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El Foco
Tribuna
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Trump: del ‘América, primero’ al solamente América

Con su frenética actividad firmando decretos se ha convertido en el presidente más hiperactivo desde 1900

Thinkstock

Ayer se cumplió el primer aniversario semanal desde que el presidente Trump se sentó en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Para sorpresa de medios progresistas (The New York Times) y conservadores (Wall Street Journal), pasados siete días, ambos periódicos reconocieron que Trump ha batido récords: el viernes, llegué a la conclusión de que, con la frenética actividad de Trump firmando decretos, se había convertido en el presidente más hiperactivo desde 1900. El sábado continuó tomando decisiones en todos los ámbitos de la Administración. Para asegurarme de que Trump ha actuado más que ningún presidente desde George Washington, en tan poco tiempo, acudí a tres libros de referencia, donde se explica minuciosamente la actividad de cada uno de ellos: Our Country’s Presidents: All You Need to Know About the Presidents, From George Washington to Barack Obama, de Ann Bausum; The Politics Presidents Make, de Stephen Skowronek, y The President’s Club, de Michael Duffy y Nancy Gibbs. Estas obras, ya estudiadas, refrendaron lo que los periódicos afirmaban: Trump, el hiperactivo, el hombre que actúa; quien hace que las cosas sucedan y, además, con rapidez.

Un total de 19 decretos-ley con los que, por ejemplo, pretende desmontar la reforma sanitaria de Obama; empieza a construir el muro con México –en realidad, el muro ya existía, fruto de Administraciones demócratas y republicanas, con tres componentes según el terreno: muro, valla y alambre de espinos–; endurecimiento de las leyes de inmigración, soliviantando, por igual, a las empresas tecnológicas y los defensores de los derechos humanos: empiezan las expulsiones de inmigrantes (ilegales y legales). Como todos somos personas, da igual que se trate de un ingeniero indio que trabaja para Google y Microsoft o de una familia de paquistaníes con un pequeño negocio en Brooklyn. Prohibición de entrada en Norteamérica a personas de siete países de mayoría musulmana. El tratado de libre comercio en Asia Pacífico (TTP), difunto: a partir de ahora no habrá tratados multilaterales, sino bilaterales, en los que siempre América saldrá ganando. Apoyo sin fisuras a Israel: construcción de asentamientos prohibidos por la ONU y propuesta de trasladar la Embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén. En línea con su promesa electoral, ha firmado el decreto que recorta fondos para las ONG pro choice.

"La UE no existe, pero Reino Unido, sí. Como en los mejores tiempos de Reagan- Thatcher, Trump y May se entendieron en casi todo”

La Unión Europea no existe, pero Reino Unido, sí. Como en los mejores tiempos de Reagan-Thatcher, Trump y Theresa May parecieron entenderse en (casi) todo. Lógicamente, May quiere un acuerdo comercial con América que sustituya al europeo y Trump desea ganar un punto diplomático, al tiempo que desprestigia y humilla a la Unión Europea. May es ciega o no es consciente de ser un peón de Trump. Ambos acuerdan continuar las sanciones a Rusia, por la invasión a Crimea, el mismo día en que Trump tranquiliza a Putin por teléfono. El acuerdo de no proliferación con Irán, a la basura. Enrique Peña Nieto, presidente de México, tras las humillaciones de Trump y la rebelión de su pueblo en casa, cancela su visita de esta semana a Washington. Ningún problema: Trump le llama por teléfono y le pasa la mano por el lomo. En la rueda de prensa, y en la misma frase, Trump insulta a los mexicanos, primero, y, después, dice que les ama. El famoso Keystone XL Pipeline que llevará petróleo y gas desde Canadá hasta Florida –parado por Obama– se vuelve a construir y cuando Trump sabe por los sindicatos que el acero para fabricarlo viene de China, cambia el decreto para que el acero sea norteamericano.

Esta hiperactividad tiene consecuencias, dentro y fuera, máxime cuando Trump aún no tiene Gabinete y está rodeado de un grupo de fieles que no siempre se llevan bien entre sí o están totalmente de acuerdo. Steve Bannon (estratega jefe y consejero sénior del presidente) insulta a los medios y les manda callar, versus Kellyanne Conway, consejera del presidente, que dedica el domingo a conceder muchas entrevistas a los medios, para templar gaitas. Trump solo, junto a cinco consejeros y tres miembros del Gobierno, tomando decisiones a mansalva, a ritmo de tuit. Obama dedicaba las noches a estudiar papeles y las madrugadas a escuchar a sus asesores. No Trump, que enfada a los mandatarios de México, Canadá, Alemania y Francia; provoca manifestaciones y caos en los aeropuertos, en contra de sus políticas migratorias, y deja boquiabiertos a los legisladores republicanos porque –vaya por Dios– no les ha consultado. Ellos, que se quejaban porque Obama usaba demasiado sus poderes ejecutivos, se sienten ninguneados por un presidente republicano que no se molesta en preguntarles su opinión. Se quedan sin palabras cuando Trump evoca la tortura y las cárceles de la CIA. Solo Paul Ryan –líder de la Cámara de Representantes– se opone. Mitch McConnell, cuya mujer sirve en el Gobierno de Trump, y él lidera el Senado, murmura con la boca pequeña.

"Cuando nombre un juez para el Tribunal Supremo, los tres poderes del Estado estarán en sus manos"

¿Qué filosofía política sustenta la actividad de Trump? En A World in Disarray: American Foreign Policy and the Crisis of the Old Order, de Richard Haass, y World Order, de Henry Kissinger, se habla de un nuevo orden mundial nacido tras la Paz de Westfalia, renovado tras la Segunda Guerra Mundial: organismos, tratados, bloques multilaterales asegurarán en el comercio, la economía, la diplomacia, etc., que unas naciones se apoyen a otras y no haya una tercera guerra mundial. Clinton, Bush y Obama creían en ello y dieron alas al G-20 y a la ONU, por ejemplo.

No es el caso de Trump –ignoro si ha leído a Kissinger y a Haass–, que claramente ha dicho que no cree en esas ineficaces instituciones. Trump venía a cambiar Washington, América y el mundo. Publiqué hace meses en este diario que Trump va en serio. El poder legislativo –incluso el que le apoya– es mero espectador. Los demócratas sin Clinton no tienen líder. La potencia económica y militar norteamericanas ponen en alerta a India, Rusia y China. Por no hablar de Europa, desprotegida, o del mundo musulmán. En su primera semana, la motivación de Trump no ha sido America, first, sino America, only. Cuando Trump nombre un juez para el Tribunal Supremo, los tres poderes del Estado estarán en sus manos.

Jorge Díaz-Cardiel es director de Advice Strategic Consultants. Biógrafo de Obama. Autor de Hillary vs. Trump.

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