Un escudo monetario sobre Europa
Fráncfort continúa viendo nubes sobre las economías europeas
La decisión del Banco Central Europeo (BCE) de prorrogar su programa de compra de deuda hasta finales de 2017, lo que supone una inyección de 540.000 millones de euros más, constituye una señal de que Fráncfort continúa viendo nubes sobre las economías europeas. En lugar de los seis meses esperados, el organismo alargará el programa nueve, aunque a partir de abril reducirá las compras mensuales desde los 80.000 millones de euros actuales a 60.000. Como explicaba ayer su presidente, Mario Draghi, la decisión de extender las compras es la respuesta a un escenario en el que se aprecian signos de inestabilidad política y económica con potencial suficiente como para producir desequilibrios financieros.
Todo apunta a que la recuperación de la actividad en la zona euro seguirá siendo moderada, con unas previsiones de crecimiento del 1,7% del PIB este año y el próximo, y del 1,6% para 2018 y 2019. Pese a que el riesgo de deflación ha desaparecido del horizonte –lo que ha posibilitado que el BCE pueda anunciar la futura reducción de su volumen mensual de compras–, el objetivo de una inflación en el entorno del 2% está todavía lejos. El propio Draghi reconocía ayer que más allá del ámbito de la energía, no hay señales de alza en los precios.
A esas variables hay que sumar riesgos geopolíticos como el escenario que ha dejado el referéndum italiano o los resultados de las elecciones del año que viene en Francia, Alemania y Holanda. En el caso de Italia, hay que tener en cuenta la profunda crisis sistémica de la banca transalpina y el modelo de solución que se adopte para resolverla. Pese a que Draghi recordó que los mercados han resistido bien el efecto inmediato de acontecimientos como la victoria de Donald Trump en EE UU o el sí al brexit, la factura a medio y largo plazo que puedan traer consigo apenas ha comenzado a esbozarse.
Más allá de que esos riesgos se traduzcan en mayores o menores turbulencia, el anuncio del BCE constituye una prórroga del escudo financiero que el organismo ha desplegado sobre la zona euro. Draghi está utilizando los recursos de la política monetaria como muletas para sostener unas economías cuyo crecimiento resulta todavía excesivamente frágil. El presidente del BCE ha recordado en numerosos ocasiones a los Gobiernos europeos la necesidad de acometer reformas estructurales que flexibilizan los mercados y estimulen la actividad, así como planes de inversión pública más ambiciosos en los países que puedan permitírselo. Mientras no se avance en estos cambios, no siempre fáciles ni populares, Europa tendrá difícil impulsar una recuperación anémica y necesitará contar con las inyecciones periódicas de Supermario.