¿Qué podemos aprender de la glacial Claire Underwood?
Esta antiheroína y guerrera feminista encarna un tipo de mujer inquebrantable e imparable
Los personajes principales de la exitosa serie House of Cards son Frank y Claire Underwood, una pareja con la que no querrías cruzarte. Son brillantes, implacables y absolutamente aterradores.
Claire Underwood es la esposa de un senador cruel y ambicioso, que logra convertirse en el presidente de Estados Unidos a golpe de conspiraciones y asesinatos, pero también es una lobbista que no duda en pasar por encima del cadáver de quien sea para lograr sus objetivos. Claire es una mezcla de sumisión y ambición. "Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer con las manos manchadas de sangre", escribieron los autores de la serie para describirla.
El personaje de la serie
Sección elaborada por profesores de Esade que analiza a los protagonistas de series de televisión bajo la óptica de las lecciones que pueden extraerse para el management.
El personaje, enriquecido con un corte de pelo y un aspecto de glacial simplicidad, parece ser el medio con el que los autores querían liberarse del tópico feminista de la mujer políticamente correcta que se esfuerza por lograr sus objetivos respetando las reglas. En el caso de Claire, magníficamente interpretada por Robin Wright, no existen reglas, ni moral. De hecho, ha sido definida como una antiheroína y guerrera feminista.
Al tocar temas sensibles como la violación, la carrera, la ambición y la maternidad, la serie quiere enviar un mensaje simple y claro: la sociedad sigue siendo cruel y despiadada con las mujeres y algunas de ellas reaccionan volviéndose aún más crueles y despiadadas que los hombres.
No se trata, desde luego, de un ejemplo a seguir, pues casi todo lo que Frank y Claire hacen está hecho con poca sinceridad, frialdad y, en ocasiones, crueldad. Aun así, se pueden aprender algunas grandes lecciones de su estilo de liderazgo.
Claire es ante todo pragmática, tenaz y resiliente. Es fuerte, elegante, elocuente y siempre dispuesta a levantarse tras cada caída, una y otra vez, hasta salirse con la suya. Encarna un tipo de mujer inquebrantable, imparable y respetada. Tiene una visión amplia y asume los riesgos necesarios para alcanzar sus objetivos. Proyecta de forma intencionada la imagen que desea presentar, además es creativa y adaptable sobre cómo y qué mensaje transmitir.
Claire es mucho más sutil que Frank, menos impulsiva y aún más calculadora, y siempre se mantiene enfocada al objetivo general. No deja que las pequeñas dificultades la descarrilen. Sus técnicas de negociación comienzan con un planteamiento flexible y suave, apelando al razonamiento racional, si esto no funciona, entonces cambia a tácticas más ofensivas como último recurso.
A lo largo de la serie, Claire juega sus cartas, siempre esperando el momento adecuado para mostrar su mano. Sabe dar un paso atrás cuando es conveniente y atacar cuanto toca. Nos enseña que la paciencia, atención y modulación del temperamento son factores críticos en la determinación del éxito.
Claire es estratégica y realista también respecto a las conexiones y relaciones que necesita establecer. No hay sitio para relaciones ocasionales y las únicas personas que conocen el alcance real de los planes de Frank y de Claire son ellos mismos, Frank y Claire. Ambos son grandes observadores y entienden lo que motiva a las personas. Utilizan esa información para mover su juego hacia delante. Son líderes servidores que ayudan a los demás a obtener lo que desean, pero solo porque, cínicamente, saben que tarde o temprano les devolverán el favor.
Claire Underwood es también la reina de la evitación. Como buena política, evita tácticamente responder a las preguntas a las que no quiere responder. Aunque no siempre esta habilidad funciona en el trabajo, especialmente si es utilizada a largo plazo, a veces la evitación hoy puede ayudarnos a llegar más preparados para proporcionar una respuesta completa en un segundo momento, o a no revelar información si no estamos en la mejor posición para compartirla.
