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El Foco
Tribuna
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Trump, desregulación financiera y tormenta perfecta

Dar rienda suelta a los bancos americanos podría desembocar en otra recesión económica con origen financiero

Thinkstock/R.S.

En 2009, tras dos años de recesión en Norteamérica, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff publicaron This Time is Different, libro de cabecera de Barack Obama en aquel momento y otros muchos jefes de Estado y de Gobierno. La tesis del libro es sencilla, pero empírica: las recesiones económicas que tienen por origen una crisis financiera, son mucho más dañinas y duraderas. Obama tomó nota y, siendo consciente de que la crisis se había iniciado en Estados Unidos y, en 2009, afectaba a mercados desarrollados y, en breve, iba a dañar a los emergentes (Rusia, Brasil, Turquía, Brasil, entonces boyantes, entrarían más tarde en recesión) decidió tomar la iniciativa y combatir la crisis en dos frentes: el nacional y el internacional.

Obama convocó al G-20 en Londres en abril de 2009 para coordinar una respuesta conjunta a la crisis, en la que los bancos centrales debían cumplir una función esencial, como así ha sido en estos ocho años. De allí surgió Basilea III, que aumentó las ratios de capital de los bancos y les impuso más controles, como los famosos test de estrés. El objetivo era crear una nueva arquitectura financiera mundial que evitara otra recesión como la de 2007-2009.

"La regla Volcker consiste en limtar el tamaño de los bancos y restringir sus actividades de riesgo"

En el ámbito nacional, Obama encargó a los legisladores Dodd y Frank que elaboraran una ley –con la ayuda de los asesores Larry Summers, exsecretario del Tesoro con Clinton y Paul Volcker, expresidente de la FED– específicamente orientada a regular el sistema financiero norteamericano, origen de la crisis. Resumiendo, la ley –llamada Reforma financiera Dodd-Frank y aprobada por el Congreso en julio de 2010– aumenta los requerimientos de capital de los bancos, vuelve al espíritu de la Ley Glass-Steagall (1933, en plena Gran Depresión), que separaba la banca comercial de la banca de inversión y que fue abolida en 1999 y, sobre todo, instituye la Regla Volcker, es decir, la propuesta de ley de reforma del sistema bancario que lanzó el gobierno de Obama en 2010. Esta consiste en limitar el tamaño de los bancos y restringir sus actividades de riesgo: prohibe operaciones que buscan ganancias rápidas, pero ofrece exenciones para suscribir y construir mercados de valores, además de cubrir riesgos. También se incluye un programa para garantizar que los bancos no hagan operaciones propias haciéndolas pasar como cobertura. Entre otras medidas, establece un límite de 3% del capital total de los bancos, para aportar capital a fondos de inversión alternativa o realizar operaciones a corto plazo con la cartera propia para su beneficio y les exige llevar un registro más exhaustivo de sus actividades. Asimismo, impide a cualquier banco que capte depósitos garantizados por el Estado; tener hedge funds, o fondos de private equity o comprar y vender títulos por cuenta propia (en particular, hipotecas subprime). Con estas medidas, se quiere evitar que se creen entidades demasiado grandes para quebrar y que obliguen al Estado a salir siempre a su rescate, como ocurrió en el 2009. Escribí, en 2010, que lo esencial era que los bancos no pudieran realizar inversiones arriesgadas con el dinero de sus clientes comerciales (depósitos, hipotecas, etc).

No fui el único que defendió esta legislación que, el viernes 3 de febrero de 2017, el presidente Trump derogó de un plumazo con la simple firma de un decreto/página. La ley de Obama tenía más de 2.500 folios y, cuando dejó de ser presidente, había sido desarrollada mediante reglamentos, en un 60%. Por toda explicación, Trump –que basó parte de su campaña electoral en demonizar a los bancos de Wall Street, cuyos líderes ocupan ahora puestos en su administración– dijo que “por culpa de esa ley, amigos míos no pueden pedir créditos, debido al exceso de regulaciones”. A Trump le traicionó el subconsciente, porque firmemente creo que, realmente, estaba hablando de sí mismo: tras cinco bancarrotas y seis suspensiones de pagos, a Trump, en Wall Street, no querían verle ni en pintura, porque siempre iba a pedirles dinero... ¡para rescatarle de la ruina!, que es precisamente lo que la ley Dodd-Frank (ahora derogada) pretendía evitar. Claro que, como publiqué en estas páginas hace un año, hoy, como desde 1840, muchos de los cargos de la Administración Trump, los ocupan directivos de Goldman Sachs. Por algo será.

"Trump está contribyendo aceleradamente a crear otra tormenta perfecta, de la que los expertos ya avisaron"

Hay consenso en derecha e izquierda en que derogar esta ley es mala idea. Dar rienda suelta a los bancos americanos podría desembocar en otra recesión económica con origen financiero. No me crean a mí. Confíen en el republicano Ben Bernanke, ex presidente de la FED (The Courage to act); en Lawrence Jacobs (FED power: how the finance wins); en Mervyn King, exgobernador del banco de Inglaterra (The end of alchemy: money, banking, and the future of the global economy), en Mohamed A. El-Erian exCEO de PIMCO (The only game in town: central banks, instability and avoiding the next collapse), Timothy Geithner, exsecretario del Tesoro (Stress Test: reflections on financial crisis). Puedo seguir ad infinitum. No cito a Krugman, Piketty y Stiglitz por no introducir un sesgo progresista. Pero la realidad es que todos aquellos autores –muchos, de derechas– concluyen en sus libros, publicados exactamente un poco antes de que Trump tomara posesión como presidente- que, con otra desregulación financiera como la de 1999, sin Dodd-Frank, ignorando los tratados internacionales (Basilea III, por ejemplo) y prohibiendo a la presidenta de la FED, Janet Yellen, acudir a las reuniones financieras internacionales “por estar sesgadas contra América y no tener transparencia”, Trump está contribuyendo aceleradamente a crear otra tormenta perfecta, de la que los expertos citados –y otros muchos– avisaron hace meses.

Trump está creando las condiciones para, sin comercio mundial, proteccionismo económico y desregulación financiera, el mundo esté abocado a una nueva recesión. Como dice el refrán popular: “aún no hemos salido de una y nos metemos en otra”.

Jorge Díaz Cardiel es socio director Advice Strategic Consultants. Autor: ‘El legado de Obama y Hillary vs Trump.

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