Una cartera lista para un año volátil
Tras un año de sobresaltos que casi podría ilustrarse con la imagen de un rally, inversores y analistas buscan la fórmula óptima para componer una cartera de valores capaz de afrontar los baches y turbulencias del ejercicio 2017 y batir a los selectivos en busca de rentabilidad. La subida de tipos de interés aprobada por la Reserva Federal de EE UU (Fed) ha puesto punto y final a un año caracterizado por una elevada volatilidad, tanto por factores económicos como geopolíticos. Tras un inicio de ejercicio marcado por la inestabilidad de China y la fuerte caída del petróleo, los mercados se han visto sacudidos, primero, por la inesperada victoria del brexit en Gran Bretaña y después, por el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EE UU. El Ibex 35, por ejemplo, cayó el pasado mes de junio hasta los 7.645 puntos, el mínimo en tres años, y ahora alcanza ya los 9.300. Pese a los vaivenes, los expertos siguen apostando por invertir en renta variable el año que viene, tanto por la mejora del clima macroeconómico como por el apoyo de la política monetaria y la posible ayuda fiscal. La Bolsa seguirá así resultando más atractiva que la deuda pública o corporativa, a lo que contribuirá la mejora de los resultados empresariales, el repunte de la inflación, impulsada por la recuperación del crudo, y los movimientos corporativos.
Tanto el cambio de política de la Fed como el brexit y el triunfo de Trump se harán sentir en 2017, por lo que conviene tenerlos en cuenta a la hora de elaborar los posibles escenarios de inversión. En el caso del brexit, Europa se prepara para comenzar el próximo mes de marzo –fecha que el Gobierno británico ha señalado para activar el artículo 50 del Tratado de la UE– las negociaciones de su primera escisión en 60 años. Dado que persisten las dudas y rumores sobre cuál será el modelo finalmente elegido por Reino Unido –un brexit duro o uno blando y progresivo– y que las conversaciones serán largas y complejas, no es osado aventurar que las incógnitas sobre la economía británica seguirán provocando volatilidad. Los analistas saldan la factura de la salida en más de 50.000 millones de euros.
Otro tanto ocurre con la recién inaugurada era Trump. Pese a conocerse ya el equipo del nuevo presidente, es pronto para aventurar cuáles serán las políticas concretas y cómo afectarán a la economía global, aunque todo apunta a una mayor dureza respecto a la política comercial. En cualquier caso, la subida de tipos en EE UU coloca a priori a las cotizadas europeas en una situación más ventajosa que las estadounidenses, dado que operan en un entorno de tipos laxos, con un euro débil y valoraciones que siguen siendo más atractivas. Por sectores, la banca –que ha visto penalizados sus márgenes por la política de tipos bajos de interés– es uno de los más beneficiados, con valores como Santander, Bankinter o Bankia. También mercados cíclicos, como el de las hoteleras; valores defensivos, como Enagás, Iberdrola o Grifols y compañías de mediana y pequeña capitalización, como Euskatel, Miquel y Costas o Ence ofrecen oportunidades. Por el contrario, los grandes perdedores de la decisión de la Fed son los mercados emergentes, golpeados por la caída de las materias primas y la apreciación de sus divisas, que suele ser paralela a la del dólar.
Europa cuenta con su propia cartera de riesgos geopolíticos, entre los que destacan las citas electorales de Holanda, Francia y Alemania, el temor –especialmente en los comicios holandeses– al auge de los movimientos populistas y los problemas en algunas entidades financieras europeas. La estrategia para el inversor pasa por apostar sobre valores concretos, elegidos cuidadosamente en función del sector y las previsiones de la compañía. Entre las empresas españolas con mayor potencial y más recomendadas para 2017 figuran socimis como Merlin Properties, telecos como Telefónica, entidades bancarias como Santander, Bankia o Popular, hoteleras como Meliá y NH, así como gasistas y eléctricas. La evolución de todos estos valores dependerá de un conjunto de factores cuya influencia a medio plazo es difícil de calibrar. La clave, precisamente por ello, es combinar prudencia y diversificación ante un escenario que, como mínimo, presenta muchas oportunidades, pero también trazas de una elevada volatilidad.
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