Claire, sin duda, encaja a la perfección en el personaje de primera dama, porque todo su estilo está calibrado a la perfección. Si queremos que nos tomen en serio, debemos presentar una imagen acorde con nuestro cargo o aspiración. Hay ejemplos de ello, Steve Jobs y Mark Zuckerberg nos han enseñado, entre otras cosas, que el liderazgo y el éxito no deben venir con traje a toda costa, pero sí hay que tener un estilo coherente y reconocible.
Claire y Francis a menudo nos muestran cómo se preparan para discursos y conversaciones importantes. Practican y ensayan meticulosamente para tener las respuestas correctas a todas las preguntas. Intentar anticiparse a las preguntas que nos harán es importante para cobrar confianza. Además, cuando se trata de hablar en público, la norma es una sola: practicar, practicar, practicar.
Si no te gusta cómo está puesta la mesa… dale la vuelta. Claire encuentra constantemente soluciones alternativas para alcanzar sus objetivos. A veces puede quedarse sorprendida por sus rivales, pero nunca deja que esto se note. Se mantiene calmada y sigue adelante. Perder la calma y la sangre fría, revelando las verdaderas emociones puede hacer que otros se pregunten si nuestro juicio se basa en emociones, en lugar de en un razonamiento sólido.
Si House of Cards es como el ajedrez, Claire Underwood es la reina, la pieza más poderosa en el juego y, tanto en la serie como en la realidad, es solo cuestión de tiempo antes de que una mujer llegue a la presidencia de Estados Unidos.
Andrés Raya es profesor en Esade.
House of Cards
Aunque son muchas las semejanzas de House of Cards (Netflix, 2013) con El ala oeste de la Casa Blanca, lo cierto es que esta serie estadounidense es una adaptación de una miniserie homónima, cuya traducción literal es Castillo de Naipes, que emitió la BBC en 1990 y que, a su vez, está basada en una novela de Michael Dobbs, también del mismo nombre.
Producida por Beau Willimon (Los idus de marzo), House of Cards narra a modo de falso documental cómo el congresista sureño Francis Underwood (interpretado por Kevin Spacey) y su mujer Claire (Robin Wright) van ascendiendo en su carrera política en Washington, a partir de la manipulación y la falta de ética. Todo vale en su camino para conseguir su propósito y no dudan en utilizar los medios de comunicación, los contactos e incluso a la familia en su favor, aunque ello requiera sacrificar relaciones o perjudicar a sus compañeros.
Desde el punto de vista artístico, House of Cards se presenta ante el espectador de una manera impecable. La realización, bajo la supervisión de David Fincher (El club de la lucha), convierte cada plano en una obra de arte en la que la luz y la textura de los colores tienen su propio protagonismo, especialmente cuando el rol principal, el de Francis Underwood, se dirige a la cámara para explicar los motivos de las acciones de su personaje. Es, en estos momentos, cuando el actor Kevin Spacey alcanza sus mejores momentos, escenas que le han merecido a él y a su compañera de reparto, cada temporada con mayor protagonismo, numerosas nominaciones y premios (incluidos dos Globos de Oro).
Al margen de su argumento, House of Cards pasará la historia por dos importantes motivos: ser la primera serie de una plataforma de vídeo bajo demanda estadounidense (Netflix), y poner a disposición de sus espectadores todos los capítulos desde el estreno de cada temporada. Una acción que, si bien puede parecer extraña, cada vez es más aplaudida por los aficionados a este tipo de productos, que aprovechan su tiempo libre para realizar binge watching (atracón de series).
Entre sus múltiples curiosidades también destaca el hecho de que su segunda temporada fuera confirmada antes de la emisión de la primera y que hizo que su productora, Netflix, lograra sus primeras nominaciones a los prime time Emmy 2013 (entre ellas, mejor serie, mejor dirección y mejor interpretación masculina y femenina, todas en la categoría de drama).