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Tribuna
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El año peligroso de Europa

Renzi debe permanecer en el Palacio Chigi y Austria, resistir la tentación de adelantar las elecciones generales

En 2016, las principales economías desarrolladas registrarán tasas de crecimiento decentes e incluso notables en el caso de EE UU, España (3,1%), Polonia (3%) y Reino Unido (2%). La primera potencia mundial creció a un ritmo anual del 2,9% en el tercer trimestre y ha alcanzado el pleno empleo con una tasa de paro del 4,9%. Durante la presidencia de Obama, el sector privado ha creado 14 millones de empleos y el poder adquisitivo de la paga semanal de un empleado medio ha subido un 4,4%. Pero las clases medias y bajas no se han recuperado anímicamente de la pérdida de activos (17 billones de dólares) provocada por la gran recesión, que asestó un durísimo golpe a sus planes de pensiones y fondos de inversión y causó depreciaciones y pérdida de propiedades inmobiliarias.

Desde 2009, EE UU atraviesa el periodo más largo de creación ininterrumpida de empleo de su historia, y se ha generado riqueza superior a los 17 billones. Pero la población acusa el esfuerzo realizado y lo contrasta con el incremento del 152% de los beneficios empresariales. Disgustada por la deslocalización de empleos a países emergentes, la competencia de inmigrantes en el mercado laboral y la creciente desigualdad, parte de la ciudadanía en Europa también protagoniza una revuelta contra la globalización, rechazando los mensajes de moderación y políticamente correctos de los medios de comunicación y los políticos e instituciones tradicionales. Han encontrado un chivo expiatorio en la inmigración, el multiculturalismo y el libre comercio. Los descontentos con el sistema han logrado el brexit y que un empresario populista como Donald Trump se convierta en presidente de EE UU.

El campo de batalla de la lucha entre la democracia liberal y el populismo xenófobo se traslada a Europa. Tanto los movimientos antiglobalización como los especuladores desean que la derrota del referéndum de reformas constitucionales en Italia comporte la dimisión del primer ministro Matteo Renzi, el desplome en Bolsa de los bancos italianos e inestabilidad política en el país transalpino y la UE.

"De manera parecida a Trump, la UE y sus Gobiernos deben desplegar un programa que genere empleo y ofrezca resultados visibles"

El domingo, Norbert Hofer, candidato de la extrema derecha, probablemente vencerá en la elecciones presidenciales en Austria. El Tribunal Constitucional británico, en los próximos días, seguramente obligará al Gobierno de Theresa May a redactar una ley que deberá refrendar el Parlamento británico antes de activar el artículo 50. Esta circunstancia retrasará la negociación del brexit, haciéndola coincidir con las elecciones generales en los Países Bajos (marzo), las presidenciales y legislativas francesas (abril-junio) y las generales en Alemania en septiembre.

El extremista xenófobo Geert Wilders lidera las encuestas en los Países Bajos, y la victoria del candidato del centro-derecha François Fillon sobre Marine Le Pen en la segunda vuelta en Francia no está asegurada. Angela Merkel se mantendrá firme en su política de apertura sin límite a inmigrantes de Siria y Afganistán, lo cual beneficia al xenófobo y antieuropeísta partido Alternative für Deutschland. Theresa May quizás llame a los británicos a las urnas para incrementar su mayoría. Rumanía, en diciembre, y la República Checa, en octubre de 2017, también celebran elecciones generales.

Renzi debe permanecer en el Palacio Chigi aunque la derrota en el referéndum sea abultada, y el Gobierno austriaco resistir la tentación de adelantar las elecciones generales si se impone Hofer. En el frente político, los partidos tradicionales deben formar alianzas para evitar que los radicales asuman el poder.

Las instituciones europeas, con motivo del sexagésimo aniversario del Tratado de Roma en marzo, deben explicar con pedagogía que las aerolíneas de bajo coste, el mayor surtido de bienes en las tiendas, la liberalización de las telecomunicaciones, el espacio europeo sin fronteras o la conveniencia de una moneda única son frutos de la integración europea. De manera parecida a Trump, la UE y sus Gobiernos deben desplegar un programa que genere empleo y ofrezca resultados visibles: construcción de infraestructuras de transporte y energéticas; interconexión de redes eléctricas; fomento de energías renovables, eficiencia energética y sectores como la biotecnología, biomedicina o nanotecnología. Sería deseable retrasar los plazos de reducción de déficit público y aplicar más políticas de estímulo de la demanda. El sistema político europeo, el euro y los mercados sufrirán turbulencias. Pero con liderazgo y proyectos concretos, Europa puede superar sus desafíos.

Alexandre Muns Rubiol es profesor de EAE Business School.

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