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Inversión

Doce meses de infarto... tras doce meses de infarto

La coyuntura política mundial sacude los mercados de manera ininterrumpida Los latigazos son muy intensos pero de corta duración El BCE advierte que los inversores se han habituado al riesgo político y pueden equivocarse

Marine Le Pen, líder del Frente Nacional Francés.
Marine Le Pen, líder del Frente Nacional Francés. VINCENT KESSLER (REUTERS)

Has ta 35 veces aparece la expresión “incertidumbre política” en el último informe del Banco Central Europeo sobre estabilidad financiera, un documento que no suele centrar su atención en ese factor de riesgo.

El BCE detecta que desde mediados de 2013 el índice de estrés sistémico en la zona euro se ha ido tensando. Y aunque no alcanza los niveles de los momentos más agudos de la crisis del euro en 2012, presenta picos de tensión que disparan las alarmas. La novedad es que esta vez la causa de esos latigazos son casi siempre factores políticos tanto dentro como fuera de la UE.

El año 2016 arrancó con la incertidumbre sobre la formación de un Gobierno en España y termina con la posibilidad de que caiga el Ejecutivo en Italia y de que la extrema derecha euroescéptica se alce con la presidencia de la república en Austria. Por medio, la Unión Europea se ha enfrentado a la primera escisión de su historia, tras la victoria del brexit en el referéndum del Reino Unido del 23 de junio.

Y EE UU ha dado un vuelco electoral hacia el proteccionismo y el enfriamiento de los lazos transatlánticos con la victoria del republicano Donald Trump.

Más de un cronista podría describir 2016 como doce meses de infarto.El problema es que el calificativo se quedará enseguida manido porque el ritmo frenético de acontecimientos políticos parece llamado a repetirse en 2017.

Las elecciones en Holanda, Francia y Alemania (tres países que suponen el 56% de la economía de la zona euro), la apertura de las negociaciones para la salida del Reino Unido (prevista para marzo de 2017), la toma de poder de Trump (20 de enero) o las imprevisible derivas del presidente ruso, Vladimir Putin, y del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, auguran otros 12 meses en los que el mercado no podrá quitar ojo de la coyuntura política.

El BCE, sin embargo, sospecha que el inversor se está acostumbrando al riesgo político y empieza a minusvalorar el peligro real. Las sacudidas tras los recientes acontecimientos han sido intensas pero de muy corta duración.

España ha superado sus 10 meses de impasse político sin apenas repercusión en el crecimiento y con la prima de riesgo anestesiada por el plan de compra de deuda del BCE. En Reino Unido, la sacudida inicial fue tremenda pero la rápida intervención del Banco de Inglaterra permitió una rápida estabilización. Y la victoria de Trump en las elecciones del 8 de noviembre supuso una caída en el valor de los bonos a nivel mundial de un billón de euros, según el BCE, pero el contagio en Europa fue limitado.

En casi todos los casos, los mercados han vuelto a la normalidad rápidamente y todos los índices han recuperado o rebasado los niveles previos al batacazo. “Esta complacencia podría traducirse en una indebida asunción de riesgos por parte de los inversores”, advierte el informe del BCE sobre estabilidad financiera publicado el pasado jueves.

La próxima prueba de fuego llegará el domingo 4 de diciembre en Italia, con un referéndum vinculante y sin participación mínima requerida sobre la reforma de la Constitución. Los sondeos apuntaban a una victoria clara del Sí, pero se han dado la vuelta desde junio, después del brexit y del éxito de cinco Estrellas (que defiende el No) en las elecciones regionales italianas.

La victoria del No podría abrir una grave crisis política en la tercera economía de la zona euro y provocar, incluso, la caída del primer ministro, el socialista Matteo Renzi. La amenaza es tan seria que incluso algunos de los partidarios del No, como el ex primer ministro Mario Monti, pidieron el viernes que Renzi no dimita si su reforma constitucional sale derrotada.

