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Columna
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Un problema menor del BCE

El pragmatismo le daría tiempo para centrarse en un problema más espinoso: los precios no suben en la zona euro

Mario Draghi, presidente del BCE.
Mario Draghi, presidente del BCE.REUTERS

Deuda en todos lados, pero no suficientes bonos que comprar. Es el dilema que Mario Draghi debe resolver antes de decidir si extiende el programa de compra de activos del BCE más allá de marzo de 2017, un examen menor en comparación con el reto de impulsar la inflación.

El BCE falló al trazar unas normas para un esquema que ha arrasado activos por más de un billón de euros desde 2015. El banco central no puede comprar bonos con una rentabilidad inferior a la facilidad de depósito, actualmente en el -0,4%, ni adquirir más de cierta proporción en cada emisión de bonos. Además, la llamada clave del capital exige que las adquisiciones sean aproximadamente proporcionales al tamaño de las economías de los países de la zona euro.

Las directrices fueron diseñadas para tranquilizar a inversores privados y a los preocupados porque las compras de activos desdibujaran las líneas entre la política fiscal y la monetaria. Pero el BCE ha sido víctima de su propio éxito. Más de la mitad de la deuda soberana alemana de 2 a 30 años rinde por debajo de la facilidad de depósito, según Pictet, lo que dificulta al BCE lograr su objetivo de invertir de media 80.000 millones de euros al mes en activos, la mayoría, bonos del Estado.

Draghi podría descartar la clave del capital, pero sería censurado por Alemania. También si compra bonos según la cantidad de deuda pendiente, pues sería provechoso para los países que derrochen. Reducir más la facilidad depósito colocaría los riesgos en el sector financiero y disminuiría de nuevo al límite la rentabilidad de los bonos. Ampliar el rango de activos elegibles para incluir los fondos de capital cotizados, como el Banco de Japón, o la deuda bancaria no garantizada también sería controvertido.

La opción menos mala para Draghi podría ser decir que el BCE tolerara algunas desviaciones dictadas por la clave del capital, con el fin de restablecer el equilibrio más adelante. El pragmatismo le daría tiempo para centrarse en un problema más espinoso: los precios no suben casi en la zona euro. La inflación acabará recuperándose o, si no, habrá estado el suficiente tiempo tan baja que las ideas que una vez fueron desagradables serán aceptadas.

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