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Gestión

Si no ha fijado sus objetivos para 2017, hágalo ya

El final del año es un momento oportuno para reflexionar sobre el futuro de la empresa. Pero ponerse metas ambiciosas es el primer error

Thinkstock
Javier García Ropero

Las fiestas navideñas y el inicio de un nuevo año suelen ser un momento propicio para la reflexión. Se lanzan nuevos (y viejos) propósitos: los gimnasios se vuelven a llenar, este año sí se va a dejar el coche en casa para apostar por el transporte público, se le va a pedir al jefe ese aumento tan perseguido... El transcurso del año pone a prueba la consistencia de esos planes, que también se llevan a cabo en las empresas. Eso sí, en otra esfera.

Pese a lo tópico de estas fechas, estas sí que resultan un momento propicio para pensar en los objetivos del año entrante y de los caminos que hay que elegir para alcanzarlos. No solo por la propia finalización del ejercicio fiscal, que requiere de un planteamiento de nuevas metas a alcanzar, sino también por llevar a cabo un necesario ejercicio de introspección sobre el tipo de empresa que se quiere ser, y el estilo de liderazgo que se quiere ejercer. “La Navidad es una excusa que hay que aprovechar. Pero no llegará a ser más que un pretexto si después no se pone el esfuerzo necesario. Hay que tener talante y el talento”, explica el profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones en IESE Guido Stein, quien añade que lo importante, además de plantearse nuevas metas, “es acometer esos planes y transformarlos en una realidad”

El profesor del área de dirección de personas de Esade Ceferí Soler, cree que este es el mejor momento para reflexionar. “Cualquier empresa de cualquier nivel y tamaño tiene unos objetivos. Y estos se acaban al finalizar el año. Es el momento de hacer balance y de analizar qué es lo que hemos conseguido, y cómo nos planteamos lo que queremos conseguir durante el año que va a empezar”, apunta.

Soler explica además que son unos días propicios para reconocer el trabajo de quienes han conseguido con éxito los objetivos planteados.Su testimonio, apunta, servirá de inspiración y de motivación para lo que está por llegar. “Convocar a esa gente que es fuente de aprendizaje, y que expliquen sus métodos de trabajo a los demás. Esto, además, refuerza la identidad y el vínculo que tiene la gente con su empresa”, describe el profesor.

El poder de saber escuchar

La fijación de los objetivos más importantes de la empresa suele ser responsabilidad de un comité de dirección o, en su caso, de un consejero delegado. Pero al hacerlo, contar con las opiniones de otros trabajadores es fundamental para poner metas realistas y adaptadas a lo que pide la realidad de la empresa.

“Hay gente que, aunque sean altos cargos, también se equivocan. Y lo peor es que no lo reconozcan”, explica el profesor de Esade Ceferí Soler, quien añade:“Hay que escuchar a la gente. Con los que más sepan en su territorio. Si las personas se sienten parte de las decisiones que toma la empresa, si están a gusto en el trabajo, si están motivadas, van a darlo todo”. Estas fechas también pueden ser un buen pretexto para revisar la situación de algunos empleados. La base en esos casos debe ser la evaluación de su desempeño... y también la escucha.

Hecho esto, toca ponerse las nuevas metas. Si la empresa goza de una planificación estratégica, los objetivos más estratégicos estarán definidos de antemano. Eso sí, ahora son días para actualizarlos, establecerse nuevas metas y, sobre todo, establecer un orden. Para Guido Stein, “un directivo eficaz es alguien que se concentra en unas prioridades. En el mundo de la dirección hay una máxima, y es que la concentración es el bien y la dispersión es el mal”. El profesor del IESE añade que el ejecutivo “debe ponerse objetivos, un plazo, y autoevaluarse o que le evalúen. Y volver a empezar. Tiene que priorizar, y eso en parte dependerá de él y de lo que la realidad te pide”.

Pero trazarse esos nuevos objetivos no es tan fácil como parece. “Cuando se quiere mejorar, desarrollarse, o marcarse nuevas metas, es importante no hacerlo de forma demasiado ambiciosa”, opina Diego Vicente, profesor de Comportamiento Organizacional de IE Business School. “Que sean algo breves, que puedan darte moral y motivarte para objetivos que puedan venir después. El incumplimiento de los propósitos suele venir por ser demasiado ambicioso, y no hay nada que desmotive más que eso”, añade Vicente.

El experto del IE enumera cinco condiciones por las que se debe regir la fijación de objetivos, y que resume como la regla Marte: M de medición, “decir que voy a ser mejor profesional no es algo medible. Que voy a intentar mejorar un 2% las ventas, sí”, explica; A de alcanzable, que se pueda conseguir; R de retador, “que conseguirlo suponga una cierta exigencia”;T de tiempo, marcarse unos plazos realistas para su consecución y respetarlos,y E de específico, que sea lo más concreto posible. Una de ellas, la del tiempo, es la que más puede sufrir el rigor del día a día. “Es muy habitual no respetar los plazos. En la era del cortoplacismo, se quieren obtener resultados inmediatos y al precio más bajo, añade Diego Vicente.

De ahí que la evaluación y el seguimiento deba dejar un cierto margen para sacar las primeras conclusiones. “Hay empresas que lo hacen cada mes. Esto causa más presión y puede llegar a ser desagradable”, opina el docente de Esade Ceferí Soler. Incluso David Vicente sabe de casos donde la revisión es diaria. “Es una pesadilla constante. Los objetivos están para cumplirlos, pero hay que hay dejar cierto margen para que se pueda trabajar en ellos”.

Sobre la firma

Javier García Ropero
Redactor de la sección de empresas, especializado en distribución, gran consumo y economía del deporte. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Especialista en información económica de la UIMP. Desarrolla su carrera en CincoDías desde 2011 tras haber pasado por El Mundo y Vocento.

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