Europa y el nuevo escenario mundial
Crear ciudadanos europeos no consiste en hacer seres uniformes que supongan la simbiosis de las variables raciales y culturales
La Unión Europea se encuentra ante un nuevo momento fundacional de su historia. El proceso de reflexión lanzado en Bratislava culminará el próximo mes de marzo, coincidiendo con la celebración del 60 aniversario del Tratado de Roma. No obstante, ni en Bruselas, ni en las capitales europeas se han planteado a los ciudadanos los avances de esa reflexión o se ha pedido a la ciudadanía la participación en dicho debate. A excepción del Movimiento Europeo italiano, que ha lanzado una iniciativa para un nuevo despegue de Europa a través de la renovación democrática y social, las organizaciones europeas, en general, no han mostrado ningún tipo de interés por el debate. Probablemente, la mayoría de europeístas estén más preocupados por el ambiente general que se respira tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE UU, así como por la incertidumbre que suscitan los resultados de las próximas elecciones en Francia, Alemania y Países Bajos.
Es cierto que, con las incógnitas que genera este escenario, es difícil concentrarse en el diseño del modelo de la Europa que queremos para nuestro inmediato futuro. Sin embargo, no es el momento de dejar pasar el tiempo. Más bien al contrario. La llegada de Donald Trump nos obliga a inventar nuestro propio modelo de desarrollo, al margen de lo que decida para su país el nuevo presidente estadounidense.
Desde 1941, Estados Unidos ha sido un modelo para nosotros. Los norteamericanos se comprometieron, entonces, sin tener en cuenta su esfuerzo y sufrimiento, por la libertad del mundo. Ellos pusieron en marcha iniciativas económicas (Plan Marshall), monetarias (Bretton Woods) y militares (OTAN) para asegurar la estabilidad y la cooperación internacional y, en particular, la europea.
La década de los años 80 marca una progresiva inflexión de este compromiso, que fue decayendo, con el paso de los años y de los sucesivos presidentes norteamericanos y que, desde el reciente cambio presidencial en Estados Unidos, va a pasar a mejor vida.
"Los problemas que el neocapitalismo ha ido generando en la sociedad europea están en el origen de la expansión de los partidos xenófobos europeos, cuya amenaza se refuerza con la llegada de Trump"
Los problemas que el neocapitalismo ha ido generando en la sociedad europea están en el origen de la expansión de los partidos xenófobos europeos, cuya amenaza se refuerza con la llegada de Trump. Los logros conseguidos en Europa desde la creación de la Comunidad Europea gracias al modelo de bienestar social, corren el riesgo de desaparecer. Las desigualdades económicas y sociales generan violencia, miseria y degradación moral, y el egoísmo se va erigiendo en dogma social. La concentración de la riqueza en unos pocos y la acumulación de prebendas fiscales en los más ricos, está provocando gran cansancio en la ciudadanía. A este panorama tenemos que añadirle que Donald Trump ha elegido, para su país, una estrategia aislacionista y proteccionista que obligará a los otros países a replegarse.
La situación no es fácil, pero el momento es idóneo porque el riesgo de deconstrucción es patente. En los últimos diez años, las políticas de austeridad han frenado las inversiones en la economía real, han agudizado las desigualdades, han provocado la precariedad y han desestructurado el modelo social europeo.
Es tiempo de que nosotros, los europeos, inventemos y defendamos nuestro propio modelo económico y social y que, a diferencia de los Estados Unidos de Donald Trump, colaboremos por la prosperidad global.
Europa, como bien señala el Manifiesto del Movimiento Europeo italiano, es tierra de derechos, bienestar, cultura e innovación. Por la historia que le ha tocado vivir, debe retener los valores inestimables de acogida, paz, igualdad y convivencia.
No se trata de hacer “más Europa”, como preconizaba la propaganda de los tiempos de auge económico, sino que se trata de hacer una Europa mejor, más cercana al ciudadano, más inteligible, más transparente y respetuosa con las tradiciones sociales y culturales que la enriquecen. Ya hemos comprobado que crear ciudadanos europeos no consiste en hacer seres uniformes que supongan la simbiosis de todas las variables raciales y culturales. Se trata simplemente de concienciarse de que el respeto por la diversidad nos hará mejores personas y nos ayudará a construir un modelo que sea respetuoso y respetado en el mundo globalizado que nos toca vivir.
Agustín Ulied es profesor del departamento de Economía de Esade Business and Law School. Miembro del Team Europa.