La UE debe hacerse con la batuta mundial
Tiene que ser ambiciosa contra problemas como populismo, terrorismo y corrupción
El 5 de junio se cumple el septuagésimo aniversario del discurso que el ministro de Asuntos Exteriores de EE UU George Marshall pronunció en la Universidad de Harvard. Fue el inicio del plan que lleva su nombre, y que a partir de 1948 distribuyó 103.000 millones de dólares en ayuda a 18 países de Europa occidental. Stalin impidió la participación de sus satélites de Europa del Este. El plan Marshall fomentó la integración europea porque condicionó la asistencia a la integración de las economías europeas, lo cual fomentó la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) en 1951 y la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1957. Fue una de las decisiones más inteligentes de EE UU en el siglo XX. Mezcló compasión, inteligencia y altura de miras.
Setenta años después, la globalización necesita un mejor marco de gobernanza para sus retos más importantes. Después del triunfo de partidos moderados en los Países Bajos y de Emmanuel Macron en Francia, se ha contenido el riesgo de propagación del populismo económico. Pero la globalización, el vertiginoso progreso de la tecnología y los riesgos geopolíticos exigen una mayor coordinación entre las principales potencias. La Unión Europea debe y puede desempeñar un papel decisivo en la formulación de dicha agenda.
Después de la previsible victoria de la conservadora CDU de la canciller Angela Merkel en las elecciones alemanas de septiembre, las principales economías de la UE no celebrarán prácticamente elecciones generales durante tres años, circunstancia que permitirá a sus líderes emprender iniciativas ambiciosas. Al igual que Marshall supo diagnosticar el peligro de la expansión del comunismo y crear un mecanismo que benefició a todos sus participantes, la UE y el G7 deben diseñar instrumentos para hacer frente a las crecientes desigualdades de renta, el populismo económico, la gestión de la inmigración, la corrupción, los paraísos fiscales, las burbujas en el sistema financiero, el cambio climático y el terrorismo.
Teniendo en cuenta el auge de los países emergentes, el foro idóneo de la gobernanza global debería ser el G20, pero dicho grupo incluye diversas dictaduras (China, Rusia) que no respetan las libertades fundamentales e intimidan o agreden a sus vecinos. La UE, el mayor mercado común del mundo, debe tomar la iniciativa debido al giro aislacionista de la administración Trump.
La UE aún genera el 17% del PIB mundial y es la primera potencia comercial y de distribución de ayuda para el desarrollo. La cantidad que deberá pagar el Reino Unido para conseguir su brexit (hasta 60.000 millones de euros) debe emplearse en incrementar las partidas del presupuesto de la UE –educación, formación, I+D+i, redes transeuropeas de transporte y energéticas– que aumenten la productividad, la competitividad y el crecimiento de las economías europeas.
El continente necesita imperiosamente ferrocarriles de mercancías más veloces, que la energía renovable excedentaria pueda exportarse por redes eléctricas integradas, redes de transporte multimodales que descongestionen sus autopistas, y gaseoductos y oleoductos no sujetos al control de Rusia. Por consiguiente, los Estados miembros cometerían un colosal error si se repartieran el talón del divorcio británico en lugar de destinarlo al presupuesto exiguo de la UE.
Los 27 deben mantenerse unidos frente a Londres no solamente para evitar sentar un precedente sino también para impedir que el Reino Unido logre extender su modelo de capitalismo financiero de baja tributación y acuerdos comerciales bilaterales. La OCDE ha conseguido asestar un duro golpe a los paraísos fiscales mediante el Estándar para el Intercambio Automático de Información, que obliga a compartir datos entre las Haciendas de casi todos los países del mundo.
Pero la batalla contra los evasores fiscales no se ganará definitivamente sin la colaboración estrecha con China y la prohibición de planes de pensiones, inversiones y venta de ciudadanía elaborados para captar a millonarios. Hong Kong ofrece planes de pensiones destinados a atraer capital no declarado. Las cantidades incautadas a los evasores deberían destinarse a programas de formación para la población con más dificultades de adaptación a la economía digital, contribuyendo así a recortar las desigualdades de renta.
La Unión Europea tiene acuerdos comerciales o de asociación con más de 50 países, y es el primer socio comercial de 59 economías, por encima de China (39) y EE UU (23). Debe proseguir su negociación de acuerdos comerciales de nueva generación, que incluyen garantías de protección medioambiental, de derechos laborales y de lucha contra la corrupción. Dichos tratados eliminan barreras para los proveedores de servicios y la inversión directa, protegen la propiedad intelectual y abren los mercados de licitaciones.
El envejecimiento de la población europea obliga a formular una política de inmigración que facilite la llegada de mano de obra cualificada. Los atentados yihadistas pretenden causar un choque de civilizaciones. La falta de oportunidades profesionales en los países árabes y musulmanes alimenta el radicalismo. La UE y el G20 deberían financiar un programa de desarrollo e integración económica en el mundo árabe: construcción de infraestructuras de transporte y energéticas, y centros de investigación y formación. No es una idea nueva, pero iniciativas como la Unión por el Mediterráneo no han sido capaces de generar suficientes proyectos. La aportación de 10.000 millones de dólares por parte de cada miembro del G20 supondría 200.000 millones para que, por ejemplo, existieran autopistas en el norte de África y realmente se aprovechara su potencial para la energía solar. Dicha iniciativa daría más credibilidad a Occidente para exigir que ciertos países corten su financiación a los grupos yihadistas.
Después de cerrar el acuerdo con Canadá, la Comisión debe proseguir las negociaciones con Mercosur, China, India, el Consejo de Cooperación del Golfo y Asean(Asociación de Naciones delSudeste Asiático). Al igual que Marshall difundió los valores de EE UU y promovió la integración y liberalización económica, la UE puede conseguir mediante más acuerdos extender la democracia, la economía social de mercado y un orden multilateral comprometido contra la corrupción, las desigualdades, el proteccionismo y los radicalismos de cualquier índole.
Alexandre Muns es profesor de OBS Business School.