Alternativas para la inversión (I)
El panorama de rentabilidades para los principales activos financieros en este punto parece preocupante.
Si bien no sabemos con certeza si las rentabilidades esperadas en los próximos años de los principales activos financieros como acciones y bonos del estado o de empresas se situarán en un rango acorde a su desempeño histórico son numerosos los datos y circunstancias que los ponen en seria cuestión. Sin embargo, la historia registrada de la inversión nos revela que si un ahorrador tiene un plazo disponible largo o muy largo (más de 10-15 años) puede esperar una rentabilidad anualizada de entre el 7%-9% en renta variable global y de entre un 4-6% en bonos de calidad (públicos o privados).
En estos segundos se sacrifica rentabilidad esperada a cambio de menor variabilidad de las rentabilidades en el tiempo. Estos números además tienen mucha lógica ya que están basados en los tipos de interés y las tasas de crecimiento del PIB e inflación, que a su vez están íntimamente ligados a la rentabilidad de los cupones y los dividendos que pagan estados y empresas. En el caso de las acciones además existe una participación en el crecimiento de los beneficios (y dividendos) de las empresas que se produce en el tiempo gracias al crecimiento de la actividad económica (=PIB). Ello queda reflejado en esa prima de rentabilidad que en el largo plazo ofrece la renta variable para quién tenga el plazo y esté dispuesto a aguantar su elevada volatilidad.
Todas estas rentabilidades son nominales (excluyen la inflación) por lo que si incorporamos las tasas de inflación históricas de la era moderna de aproximadamente el 3% por término medio obtenemos un rendimiento real en el tiempo del 2% anualizado para una cartera global equilibrada de acciones y bonos globales. Este rendimiento se verá reducido adicionalmente por el coste de invertir, que contra más alto lógicamente peor para poder alcanzar ese razonable y muy satisfactorio objetivo. No debemos pasar por alto que un 1-2% por encima de la inflación por efecto del interés compuesto es un excelente resultado. Realmente, el cuidado del ahorro y la inversión se reduce a estos sencillos conceptos si uno tiene un plazo suficiente. Desgraciadamente, una industria plagada por los conflictos de interés y por los elevados costes implícitos y ocultos conduce a unos resultados reales netos que para el ahorrador/inversor medio suelen ser bastante sino mucho peores.
Expuestas estas normas básicas es importante hacer hincapié en el tema de los plazos. Uno debe tener realmente un plazo largo por delante, especialmente si concentra el ahorro en una sola clase de activo como la renta variable. De ahí la conveniencia para bastantes ahorradores de combinar acciones y bonos. Además, existen algunos (escasos) momentos en la historia donde se registran en los activos unas valoraciones extremas que invariablemente han conducido a rendimientos anualizados ampliamente inferiores (cuando no directamente negativos) a los comentados durante plazos de bastantes años. Precisamente y sin lugar a dudas, todos los síntomas son que nos encontramos en uno de ellos pero además con unos elementos añadidos que lo hacen especialmente inquietante.
Por el lado de la renta variable el mercado bursátil que lidera el mundo y representa más del 50% de la bolsa global, el norteamericano, cotiza a un PER (Precio por Acción Dividido por Beneficios) real en el último trimestre de 24-25 veces. Es decir, son necesarios nada menos que 25 años de beneficios presentes para pagar la cotización del precio de las acciones en bolsa. Este dato se compara con un histórico normalizado de 15 veces. No ha habido ocasión en que el PER haya rozado 25 que no haya sido seguido por muy elevadas minusvalías que han llevado años en enjugar. En el caso de la renta fija (alrededor del 80-90% del ahorro financiero español está en algún tipo de bonos o renta fija) la situación es incluso más acusada y además absolutamente inaudita. Muchos bonos de gobiernos y más recientemente de algunas empresas también ofrecen rendimientos negativos y existen bonos como el español que hasta hace poco eran percibidos como de alto riesgo (con razón) y que apenas rentan un 1% anual. Los populares depósitos a plazo en España (en realidad un tipo de renta fija a corto plazo) apenas rentan nada a cambio de un riesgo emisor nada despreciable. Nunca en la historia y nos podemos ir hasta el renacimiento, la edad media o el imperio romano unos bonos rentaban nada o negativo.
Precisamente en este punto entramos en el terreno de esos inquietantes elementos añadidos. Estamos en una situación de “aguas sin cartografiar” como dicen los anglosajones en la que los Bancos Centrales están realizando verdaderos experimentos como tipos cero o negativos y compras de todo tipos de activos que se extienden ya durante años. Lo preocupante es la respuesta al PORQUÉ han llegado a este punto y los resultados hasta el momento. Así, según su propia argumentación, directa o velada, el mundo tiene un problema de crecimiento y exceso de deuda y estas políticas están destinadas a combatirlo. Desgraciadamente, su experiencia y conocimiento sobre la eficacia de las mismas está ausente de la ecuación por lo que pueden producirse resultados no deseados.
Por si esto fuera poco, hasta la fecha, lo que ha sucedido es que estas políticas no parecen funcionar. Los principales países han seguido añadiendo deuda a lo que ya es una montaña de la misma y los crecimientos son bajos (EE UU) o muy bajos (Europa y Japón) y desde hace un año o más dependiendo de cada país nos encontramos en una persistente desaceleración cíclica global. En este contexto observamos riesgos muy elevados para las inversiones de la mayor parte de ahorradores españoles. El mes que viene repasaremos qué alternativas pueden existir para afrontar esta complicada situación.