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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio de guardia: inflación y tipos altos

Hay que vivir con tipos de interés más altos, y ni invertir ni ahorrar será lo mismo desde ahora

Thinkstock

La elección del candidato republicano a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales de este mes ha acelerado un cambio radical en los paradigmas económicos que se estaba produciendo de forma muy lenta: la vuelta a tasas razonables de inflación y la recomposición de los tipos de interés a valores reconocibles, bien distintos al cero por ciento en el que se ha movido la economía en los últimos años. Como una piedra en un estanque, la llegada de Donald Trump el próximo 20 de enero al Despacho Oval en Washington, ha empezado a generar sucesivas ondas expansivas en las variables económicas que cambiarán el comportamiento de la inversión para los próximos años, y que bien pudieran desacompasar todavía más el ritmo de corrección de los desequilibrios y de recuperación de la actividad y del empleo establecido en el globo. Las decisiones del nuevo presidente de EE UU, al menos si aplica lo que en su programa ha anunciado, provocarán reacciones severas que muchas veces serán contradictorias en unas zonas del planeta y en otras, y que con tanta certeza pudieran acelerar la recuperación como generar una nueva crisis. Veamos.

Un programa de gran envergadura de inversión pública en infraestructuras, de medio billón de dólares, junto con una bajada de los impuestos a los estadounidenses y un alza en los salarios más bajos donde se concentra la mayoría del empleo del país es un auténtico cohete para la actividad en EE UU. Pero tendrá la contraindicación de la generación de inflación y déficit fiscal, con la consiguiente subida de los tipos de interés, tanto por parte de la Reserva Federal como del mercado primario y secundario de deuda, para combatirla. Esta decisión encarecerá al dólar y debilitará al resto de las divisas, que tendrán que reaccionar con alzas de tipos para evitar la fuga de capitales de las zonas emergentes y la importación masiva de inflación en las zonas maduras. Por tanto, el escenario de financiación de los negocios habrá cambiado de forma radical, con unos tipos muy superiores a los que las empresas (y los particulares y los Estados) están abonando ahora por sus pasivos, como ya esta semana se ha encargado de recordarnos el mercado con un desplazamiento de la curva de rendimientos de las emisiones de deuda en todos los países del mundo, un hecho que ya condiciona cada decisión ulterior y transforma los retornos esperados.

Pero si además Donald Trump estresa su programa comercial hasta el extremo de imponer elevados aranceles a las importaciones, paralizará los flujos comerciales y trastocará las rutas de las manufacturas en el mundo. Europa venderá menos a EE UU, y recibirá mayor cuota de productos, y más baratos, de China y otros emergentes, con una nueva oleada de deflación que no podrá combatirse con tipos bajos ni compras masivas de bonos.

Como todo a la vez sería una auténtica catástrofe para el devenir de la economía, no parece razonable pensar que ocurrirá, aunque nunca está de más un ejercicio de simulación para estar prevenidos. De momento, lo que el mercado ya ha dictado es que los tipos de interés a largo plazo, los que financian la economía, serán más elevados, y lo serán también en Europa, pese a que el BCE no había dado por resuelto, ni mucho menos, el riesgo de deflación ni la recuperación plena de la actividad. Hay que vivir con tipos de interés más altos, y ni invertir ni ahorrar será lo mismo desde ahora.

La mitad de la riqueza financiera de los españoles ha estado siempre en los depósitos, y han sido estos años las primeras víctimas de los tipos congelados, sirviendo de cómoda provisión de liquidez a la banca. Desde ahora recuperarán alguna rentabilidad, aunque hay que advertir que la inflación pasará su sigilosa factura para que nada sea lo que parece. Los bonos públicos y de empresa recuperarán atractivo si se mantienen a vencimiento, pero lo perderán si se liquidan en el secundario, puesto que el precio bajará; y las acciones recibirán los flujos de recursos que salgan de la deuda en la que había construida una peligrosa burbuja, aunque las compañías estrechen la cuenta de resultados por la factura financiera. Pero nada en la inversión cambia de manera lineal, y seguramente las buenas empresas dedicadas a los buenos negocios seguirán siendo buenas oportunidades para la inversión.

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