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Somos socios

Unidos en un libro millonario por la decepción de sus hijos

‘Lost my name’, la mezcla de un publicista, un informático, un guionista y un dibujante

De izquierda a derecha, los cuatro socios de la firma, Tal Oron, Asi Sharabi, Pedro Serapicos y David Cadji.
De izquierda a derecha, los cuatro socios de la firma, Tal Oron, Asi Sharabi, Pedro Serapicos y David Cadji.

Dicen que no hay nada más grande que lo que hace un padre por amor a un hijo. Más aún si detrás hay una buena oportunidad de negocio. Es lo que llevó a Asi Sharabi (Tel Aviv, 1974) a idear, junto a sus colegas, Tal Oron (Tel Aviv, 1977) y David Cadji (Bristol, 1974), Lost my name, un libro infantil totalmente personalizado para cada niño o niña que lo leyese, que ha desembocado en una empresa con sede en Londres.

“Todo ocurrió hace dos años, cuando recibí un libro personalizado para mi hija. La cálida sensación de ver su nombre en las páginas duró poco, ya que el formato no estaba bien resuelto. Decepcionado, una noche se lo mostré a mis dos amigos y decidimos que podíamos hacer algo mucho mejor”, explica Sharabi, consejero delegado de la firma. Había una oportunidad de negocio, “ya que un libro personalizado bien concebido, bien escrito y bien ilustrado, sencillamente no existía en el mercado”, prosigue Oron, director de tecnología.

La idea de estos tres socios, que se habían conocido estudiando en Londres, era recrear, a medida que se pasaban las páginas, la búsqueda del nombre del niño o niña que leía el libro. Echando un vistazo al censo de Reino Unido, vieron que había cerca de 14.000 nombres registrados. Hacía falta mucho trabajo. David Cadji escribió las historias. Solo faltaba una cuarta mano que supiese ilustrarlas, “y tras seis meses encontramos a la persona adecuada”, explica Oron. Así fue como apareció el dibujante Pedro Serapicos (Oporto, 1975), el cuarto socio de este negocio que en estos casi dos años de andadura ha vendido más de un millón de libros en 150 países, con un beneficio superior al millón y medio de euros.

Inicios

Como en muchos negocios, lo más duro fue el comienzo. Explican estos socios como los primeros meses tuvieron que hacer todo en los pocos ratos libres que tenían. Dos años después, con la empresa ya consolidada, se venden al día unos 3.000 ejemplares de estos libros.

“Los libros personalizados nunca han sido tomados en serio para contar historias. Por eso hemos hecho algo diferente”, señala Serapicos, que añade que estos son un propio reflejo de la personalidad de cada uno de los socios. “Nuestras historias animan a los niños a ser valientes, curiosos y amables. Por eso valoramos las mismas cualidades y atributos entre nosotros mismos”.

Por un lado, continua Sharabi, “coraje para tomar decisiones audaces, y por otro, la curiosidad para avanzar y hacer algo completamente nuevo”. En la tecnología encontraron el aliado perfecto, ya que era mucho más fácil que cada cliente personalizase su libro desde internet, eligiendo el nombre deseado y el tipo de historia. Fue una idea, que terminó saliendo bien, de Tal Oron, director tecnológico, y proveniente del sector informático.

En este sentido, la procedencia y trayectoria de cada uno de los cuatro socios son las que consolidaron y dieron forma a la idea. “Todos venimos de sectores tecnológicos y creativos. Además de Oron, Asi Sharabi era ejecutivo publicitario, y Pedro diseñador gráfico. Yo era guionista de comedias televisivas”, recuerda Cadji. Es por eso por lo que se sincronizan a la perfección y cada uno de ellos manda y toma las decisiones relativas a su sector. Un publicista tiene la idea, un guionista la ejecuta y escribe varias historias, que son ilustradas por un diseñador gráfico para ser pasadas a la web. “Es lo que más valoramos. Como cada uno es experto en una materia podemos estar en constante avance para mejorar la experiencia de los clientes”, apunta Sharabi. El próximo proyecto, de hecho, explota mucho más la tecnología. “Estamos trabajando en él, contará la historia de un niño perdido en el espacio que tiene que llegar a casa, utilizando por ejemplo, imágenes de satélite de la calle en la que vive”, adelanta David Cadji.

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