Una industria del motor competitiva y aún más diversificada
La gran baza del sector es seguir manteniendo su combinación de costes y calidad
La desaceleración que se está produciendo en los mercados de exportaciones está pasando factura a todos los sectores de producción, incluso a aquellos cuya fortaleza ha resistido con firmeza los embates de la crisis, como el del motor. Los datos de producción del primer semestre del año revelan que nueve de las 13 plantas de coches que existen en España han rebajado su producción, en parte por la debilidad de las ventas en el exterior y en parte porque varias de ellas están inmersas en procesos de cambio de modelo. Seat Martorell, Renault Palencia, Ford Almussafes, Opel Figueruelas, PSA en Vigo y Madrid, Volkswagen Navarra y Nissan Barcelona y Ávila han rebajado los ensamblajes, mientras que solo Mercedes en Vitoria, Renault Valladolid y las dos de Iveco, también en Valladolid y Madrid, han incrementado su producción.
El retroceso de la demanda externa se ha concentrado en ocho de los diez primeros destinos de exportación y en algunos de ellos de forma abultada. Es el caso de Turquía, que ha recortado más del 32% sus compras a España en junio y más del 22% en el acumulado del año afectada por una inestabilidad política que golpea tanto su consumo interior como su comercio exterior. Mercados clásicos, de cuyo músculo no suele haber dudas, como el francés, han retrocedido un 10% en junio, lo que se explica en buena parte por la propia maduración del mercado europeo, que se halla cerca ya de su volumen natural de consumo.
La industria del motor en España es un sector competitivo que ha demostrado con creces su capacidad de adaptación –a costa de pragmatismo y sacrificio– a los ciclos económicos. Una flexibilidad que debe orientarse también a diversificar todavía más las exportaciones y poder compensar así los vaivenes en la demanda de los mercados. Desde el sector no se ve con preocupación este retroceso, dado que tiene raíces fundamentalmente coyunturales. También porque a día de hoy, y como se demostró durante la crisis, la gran baza de la industria española es seguir manteniendo la ecuación de calidad y costes que le han permitido alcanzar una sólida competitividad.