Las elecciones de Reino Unido dan la espalda a la Unión Europea
El 'brexit' pasa a un segundo plano en unos comicios en clave nacional La primera ministra, Theresa May, se juega su liderazgo
Las elecciones del jueves en Reino Unido estaban llamadas a ser la reválida del brexit y la confirmación (o no) de Theresa May como la primera ministra encargada de negociar la salida del país de la Unión Europea. Pero la rápida y traumática campaña electoral, con masacres yihadistas en Manchester y en Londres, ha derivado en una contienda casi exclusivamente nacional en la que los principales partidos políticos y los votantes británicos parecen haber dado definitivamente la espalda a Europa.
Curiosamente, el Gobierno británico encargado de llevar a cabo la negociación más trascendental de las últimas décadas con Bruselas saldrá de unas elecciones en las que el brexit apenas ha sido objeto de debate. Y la Comisión Europea, que ha aplazado el comienzo de las negociaciones del brexit hasta el próximo 19 de junio para esperar al nuevo Ejecutivo, podría encontrarse de nuevo con un Gobierno que siga sin aclararse sobre el tipo de relación que desea mantener con la UE cuando se consume la salida en marzo de 2019.
Los sondeos apuntan a un duelo tradicional entre los conservadores de May y los laboristas de Jeremy Corbyn, con los votantes mucho más preocupados por las propuestas sobre seguridad o fiscalidad que por el debate sobre brexit duro o blando tan en boga hace unos meses.
La mayoría de los británicos, según los estudios de opinión, ha pasado la página del referéndum del 23 de junio de 2016, en el que la salida del club europeo se impuso con 17,4 millones de votos, el 51,9%. Incluso muchos de los partidarios de continuar en la UE (16,1 millones de votos), parecen haber asumido que la salida resulta inevitable y que conviene zanjar la negociación con Bruselas cuanto antes.
El entusiasmo de unos por el brexit y la resignación de otros ha achicado el espacio electoral de las dos opciones con una posición más clara sobre Bruselas.
El partido eurófobo UKip (United Kingdom Independence) se ha quedado sin causa para su cruzada antieuropea y los sondeos pronostican que, una vez logrado el brexit, parte de sus votos regresarán a sus feudos tradicionales, sobre todo, hacia los tories de May.
Los Liberales, proclamados euroentusiastas, también se perfilan como víctimas de un aparente regreso al bipartidismo tradicional. Su mensaje a favor de dar frenar en el brexit para mantenerse en la Unión Europea ha pasado desapercibido en una campaña electoral marcada por los temas nacionales y poco propicia para debatir sobre Europa.
La próxima legislatura británica, sin embargo, está condenada a girar sobre la salida del Reino Unido de la UE, solicitada oficialmente por el Gobierno de May el pasado 30 de marzo. Dos semanas después, la primera ministra anunció el adelanto de las elecciones generales con el objetivo de reforzar su posición negociadora gracias a una mayoría previsiblemente más amplia en el Parlamento (ahora cuenta con 330 escaños de 650).
Pero el escenario político británico se ha tornado extremadamente volátil en los últimos dos meses y la incertidumbre sobre el resultado no deja de aumentar a 24 horas de que se abran los colegios electorales.
Los patinazos de May (que ha debido dar marcha atrás en la propuesta de un gravamen a los familiares de ancianos fallecidos tras un largo período de asistencia sanitaria) han coincidido el viento de cola que disfruta Corbyn, rechazado hasta hace poco por parte de sus propios diputados.
A ello se ha unido el impacto de los tres atentados cometidos en suelo británico desde el 23 de marzo, que han dejado 23 víctimas mortales y una duda sobre la eficacia de los servicios de inteligencia del país.
El giro de las perspectivas de voto no parece suficiente para cuestionar la victoria de los conservadores frente a los laboristas (que en 2015 lograron 232 escaños). Pero las diferencias se han estrechado y la victoria de May podría ser pírrica si no logra su objetivo de blindarse con el respaldo de una holgada mayoría absoluta.
En teoría, la UE saldría beneficiada de la posible fragilidad del futuro gobierno británico. Pero fuentes europeas también reconocen su inquietud ante el riesgo de que la falta de claridad en Londres empantane las negociaciones del brexit desde el primer momento e impida cumplir el calendario previsto, que marca un plazo inicial de dos años par consumar la separación.
May ya advirtió que optaría por una ruptura brusca en marzo de 2019 antes que conformarse con un acuerdo poco satisfactorio. La estrategia tendría devastadoras consecuencias económicas para Reino Unido, según el instituto de estudios londinense Centre for European Reform. Pero en las elecciones de mañana nadie parece tomarlo en cuenta.