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El jardín, la última baza para humanizar las sedes corporativas

Empresas como BBVA, NH o Santander contratan paisajistas para sus edificios Las zonas verdes tienen una fucnión de recursos humanos hacia los empleados

Pablo Sempere

Que las empresas han hecho a lo largo de los últimos años una apuesta firme por remodelar sus sedes no es nada nuevo. Espacios abiertos, salas comunes y oficinas en las que la luz solar cobra protagonismo invaden el interior de los edificios de las grandes compañías. Pero, ¿qué ocurre con lo que queda fuera? Es aquí donde ha comenzado a ganar peso el paisajismo, una profesión con poca tradición en España, pero que en los últimos 20 años ha evolucionado a pasos agigantados.

“Nos dedicamos a diseñar los jardines y zonas verdes de sedes corporativas, hoteles, resorts y viviendas particulares”. Quien habla es Jesús Ibáñez, paisajista español y uno de los profesionales del sector con más prestigio tanto dentro como fuera del país. Ha diseñado, entre otros, zonas verdes y jardines para Banco Santander, BBVA, Barceló Hoteles & Resorts, Prada y NH Hoteles. A la lista se le suman otras muchas grandes empresas, campos de golf y encargos de particulares para sus propias viviendas. “El paisajismo es una herramienta estética, y por lo tanto, comunicativa. No hay una segunda oportunidad para la primera vez, y contribuimos a que la primera toma de contacto con un edificio o espacio sea positiva, agradable”, cuenta.

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Desde hace varios años, muchas empresas han contratado los servicios de arquitectos de autor y de cierto prestigio para remodelar o levantar de la nada sus sedes. Sin embargo, prosigue Ibáñez, estos profesionales en su gran mayoría suelen olvidarse de los jardines y las zonas verdes, no porque no reserven un espacio a ellos, sino porque los descontextualizan del resto del diseño o no les dan el mismo valor que al resto del complejo. “Desde hace relativamente poco esa tendencia está cambiando, y las organizaciones suelen reservar, además de un espacio físico para sus jardines, un presupuesto más elevado para levantarlo. A partir de ahí es donde nosotros empezamos a trabajar”.

Lo más importante, desarrolla Ibáñez, es que el jardín esté en perfecta consonancia con el edificio al que acompaña, con su estilo y su arquitectura. Con él coincide otro afamado paisajista, Javier Mariátegui, cuyos trabajos, aunque también a empresas, se destinan en mayor medida a viviendas y palacetes particulares: “Un deseo común de todas las compañías que estrenan sede es que el espíritu y valores de la empresa se vean reflejados en el edificio. Lo mismo tenemos que hacer con el jardín”, asegura este experto, al que le gusta trabajar a caballo entre los métodos técnicos y la intuición, lo racional y lo artístico. “Si aplicas la misma regla para todos los jardines, no habría diferencia entre ellos, y cada cliente necesita una distribución, unas plantas, unos colores y una saturación”.

El jardín debe estar en perfecta consonancia con el edificio al que acompaña

Con el jardín, además de un mensaje estético hacia los clientes, que ven un espacio cuidado y bien diseñado al llegar al lugar, la empresa también logra incentivar a sus propios trabajadores. “Ya no se piden espacios para que los empleados bajen a fumar, sino lugares en los que puedan relajarse, comer o incluso seguir trabajando, y eso, con los jardines, es mucho más fácil de lograr”, insiste Jesús Ibáñez. Fueron las empresas de Estados Unidos las que tomaron la delantera en este sentido, con microclimas, espacios multifunción y difusores para que la gente estuviese fresca en entornos húmedos. “Ahora cada vez más compañías empiezan a demandar estos servicios para cuidar al empleado y hacer buen uso del espacio. Para humanizar la empresa”, prosigue.

Eso sí, no está de más recordar que este tipo de proyectos conllevan una inversión fuerte. “Los jardines bien equipados y diseñados pueden superar los 200 euros el metro cuadrado, y a ello hay que añadirle los futuros cuidados, el riego...”, describe Ibáñez. No hay que olvidar que, ya sea por estrategia comunicativa o de recursos humanos, una inversión que se abandona y se descuida más adelante, tendrá consecuencias negativas. “Debemos tener en cuenta que hablamos de un espacio que si se descuida lo más mínimo, se estropea rápidamente”, recuerda Javier Mariátegui, quien cuenta una de las fórmulas de las que se sirve para que esto no ocurra: “Cuando trabajo con una empresa, intento que los empleados planten un árbol o una planta, así se sienten más unidos al espacio y lo sienten como suyo”.

El bosque en la ciudad

Menos césped y más árboles. Jesús Ibáñez, paisajista con cerca de tres décadas de trabajo a sus espaldas, explica que la última tendencia de las empresas es ocultar la ciudad. “Se va hacia lo natural, a traer el bosque a la urbe y a dejar de lado el césped y las flores y comenzar a llenar todo de árboles”. Estos espacios se utilizan para comer, para evadirse del trabajo e incluso para hacer la presentación de productos. Por eso, cuanto más diferentes sean a las ciudades, más les gusta a los clientes.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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