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Elecciones en EE UU

Clinton versus Trump: el debate importa mucho

Los candidatos celebran el primer cara a cara en televisión siendo los menos queridos de la historia. La estadística muestra cómo siempre ganaron quienes fueron capaces de ilusionar.

Mucho se ha discutido sobre la importancia, la relevancia y el efecto en el electorado que tienen o podrían tener los debates políticos televisados entre candidatos. No voy a repasar, ni todos los debates que ha habido en España, ni los que ha habido en Estados Unidos desde 1960 (Nixon versus Kennedy), porque de ello están hablando los medios de comunicación con extrema fruición. Solo sacaré a colación dos anécdotas: en 1996, Felipe González perdió las elecciones generales frente a José María Aznar y, en la noche electoral, González –político que tiene cogido el pulso a la población con encuestas semanales desde hace 40 años– afirmó: "nos ha faltado un tercer debate en televisión para ganar".

El segundo chascarrillo es un dato: según una encuesta entre 2.500 personas que vieron el debate entre los líderes del PP y del PSOE antes de las elecciones del pasado 26J, la entidad Advice Strategic Consultants afirmó que, para el 32% de los posibles electores que vieron el debate, éste sí influiría en su orientación del voto. Advice hizo público el resultado del Estudio en más de 200 medios y está en las hemerotecas. Poco después, el CIS hizo su propio estudio, que coincidió al 100% con el resultado del estudio de Advice. Un 32% del electorado –donde hay indecisos, independientes, enfadados, medio convencidos, desconectados de la política, desilusionados y decepcionados– es mucho votante. Y cambio en la orientación del voto, puede significar cambio en el resultado final electoral.

En ningún otro lugar esto es más cierto que en Estados Unidos, donde hoy se enfrentan Hillary Clinton y Donald Trump. Ambos acuden a la cita –esta madrugada, hora española– sabiendo que a Trump le rechaza el 67% del electorado y a ella el 58%. Son los dos candidatos menos queridos de la historia. Sobre esto, suele citarse a Nixon, pero él ganó dos elecciones y, si se le quiso poco o nada, se debió al Watergate y su resentimiento. Los americanos perdonan todo, menos la mentira. E incluso, si se pide perdón, los americanos acogen. Es lo que le pasó a Bill Clinton, a propósito del affair con Monica Lewinsky y, a pesar de mentir a la nación en televisión, dejó la presidencia con un índice de aprobación de su gestión del 68%, versus el 54% de Obama y el 20% de George Bush Junior.

Además, Hillary y Trump van al debate conscientes de sus fortalezas y debilidades, propias y del contrario. Hay una debilidad que comparten ambos: de 165 millones de potenciales votantes, a ellos les ha elegido solo un 9% del electorado, sumando los millones de americanos que les encumbraron en las primarias. Este debate va a ser la primera vez en que posibles electores de ambos partidos, independientes, indecisos, etc, en muy grandes números, vean a ambos candidatos juntos, debatiendo sobre el futuro de América.

Mucho se ha analizado sobre qué es más importante en un debate, a la hora de ser eficaz: el argumento o la anécdota, el ser guapo/a o no, la forma de vestir, la sustancia o la superficialidad. Al Gore ganó un premio nobel y un Óscar en Hollywood, pero en sus debates con Bush la gente corriente vio a un pedante "sabelotodo", frente a un Bush que, aun siendo hijo de patricio y presidente, parecía un fulano normal sacado de una película del Oeste.

Preguntados los candidatos por su personaje más admirado de la historia, Bush respondió con extrema rapidez: "¡Jesucristo!". Su padre, George Bush Senior, tras el debate, dijo a su hijo “George, no te preocupes; aunque hayas metido la pata, saldrás de ésta". Bush Junior miró a su padre a los ojos y le contestó: "papá, no es un error, lo he dicho en serio". Y Bush ganó las elecciones.

El hecho de que haya otros dos debates presidenciales da margen de maniobra a los candidatos para recuperarse, si salen mal parados en este primero y más importante. Hillary es reconocida por su experiencia, conocimiento y, no olvidemos, es abogada, por lo que sabe debatir muy bien. Su punto flojo es pertenecer al “establishment", cuando el electorado pide aire fresco y, quizá, si ella representa un tercer mandato Obama, sirva para asegurar el voto de los convencidos, pero no para conseguir nuevos votantes.

Clinton no puede aparecer condescendiente ante un inculto y, ni mucho menos arrogante, de lo cual, ella tiene fama. Además, le beneficia que ha transmitido una visión más optimista de América que la catastrofista de Trump. No es tontería: estadísticamente hablando, ganan siempre en América los candidatos que ilusionan: Kennedy, Reagan, Clinton, Obama, frente a los cenizos (ejemplo, Jimmy Carter).

Trump acude con mucho bagaje y poco acervo. Solo conoce un sector de actividad económica: “el tres en uno" (construcción, inmobiliario y casinos), mientras que Hillary conoce bien docenas de sectores, empezando por los más importantes: financiero, tecnología, laboratorios, electrónica de consumo y automóvil.

Y le asesora un genio, Bill, su marido. Trump tiene sobre sus espaldas que el 80% del electorado piensa que no tiene ni la experiencia ni, sobre todo, el “temperamento" o carácter para ser presidente. Trump inspira tanto miedo con los códigos nucleares como Assad con el gas mostaza en Siria. Y, además, ha insultado a hispanos, negros, mujeres, discapacitados, demócratas…; irá al debate más humilde, equilibrando su capacidad –beneficiosa y eficaz– de hablar en titulares que la gente entiende, pero sin insultar o ser demasiado agresivo. Si es despectivo, Hillary ganará por goleada. Trump atacará a Clinton por la Fundación, los emails, su salud y su falta de transparencia. Clinton puede contrarrestar a Trump con tantos argumentos que, si los enumero todos, necesito otra tribuna solo para eso.

Este debate es esencial. Sustancia y experiencia versus show business y reality show. Profundidad versus superficialidad. Visión positiva de América versus el Juicio Final. Nadie habla de la confianza. Ambos deben inspirar confianza esta noche. Quien lo consiga, podría arañar votos de ese 32% del electorado, que sí reconoce verse influido por los debates electorales. Gran expectación en América.

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