El 4 de diciembre también se repetirán en Austria las elecciones a presidente de la República tras el fiasco de los comicios del pasado mes de mayo, en los que el candidato ecologista y proeuropeo, Alexandre Van der Bellen, se impuso por la mínima. Su rival, Norbert Hofer, líder del ultraderechista y euroescéptico partido FPO, impugnó la votación por ciertas irregularidades y los jueces exigieron la repetición.

En Austria, la presidencia de la república no tiene grandes poderes. Pero la votación se valora como un barómetro del impulso que el brexit y Trump puede dar a los grupos políticos alternativos en Europa, sobre todo de cara a la madre de todas las batallas electorales de 2017: las elecciones presidenciales de Francia en abril (primera vuelta) y mayo (segunda), con la ultraderechista y eurófoba Marine Le Pen en continuo ascenso.

El actual presidente francés, el socialista François Hollande, llega al final de su mandato con un índice de aprobación de sólo 15 puntos (en septiembre), menos de la mitad que Nicolas Sarkozy (37) poco antes de su derrota en 2012. Los socialistas barajan incluso cambiar de candidato, con el actual primer ministro, Manuel Valls, como posible opción.

Los conservadores, que este domingo eligen a su candidato, parecen tener más posibilidades de derrotar a Le Pen. El ex primer ministro de Sarkozy, François Fillon, o el alcalde de Burdeos, Alain Juppé, serán los encargados de plantar cara desde la derecha a la líder del Frente Nacional.

Antes que en Francia, la ultraderecha medirá sus fuerzas en Holanda, donde el partido de Geert Wilders, según los sondeos, apunta a un excelente resultado en las elecciones de marzo de 2017. En Holanda, uno de los seis países fundadores de la UE, el euroescepticismo avanza viento en popa con el objetivo declarado de repetir un brexit que ya se ha bautizado como nexit (netherlands exit).

El gobierno actual (alianza de liberales y socialistas) ya perdió el referéndum para ratificar el acuerdo entre la UE y Ucrania. Y parece a punto de verse obligado a convocar otra consulta sobre el CETA (acuerdo comercial de la UE con Canadá) como consecuencia de una iniciativa popular.

En otoño llegará el momento de Alemania, donde las aguas están mucho más calmadas, a pesar del ascenso de los euroescépticos de AfD. La canciller Angela Merkel aspira a obtener un cuarto mandato en las elecciones de septiembre. Y, de momento, nadie parece en condiciones de hacerle sombra.

Bruselas teme que Berlín no eche una mano

 

 

 

El desánimo cunde en Bruselas  ante el ascenso de las fuerzas euroescépticas en casi todos los países de la UE salvo España, Portugal o Irlanda. La Comisión Europea teme que la frágil recuperación económica añada combustible a esas fuerzas en una zona euro que desde 2009 crece por debajo de sus posibilidades (potential gap). El gabinete de estudios de la CE calcula que la zona euro seguirá al ralentí al menos hasta 2018, lo que arrojaría un potential gap negativo durante una década.

Bruselas estima que la Unión monetaria presenta ya los primeros síntomas de histéresis, es decir, una espiral negativa de la que puede ser muy difícil salir. La puntilla podría ser 2017, un año en el que, según los cálculos de la CE, la política fiscal del conjunto de la zona euro será neutral si los países que puedan permitírselo no revisan al alza sus partidas de gasto.

La CE se conformaría con un tímido estimulo equivalente al 0,5% del PIB de la zona euro. Pero Alemania, país al que va dirigida la petición, ya ha respondido con una coz verbal y con un proyecto de Presupuestos que por cuarto año consecutivo no añade ni un euro de endeudamiento. Curiosamente, según la CE, España fue el país que en

2015 y 2016 compensó con gasto la austeridad de Alemania. Pero no parece que en 2017 se vaya a repetir. Y si Berlín no toma el relevo, la política fiscal de la zona euro rozará de nuevo la contracción y dejará todo el estímulo en manos del BCE.

 

 

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