en los últimos años y en especial bajo el mando de Kim Jong Un. Sobrevivir como Estado y evitar intervenciones extranjeras. Y por otro lado, consolidar su posición interna ante el gran público norcoreano en general y la elite política y militar en particular.

El tercer objetivo es económico y energético. Si bien Corea del Norte ya ha dejado atrás la terrible crisis económica de los 90, su estado económico sigue siendo muy precario. Ello implica, que el gobierno de Kim Jon Un juega la baza nuclear para obtener compensaciones económicas y sobre todo energéticas que alimente una industria parada y quebrada y empujen la economía del país.

Pocas opciones tiene ante sí el actual líder Kim Jong Un. Su principal valedor en la zona, China, apoya las resoluciones de Naciones Unidas contra Corea del Norte y por parte de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, más allá de las desavenencia temporales existen fuertes alianzas entre Estados Unidos y los países asiáticos que hunden sus raíces décadas atrás que no permitirán en ningún caso un ataque nuclear sobre alguno de ellos.

Desafortunadamente el envite norcoreano no es nuevo y deberíamos reflexionar sobre la posición de la comunidad internacional ante el totalitarismo. El programa de armas de destrucción masiva norcoreano es solo uno de los muchos problemas que lleva ocasionando la existencia de ese régimen atroz y vil. No olvidemos que alrededor de 25 millones de personas se encuentran bajo el jugo del totalitarismo más extremo carentes de cualquier libertad individual y colectiva.

Transformar Corea del Norte hacia la senda del desarrollo económico y propiciar una mayor apertura política es uno de los grandes retos de la comunidad internacional. ¿Será este el momento de propiciarlo? Razones no faltan.

Javier Gil es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE

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