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El Foco
Tribuna
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¿Tiene derecho el BERD a vetar proyectos en Rusia?

El banco europeo de desarrollo ha cerrado el grifo de las inversiones por razones políticas

Sede en Londres del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD).
Sede en Londres del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD).

Ha salido poco en las noticias, pero es un tema importante porque lo son los protagonistas, por lo que ha pasado y por sus consecuencias. Los protagonistas: Rusia, el mayor país de Europa y uno de los líderes mundiales. Tras la caída del Muro de Berlín en 1991 y la consecuente desaparición de la URSS, la comunidad internacional creó ese año, en abril, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) en Londres, el otro protagonista, el último y el state-of-the-art de los bancos multilaterales de desarrollo (BMD), gestionado como un banco privado.

Su mandato era promover la transición de los antiguos países del centro y este de Europa y de la Confederación de Estados Independientes, es decir, desde la República Checa hasta Kazajistán, de una economía centralizada a una de mercado. Y por primera vez, el 80% de su inversión va al sector privado. La entidad, con un rating AAA, cuenta con un staff de 2.047 personas, procedentes de 58 países; sus activos totales, a finales de 2016, ascendían a 56.150 millones de euros; el capital suscrito era de 29.700 millones (desembolsado 6.200 millones); las reservas, de 9.200 millones, y los beneficios, de 600.000 euros.

Hasta ahora, ha invertido 110.000 millones en 4.500 proyectos. Los accionistas son 65 países (60 originariamente), además de la Unión Europea y el Banco Europeo de Inversiones (BEI). Rusia es país fundador y un accionista mayor, solo por detrás de Alemania, Reino Unido, Italia, Japón y EE UU.

Sin embargo, en 2014 comenzó una lucha. Los líderes de la UE ordenaron a sus directores en el BERD que no aprobaran ningún nuevo proyecto en Rusia, después de que esta se anexionara Crimea y apoyara a los separatistas prorrusos en la región de Donbass con armas y personal. La batalla ha llegado a su culmen final en la pasada asamblea anual, celebrada en mayo en Chipre, al formalizarse esa prohibición por decisión del Consejo de Administración, presidido por el británico, nacido en India, sir Suma Chakrabarti.

Hubo una dura y larga discusión (seguida de conferencias de prensa contradictorias) entre Chakrabarti y el ministro ruso de Economía Maxim Oreshkin, uno de los gobernadores del BERD en la asamblea general de accionistas. Oreshkin señaló que la decisión era contraria a los estatutos fundacionales del banco. Para él, “el BERD se ha convertido en un instrumento de política exterior en vez de un banco multilateral de desarrollo y no merece el rating AAA”.

Sin Rusia, la rentabilidad del banco caerá, dijo. De hecho, hasta el año pasado Rusia era el país de operación donde más invertía el BERD (casi el 25% del total), cosa lógica por su tamaño. Tras el frenazo, Turquía ha pasado a ser el primero, aunque no lo era en la fundación del banco, que se amplió en 2009.

Rusia ha solicitado dos veces levantar la prohibición, no solo con su gobernador, sino también con German Gref, consejero delegado de Sberbank, la gran caja de ahorros rusa que asistió al consejo especialmente. Pero este, influido por la UE, Canadá, EE UU, Japón y China (entró en el banco en 2016), apoyó al presidente, Suma Chakrabarti.

Oreshkin incluso llevó una opinión legal de un profesor emérito de la Sorbona que concluía que el BERD había roto sus propias reglas. Amenazó con no participar en una ampliación de capital (su participación es mayor que la de Canadá, la UE y China). Pero el presidente evadió esos temas: “Todas las inversiones son aprobadas por el consejo, que tiene la libertad de rehusar las que quiera”, declaró, y cerró el acuerdo final.

Hay que decir que el primer artículo fundacional del BERD, es decir, su mandato, tras promover la transición económica citada antes, añade: “En países comprometidos con la aplicación de los principios de una democracia multipartidista”. ¿Es Rusia un país comprometido con la democracia multipartidista? No totalmente. ¿Pero es una dictadura en sentido estricto? Tampoco.

Echando una mirada a mis años de senior banker en el BERD (1993-1999), los más interesantes de mi dilatada vida profesional, pienso que lo que ha pasado no hubiera sucedido con la dirección de entonces. Esos años los considero la época de oro del BERD. El presidente era Jacques de Larosière, la persona con mayor conocimiento del mundo financiero que he conocido. Director del Fondo Monetario Internacional (1978-1987), creó en 1983, tras la primera gran crisis de deuda mundial, el Instituto de Finanzas Internacionales, el gran lobby mundial bancario (más de 500 bancos). Gobernador del Banco de Francia (1987-1993), tuvo la habilidad de restaurar el prestigio del BERD tras la presidencia de Jacques Attali. El economista jefe esos años fue mi amigo Nicholas Stern, con sus conocidos informes de transición. Más tarde economista jefe del Banco Mundial, pasó al Gobierno británico y produjo el famoso Informe Stern sobre el cambio climático, que le valió ser nombrado lord y convertirse en un referente mundial en ese tema. Hoy es profesor de la London School of Economics y chairman del Crantham Research Institute on Climate Change and Environment.

Entre ambos, no me imagino que llegaran al punto que ha llegado el equipo actual. ¿Por qué dañar al sector privado, el más necesitado de ayuda y financiación, sobre todo en las regiones más alejadas de Moscú? Precisamente, el BERD tiene oficinas en Moscú, San Petersburgo, Ekaterimburgo, Samara, Vladivostok, Rostov del Don y Krasnoiarsk, no como el Banco Mundial y la Corporación de Fomento Internacional (su brazo privado), que solo tienen en Moscú. ¿Qué tiene que ver ese sector con las decisiones políticas del Kremlin? Entre mi pasión por Rusia y mi afecto a mi antigua casa, el BERD, tengo que decir, como se dice en Málaga, donde vivo ahora, “tengo el corazón partido”.

Joaquín Abos es international banking & business advisor.

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