La caída de Amazon alerta sobre la Red
El ahorro de costes está socavando la idea inicial de que Internet fuera totalmente redundante
La caída el martes de los servicios de almacenamiento web de Amazon, que afectó a webs, apps, cámaras conectadas y similares, es motivo para alarmarse. El predominio de la compañía, la confianza en sí mismos de Silicon Valley y la renuencia de los usuarios a pagar más por las copias de seguridad aumentan el riesgo del Internet de las cosas.
Internet se concibió inicialmente como una red de comunicaciones redundante y masiva, que podría sobrevivir a una guerra nuclear. Sin embargo, a medida que madura, las realidades comerciales y la naturaleza humana están haciendo más frágil el sistema. Las empresas encuentran práctico, sencillo y barato dejar que Amazon, Google/Alphabet y Microsoft operen los centros de datos y las aplicaciones que necesitan. Además, el negocio en la nube tiene las características de un monopolio natural: cuanto más grande es una red, más eficiente es a nivel operativo y financiero.
Así que los problemas de S3 -uno de los servicios de Amazon Web Services (AWS)- en la costa Este de EE UU fueron un shock para todos los afectados, incluidos la Comisión de Valores de EE UU (SEC), y Breakingviews. Hasta Amazon sufrió un irónico fallo. El panel en línea que usa para indicar cómo está funcionando AWS seguía en verde, como si todo estuviera bien, precisamente porque sus problemas le impedían cambiar de color.
Los usuarios podrían haber duplicado el servicio de almacenamiento, o haber firmado también contratos con Google y Microsoft
La culpa no es solo de Amazon. Los clientes podrían haber reducido su exposición duplicando el almacenamiento de datos incluso dentro de AWS, ya que sus sistemas de la costa Oeste no se vieron afectados. Mejor aún, podrían haber firmado también contratos con Google y Microsoft. El problema es que es más fácil y barato para los –optimistas– desarrolladores y los –faltos de tiempo– usuarios confiar en un único proveedor y sus promesas de fiabilidad casi perfecta.
Los dispositivos cada vez tienen más sensores y conectividad web. La seguridad y la redundancia se resienten a menudo de la reducción de márgenes, la inexperiencia y la complacencia. Que una persona no pueda apagar la luz de su casa de la playa de forma remota es cómico, pero que los coches autónomos o los equipos médicos se vuelvan locos no es tan divertido. El peligro seguirá creciendo.