La dura travesía en el desierto de Banco Popular
Julio suele ser un mes intenso. Lleno de noticias y acontecimientos. Es como si todos quisieran cambiar la cara a su casa antes de irse de vacaciones. Parece como si hubiese un antes y un después de este mes en el que todo se intensifica para paralizarse en agosto. Y este año no es una excepción. El viernes tres grandes bancos, CaixaBank, BBVA y Popular, presentaron resultados. El supervisor europeo decidió comunicar los resultados sobre la salud de la banca europea y para colmo, y eso no estaba en el guion, el subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, decide anunciar que deja el cargo en enero. Unicaja también desveló quién iba a ser su consejero delegado.
Pese a todo, lo más llamativo fue el anuncio de Popular. Comunicó la destitución de su consejero delegado, Francisco Gómez, y la elección de un nuevo CEO. Pedro Larena, hasta entonces ejecutivo en Deutsche Bank. Ya tan solo este hecho supone un giro de 180 grados para el banco que fue hasta hace menos de una década de los más reposados y blindados de España. La entidad que preside Ángel Ron nunca había acudido a un fichaje para suplir a un consejero delegado (en la casa solo se recuerda el fichaje de Jacobo González-Robatto, como el más significativo hasta el viernes, pero no llegó a CEO y ya no está en el banco).
Popular llevaba aproximadamente un mes buscando a través de una consultora al posible sustituto de Gómez. En la lista varios candidatos. Tentaron a Jaime Echegoyen, presidente de Sareb, a dos directivos de BBVA, a alguno de Santander, de Banco Sabadell, y de otras entidades. Nada. Hasta que Larena, proveniente de Deutsche, una entidad muy relacionada con Popular, ya que le ha diseñado y está diseñando gran parte de los planes de ampliaciones, emisiones, ventas o reestructuración llevadas a cabo por Popular, aceptó. En su elección también dicen que jugó un papel destacado Reyes Calderón, consejera presidenta de la comisión de nombramientos de Popular.
Larena es el quinto consejero delegado de la era de Ángel Ron, quien llegó a la presidencia en 2004. Francisco Gómez, que solo llevaba tres años como CEO, había sido el hombre designado para pagar los platos rotos en el banco. Varias fuentes financieras coinciden en que destacados consejeros de Popular habían pedido la salida de Ron, al ser el primer ejecutivo de la entidad. Pero el apoyo de la vieja guardia, los más fieles accionistas de Popular, aunque no los más implicados en su capital, logró calmar las voces díscolas.
En el fondo de este revuelo en Popular está su modelo de gestión y negocio. El banco quiso crecer mucho y rápido en los años de bonanza económica con fuerte inmersión en el sector inmobiliario, quiso crecer con compras y sin ayudas (adquirió Banco Pastor) justo cuando comenzaba el declive de las cajas, quiso mantener un negocio sin poner los muros suficientes que controlasen el dique de la morosidad derivada de la caída de la economía, y encima cuando parecía que el negocio volvía a normalizare llegan los tipos de interés a 0%, que ejercen de apisonadora sobre los márgenes. Eso sí, la integración de Pastor permitió a Popular llevar a cabo una importante revalorización de activos, que compensó en parte no haber recibido ayudas por la operación.
Fue un cúmulo de cosas, que derivaron hace dos meses en su tercera ampliación de capital, en la salida de Gómez, y en la puesta en marcha de un drástico plan para sanear su balance.
El principal accionista del banco, la familia mexicana de origen asturiano Del Valle, ha llamado a algunas puertas para hablar de una fusión de Popular con otras instituciones. Llamó a la puerta de Sabadell y contactó con su presidente, Josep Oliu, y con sus accionistas mayoritarios, también latinoamericanos. Sabadell hizo números y la operación tenía más contras que pros.
Ron se ha sentado también tres veces con el presidente de Ibercaja, Amado Franco, pero las conversaciones no pasaron de ahí. Habló con Unicaja, y con alguna firma más. Incluso escuchó el interés de CaixaBank por la entidad, pero era una operación que hacía desaparecer a Popular.
Y mientras, el enfado de la familia Del Valle va en aumento. Invirtió 450 millones de euros hace dos años y medio, acudió a la ampliación de capital de mayo para mantener su participación, “y lo que acumula son unas minusvalías de alrededor de 300 millones”, subraya una destacada fuente financiera