El bebé, atrás y en sentido contrario a la marcha
Es la forma más segura de llevar a los niños. Usar sistemas homologados y colocarlos bien aumenta su eficacia
Entre los múltiples accesorios que se necesitan para traer un niño al mundo, uno de los que más trabajo cuesta elegir es la silla de paseo. Hay las que son tres en uno: capazo, carrito y portabebé para el coche (el de los papás). Otros modelos solo ofrecen dos combinaciones posibles y te obligan a comprar aparte la tercera. Si tiene automóvil, le conviene escoger cualquiera que incluya grupo cero.
Así es como la normativa europea denomina a los sistemas de retención infantil (SRI) para niños de 0 a 10 kilos, por lo que el capazo entra en esta categoría, sin embargo, se asocia comúnmente al portabebé (entre los taxistas es frecuente escuchar que se refieran a él como Maxi-cosi, pero ese es el nombre de una marca que va camino de vulgarizarse, como gillette o futbolín).
Cuando su hijo crezca, tendrá que comprar una sillita del grupo 1 (de 9 a 18 kilos). A la hora de escoger, hay que tener en cuenta la orientación que tendrá en relación con la dirección de la marcha, ya que esta y la localización del niño en el vehículo aumenta la efectividad de los sistemas.
Según un reciente estudio de la Fundación Mapfre, los niños que van sentados en la parte trasera con el arnés puesto tienen un 15% menos riesgo de salir heridos en un accidente que los que van sentados en la parte delantera.
Asimismo, un pequeño de hasta cuatro años de edad que viaja en una sillita con arnés en sentido contrario a la marcha corre un 80% menos riesgo de sufrir heridas, mientras que si va mirando hacia adelante, esta seguridad se reduce al 50%.
“Los niños que utilizan un sistema adecuado a su peso, estatura y edad y aquellos que viajan en la parte trasera y en sentido contrario a la marcha lo hacen de forma mucho más segura que los que no llevan sujeción”, decía Jesús Monclús, director de seguridad vial de la Fundación Mapfre, en la presentación del estudio. “Los más pequeños deberían viajar mirando hacia atrás no solo hasta que cumplan uno o dos años, sino hasta los tres o cuatro”, añadía.
Los expertos en seguridad vial, los clubes de automoción y las asociaciones de consumidores han venido presionando a los fabricantes de SRI para que las sillas para niños, al menos de entre cero y dos años, solo puedan montarse dando la espalda al conductor.
Las cifras
25 niños de entre 0 y 14 años murieron en accidentes de tráfico en 2015, una reducción frente a los 37 de 2014.
98% es el porcentaje de niños de 0 a 12 años que utilizaban sistemas de retención en 2011, último año del que se tienen estadísticas.
69% de los niños que fallecieron en siniestros en 2015 utilizaban sistemas de seguridad infantil.
Por lo pronto, han conseguido que la nueva normativa de homologación ECE R129, que dentro de unos años sustituirá a la ECE R44 (hasta 2018 convivirán ambas), obligue a que los niños de como mínimo 15 meses puedan viajar mirando hacia atrás. “Afortunadamente, cada vez hay más asientos ECE R129 en el mercado”, asegura Monclús.
El experto opina que imponer la obligatoriedad absoluta en el corto plazo es complicado, ya que los fabricantes necesitan tiempo para adaptarse. “Cambiar una norma a nivel internacional puede llevar más de 10 años. Concienciar y promover el uso de las sillas que miran hacia atrás sería mucho más rápido si todos los agentes nos pusiéramos de acuerdo en impulsar estos sistemas”, mantiene.
A los padres les corresponde fijarse en que el sistema haya sido homologado, es decir, que un laboratorio independiente ha comprobado que cumple con los requisitos establecidos por los expertos internacionales para proteger al niño en caso de accidente.
Se trata de una etiqueta de color naranja que indica el nombre del fabricante, la norma bajo la cual se homologó y el país donde se efectuaron las pruebas, entre otros datos.
La responsabilidad de los padres no se agota con la compra. El uso correcto de los sistemas también condiciona su eficacia. Las pruebas de choque realizadas con maniquíes por la fundación demuestran que permitir que el niño viaje con holgura en el arnés o el cinturón de seguridad provoca daños considerables en la cabeza y el tórax.
A pesar de que la tasa de utilización de los sistemas de seguridad infantil en España es del 98%, gran parte de los asientos se usan mal, “algunos estudios hablan de dos de cada tres”, advierte Monclús.
¿Aló? Un taxi con sillita, por favor
Los padres que no tienen automóvil se enfrentan a sus propios problemas. El transporte público funciona bastante bien en la mayor parte de España, pero en algún momento necesitarán tomar un taxi. El problema es que estos no están obligados a llevar sistemas de seguridad infantil si circulan dentro de áreas urbanas. Las familias que no cuentan con sillita se ven forzadas a llevar al bebé en brazos, con el peligro que ello conlleva.
Según el estudio de la Fundación Mapfre, si un bebé de seis meses viaja en el regazo de un adulto, en caso de producirse un accidente sería automáticamente despedido hacia delante y se vería aplastado gravemente por la persona que lo lleva encima.
“La excepción general [de la que gozan los taxistas] debería eliminarse y dejarse únicamente para situaciones excepcionales, como una urgencia médica, por ejemplo”, afirma Jesús Monclús, director de prevención y seguridad vial de la fundación.
En la mayoría de ciudades se puede llamar por teléfono a un radiotaxi y pedir un vehículo que cuente con sillita. En cualquier caso, Monclús sostiene que la responsabilidad última de disponer del sistema de seguridad infantil debería de ser de los padres –“son sus hijos”–, sin embargo, concede que los taxistas también podrían disponer de vehículos con asientos elevadores integrados y de una sillita adicional en el maletero. “Si no todos, quizás se podría apoyar para que un número suficiente de taxis fueran kid-friendly o recomendados para niños”, argumenta.