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Con Trump llega la era de la fusión sin sinergias

Las fusiones serán “transformativas” y presumirán de mantener empleos, no de reducir costes

Toma de posesión de Donald Trump, el viernes en Washington (EE UU).
Toma de posesión de Donald Trump, el viernes en Washington (EE UU).REUTERS

Si existiera un instrumento para medir la dirección de los vientos políticos, estaría en la caja de herramientas de Stanley Black & Decker. El fabricante de destornilladores y sierras circulares, valorado en 17.000 millones de euros, ha empezado el año redactando una transacción prototipo para la era Trump: el de la compra de la marca Craftsman a Sears.

En el comunicado de prensa aparece tres veces la palabra “empleos”, como en: “Pretendemos ampliar nuestra impronta manufacturera en EE UU. Esto aportará empleos en EE UU, donde hemos aumentado nuestra plantilla para producción en un 40% en los últimos tres años”. No aparecen las palabras ahorros ni recortes.

Es el amanecer de la era de la inmaculada concepción de fusiones y adquisiciones (M&A). Para mantener en auge las uniones corporativas, las empresas tendrán que evitar el conflicto con la obsesión de Trump por la preservación y la creación de empleo. Eso significa que las “sinergias” se quedarán fuera y abundarán justificaciones más vagas como “transformación”. Puede que lo paguen los accionistas.

Eso puede dar esperanza a AT&T, cuya compra de Time Warner cayó en Bolsa por la ausencia de ahorros en el horizonte

La compra de Craftsman, por 850 millones de euros, puede ser una excepción, ya que tiene sentido financiero para los inversores sin tener que despedir trabajadores. Pero, de hecho, es una imagen especular de la fusión de 2009 entre The Stanley Works y Black &Decker, que, entonces, resaltaron los beneficios financieros tangibles para los accionistas.

La palabra sinergia, en singular o en plural, aparecía siete veces en la nota de prensa. Los costes aparecían ocho veces. La fusión consiguió ahorrar 470 millones de euros, muy por encima de los 330 millones prometidos. En su momento lo definí como “casi el acuerdo perfecto”. Los inversores estuvieron de acuerdo: el precio de las acciones se ha cuadruplicado desde entonces. Para ello, Stanley Black & Decker ha despedido a unos 4.000 empleados de los 38.000 que tenían.

Todo eso ocurrió antes de que Trump fuera elegido por su promesa de mantener y atraer buenos trabajos manufactureros, como los que promete ahora el fabricante de herramientas. No es exagerado predecir que el magnate seguirá usando el intimidador púlpito de la Casa Blanca para avergonzar a las compañías que recorten empleos en pos de los resultados.

Puede haber más adquisiciones de empresas estadounidenses por rivales extranjeros deseosos de construir cabezas de puente

Trump ha utilizado Twitter para aporrear a United Technologies, Ford y otras empresas para que mantengan el empleo del país. Los directivos de las compañías deberán contemplar la posibilidad de un bombardeo verbal por su parte. Puede que eso no necesariamente acabe con las fusiones, pero las volverá más difíciles, si implican despidos. El implacable enfoque de Trump en el empleo obligará a las empresas que quieran fusionarse a buscar justificaciones distintas a las típicas “sinergias de costes”.

Eso puede dar esperanza a AT&T de que la compra de Time Warner por 80.000 millones de euros tenga alguna oportunidad. Las acciones de la telefónica cayeron, antes de que Trump fuera elegido, en parte por la ausencia de sinergias que permitieran hacer recortes. Trump ha puesto en duda el acuerdo, pero el CEO de AT&T, Randall Stephenson, se reunió con él la semana pasada. Un portavoz del magnate dijo que las conversaciones se centraron en la creación de empleo, no en Time Warner. La falta de recortes en la operación puede ser una bendición para Stephenson, aunque no lo sea para sus accionistas.

Son de esperar más operaciones promocionadas como transformativas, aunque eso a menudo es un reflejo del deterioro del negocio de la adquirente, como en el caso de AT&T. Asimismo, persistirán las compras de fabricantes específicos, como de compuestos farmacéuticos o productos de consumo, por parte de entidades más grandes con fuertes máquinas de ventas y comercialización. Y puede haber más compras de negocios tangenciales, como la de una cadena de pizzerías por el minorista Urban Outfitters.

Por último, puede haber más adquisiciones de empresas estadounidenses por rivales extranjeros deseosos de construir cabezas de puente en el mercado más rico del mundo. Eso es lo que ha hecho el japonés Takeda Pharmaceutical con la compra por 4.900 millones de euros de la biotecnológica Ariad. Takeda gastó un 75% más de lo que los inversores pensaban que valía, y ahora los dueños del comprador son un 4% más pobres. Difícilmente será el peor resultado de la era sin sinergias.

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