Una bomba demográfica y económica que es necesario desactivar
España registra la tasa bruta de natalidad más baja desde 1975
El invierno demográfico que cubre desde hace años España ha dejado de ser una tendencia sociológica para convertirse en un problema estructural con graves consecuencias de futuro. Los últimos datos sobre la pirámide de población arrojan la tasa bruta de natalidad –nacimientos por 1000 habitantes– más baja que se ha registrado en la serie histórica, esto es, desde 1975. El año pasado nacieron en España poco más de 400.000 niños, un 2,6% menos que en el ejercicio anterior y la cifra más reducida desde 2001. Al tiempo que se mantiene este hundimiento –que tiene que ver con la caída del número de mujeres en edad de procrear y con el mantenimiento de un número muy bajo de hijos por madre (1,33)– las muertes vuelven a superar, por segundo año consecutivo, a los nacimientos. A ello hay que unir que la esperanza de vida de los españoles sigue creciendo y por tanto el número de años que una persona debe vivir de su pensión.
La suma de estos factores constituye una bomba demográfica que ya está haciendo sentir sus primeros efectos, pero que desarrollará el grueso de estos en los próximos años. Los datos que maneja el INE muestran, sin necesidad de cálculos complejos, que el principal reto socioeconómico al que se enfrenta España es el envejecimiento demográfico. Un país en el que se reduce progresivamente el número de personas en edad de trabajar y aumenta el de aquellas que ya no lo hacen está abocado –a menos que se tomen medidas que reviertan el proceso– no solo a una crisis de prestaciones asistenciales, sino a una creciente y peligrosa conflictividad social.
Buena parte de las medidas para hacer frente al problema pasan, sin duda, por la reforma del sistema de pensiones, a debate en la Comisión del Pacto de Toledo, pero otras tienen que ver con el avance hacia un marco fiscal y laboral que no resulte hostil a la natalidad. Desde las facilidades para conciliar vida y trabajo que ofrecen distintas legislaciones europeas, hasta las ventajas fiscales para las familias vigentes en Francia o Alemania o los generosos permisos de maternidad de Dinamarca o Suecia, existe una amplia batería de propuestas para tratar de frenar un envejecimiento poblacional que avanza a un ritmo alarmante.