La abuela asturiana que alimenta a media España
Las conservas Litoral nacieron en un barrio pesquerode Gijón en 1942 Al año producen 22 millones de latas, unas 10.500 toneladas
La fabada asturiana en conserva más internacional tiene sus orígenes en el barrio pesquero de Cimadevilla, en Gijón, hoy centro histórico, cultural y turístico de esta localidad asturiana. La empresa de conservas Litoral, bautizada así por su innegable conexión con el mundo marinero y la costa, nació en los primeros años de la década de 1940, cuando los señores García y Liñero comenzaron a fabricar, en este antiguo barrio gijonés, las primeras conservas de pescado. Eran tiempos de escasez, con una Guerra Civil que seguía en la memoria más inmediata de la sociedad, y en la que la comida no brillaba precisamente por su abundancia.
Debido a las buenas cifras de los primeros años –fue en 1942 cuando los primeros productos de la firma salieron a la venta– la compañía abrió las puertas, y también comenzó a elaborar, y vender, la mítica fabada asturiana, hoy insignia de la organización. Llamativamente, la fabada asturiana en lata, que también tuvo éxito en tierras españolas, encontró el mayor punto de demanda al otro lado del charco, en la isla de Cuba. Casualmente, por aquel entonces, habitaba en el país caribeño una colonia de inmigrantes asturianos que vio en este producto la posibilidad de disfrutar del plato típico de su tierra a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia. En la isla, también, residía uno de los familiares y propietarios de la reciente empresa, que ayudó a expandir por el mercado latinoamericano los productos de Litoral.
Cronología
1942. Ya terminada la Guerra Civil española, y con un panorama en el que la buena comida es un bien escaso, los señores García y Liñero fundan en Gijón, Asturias, la empresa Litoral, dedicada principalmente a la venta de conservas de pescado. Poco después, la empresa comienza a comercializar la mítica fabada asturiana envasada.
1950. Tan solo ocho años después de la fundación de la compañía, la fabada se vuelve internacional. Encuentra uno de los principales focos de clientes al otro lado del charco, en una pequeña región cubana en la que se asientan varios colonos asturianos que encuentran en la organización un modo asequible y fácil de probar el alimento patrio.
1955. A los pocos años de adentrarse con fuerza en el Nuevo Continente, las latas de conserva de Litoral encuentran otro importante nicho de negocio en varios países latinoamericanos, también con fuerte presencia asturiana, como Venezuela, Colombia o República Dominicana.
1963. La producción y venta va en alza, y la organización decide enfocarse también en el mercado local. La planta, debido al crecimiento de Gijón, se traslada al cercano pueblo de Tremañes.
1985. Tras haber sido adquirida por el Grupo Carnation en 1973, Nestlé compra y se hace con Litoral.
Así, la gran acogida que esta esmerada y artesanal receta a base de legumbres cosechó en el mercado cubano, se extendió por el resto del continente, fundamentalmente a otros países latinoamericanos con una fuerte presencia de inmigrantes asturianos, así como de otras regiones del cantábrico español. La fabada Litoral encontró en México, República Dominicana, Colombia y Venezuela una potente acogida.
Esta buena aceptación al otro lado del Atlántico animó a la organización a aumentar su presencia en la Península. Y así, poco a poco, fue creciendo, por un lado la producción, y por otro las recetas. Aunque eso sí, siempre a base de legumbres y de carne. Este incremento de rendimiento y de ventas propició que la fábrica de Litoral abandonase su punto neurálgico. La ciudad de Gijón comenzaba a crecer, y el barrio de Cimadevilla, una diminuta península en el norte de la villa, se empezaba a quedar pequeño. Así, la planta se trasladó al pueblo asturiano de Tremañes en 1963, hoy en día, tras el crecimiento de Gijón, un barrio más de la localidad, donde continua produciendo las latas de conserva.
A los dos años de inaugurar las nuevas instalaciones, Litoral se estrenó en la fabricación de otros platos regionales españoles, como el cocido o las lentejas. Poco después, en 1973, el Grupo Carnation adquirió la firma. En ese momento, mejoraron significativamente las instalaciones de la fábrica, y debido al éxito alcanzado por la producción de latas de conservas, se abandonó definitivamente la elaboración y venta de pescado, lo que había sido el germen de la organización. Esto no sería más que un preludio de lo que luego llegaría. En 1985, el gigante Nestlé compró todo el negocio de Carnation, incluidas las conservas de Litoral. Es en ese momento cuando se realiza un relanzamiento de la marca asturiana, una de las apuestas de la empresa de distribución, y se amplía la gama de productos poco a poco.
Es en esta época cuando surge el ya mítico icono de la marca, la abuela asturiana de visillo negro que, viendo lo que comen los jóvenes de hoy en día, reparte fabadas, lentejas y cocidos alrededor de todo el país. Anualmente, la fábrica elabora más de 22 millones de latas, unas 10.500 toneladas de alubias, garbanzos o patatas. La planta gijonesa comercializa la mayoría de los productos bajo la insignia Litoral, aunque desde 1997 existe la gama tex mex bajo la marca Maggi. Y así, poco a poco, a la fabada asturiana, cocido madrileño y tradicionales lentejas se le han sumado el pote gallego, los callos a la madrileña, las recetas y guisos tradicionales entorno a la patata y la carne, el bacalao o el chorizo y una gama de productos Litoral vegetales, con verduras, espinacas y otro tipo de guisos mucho más adaptados a las exigencias de los consumidores de hoy en día. Todo ello, gestionado por un equipo en la fábrica que ronda las 100 personas y que hoy constituye una de las empresas más reconocibles e identificables con la región y tradición asturiana.
Fabada, cocido y lentejas aptos para hípsters
La marca Litoral constituye una de las apuestas más férreas de Nestlé, propietaria de la compañía desde 1985. La firma ha lanzado diferentes programas de marketing destinados, sobre todo, al segmento de consumidores más joven.
De hecho, en el viaje que muchos jóvenes españoles emprenden en busca de trabajo y otro tipo de oportunidades allende la frontera, Litoral ha encontrado una forma de reivindicarse como comida enlatada y prefabricada. En esta época, la abuela de Litoral ya no viaja por España, sino que se marcha al extranjero a visitar a su nieta.
Es allí, fuera del país, cuando descubre la dieta de los más jóvenes, basada en pizzas o perritos calientes de puestos ambulantes. La abuela de Litoral descubre, además, a la tribu urbana hípster, que entre los tirantes y los ropajes antiguos, asocia con los hombres jóvenes de sus años. Y así, la anciana, harta de los alimentos de mala calidad y poco saludables, insta a su nieta y a sus amigos a comer, al menos una vez a la semana, los platos típicos españoles de la dieta mediterránea, contribuyendo así a la internacionalización de estos preparados antiguos y tradicionales.