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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Londres pide una unión aduanera temporal porque ya ve las orejas al lobo del ‘brexit’

Reino Unido constata que sus empresas echan de menos claridad para invertir de cara al futuro

La primera ministra británica, Theresa May.
La primera ministra británica, Theresa May. Reuters

El primer documento base sobre la negociación del brexit, publicado ayer por Londres a menos de dos semanas de que se reabran las negociaciones con Bruselas, establece como prioridad acordar un periodo transitorio que le permita mantener las aduanas abiertas con la UE tras el 29 de marzo de 2019, en que el país saldrá del bloque.

Parecen así ganar peso las tesis moderadas del ministro de Finanzas, Philip Hammond, y de los que apuestan por un brexit suave que dañe lo menos posible a la economía británica, puesto que, según sus palabras, “no votamos brexit para ser más pobres”. Ese “acuerdo aduanero temporal” propuesto ahora por Londres no es más que la constatación de una evidencia tan grande como la dependencia que la economía de Reino Unido tiene de la Unión Europea. El 45% de las ventas británicas al exterior van a parar a la Unión, por eso Londres quiere mantener ese tráfico de mercancías sin aranceles y poco burocratizado, es decir, sin fricciones, un periodo que podría llegar hasta tres años tras la ruptura.

El trasfondo de la propuesta, que es un nítido reflejo de la preocupación de las empresas británicas por el futuro, está claro. Se trataría de proporcionarles a estas una confianza para invertir que ya han empezado a echar de menos. Aranceles, controles fronterizos y nuevas regulaciones son un paso atrás en el comercio transnacional que los grupos británicos contemplan razonablemente con preocupación. Y más porque Bruselas se mantiene, y así debe ser, en su tesis de que primero toca negociar el proceso de salida ordenada con aspectos tan importantes como los derechos ciudadanos o la factura que pagará Londres por la ruptura.

Londres ve las orejas al lobo del brexit y quiere dar claridad a sus empresas, pero además abrir pactos con terceros países, algo que contradice los acuerdos actuales. Las incertidumbres ya se han empezado a notar seriamente, por ejemplo, con caídas notables en el mercado del automóvil, mientras este crece en el resto de la UE. Una muestra clara del abismo a que se enfrenta el comercio británico si llega al divorcio de 2019 sin un acuerdo aduanero que sustituya al vigente con Bruselas.

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