Una agenda trasatlántica que no puede esperar más
EE UU y la UE están condenados a entenderse en lo económico, pero también en lo militar
Las expectativas de que la cumbre entre EEUU y la UE, celebrada ayer en Bruselas, produjese un deshielo político y comercial entre ambas orillas del Atlántico se han visto defraudadas por unos contactos de los que se pueden extraer pocos aspectos concretos. Ni el propósito de impulsar una nueva agenda comercial a partir de los escombros del TTIP (Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversión) ni el de recabar el apoyo de Washington al acuerdo internacional contra el cambio climático han salido bien parados en la cumbre, que se ha saldado apenas con la voluntad de crear un grupo de trabajo que aborde estas u otras diferencias.
Y, sin embargo, pese a lo decepcionante del resultado, la cumbre trasatlántica ha cumplido un objetivo importante: descongelar si no la agenda política, al menos sí el clima hostil que se ha creado en los últimos meses tanto desde uno como desde el otro lado del Atlántico. Es difícil recordar algún otro momento en las relaciones históricas de alianza entre EEUU y Europa en el que se haya producido un intercambio de descalificaciones y ataques no solo políticos, sino también con tintes personales como el desarrollado durante los meses posteriores a la victoria de Trump.
La imagen de Juncker, Tusk y Trump bromeando sobre la presidencia bicéfala de la UE, o de Trump mostrando preocupación por los efectos del brexit en el empleo estadounidense, no resolverán las graves diferencias entre Washington y Bruselas, pero indican una cierta recuperación de las formas diplomáticas que resulta indispensable para cualquier tipo de diálogo o cooperación política.
Europa y EE UU están condenadas a entenderse, y a hacerlo no solo como potencias económicas, sino también como aliados militares. En un momento en el que Occidente está siendo golpeado una y otra vez por el terror islámico, promover un acercamiento como paso previo para sentarse a trabajar es lo menos que se puede pedir tanto a uno como al otro. La agenda común trasatlántica está llena de puntos clave: es hora de bajar el tono y comenzar a abordarlos.