Culminar el ajuste bancario cuanto antes
Europa sigue sin resolver enteramente la crisis financiera iniciada en 2008 y sin encontrar una salida diáfana a la crisis económica que se generó a continuación. Aunque ninguna zona monetaria ha logrado el restablecimiento perfecto de la economía tras el tsumani financiero, unas están más cerca del óptimo que otras, y el Viejo Continente es el que sigue más alejado de una solución duradera y satisfactoria para sus moradores. El particular diseño de la Unión Europea y sus poco más que ensayados mecanismos de gestión no ayudan precisamente a soluciones milagrosas; pero ha existido muy poco liderazgo político para encarar la solución, se ha delegado en la autoridad monetaria la sutura de las heridas y por el camino las fuerzas centrífugas de los nacionalismos han comenzado a erosionar el proyecto de construcción europea y retrasado la solución a las crisis económica y financiera.
Se han dado pasos firmes hacia la armadura financiera de la zona, con la creación de la Unión Monetaria y sus instrumentos, muy débiles todavía, para resolver las crisis bancarias que puedan poner en riesgo las economías de la zona. Pero no se ha consolidado el instrumento, cuya financiación y funciones no están cerradas, y lo que es peor, nueve años después de estallar el maremoto financiero sigue habiendo muertos en los armarios de varios países, tras haber encajado los golpes en Irlanda, Grecia, España, Portugal o Chipre. Cuando los test de estrés que se han conocido a última hora del viernes deberían ser un paseo militar para un sistema financiero, el europeo, sometido al escrutinio de los mercados y de los reguladores y supervisores con celo extremo desde 2008, la banca italiana presenta una situación calamitosa en su más vetusta institución financiera, el Monte dei Paschi di Siena, que a última hora decidió hacer una ampliación de capital de 5.000 millones de euros para frenar el golpe que inevitablemente los mercados le asestarían el lunes. Las dudas se extienden también al Allied Bank irlandés, pese a la millonaria inyección de recursos que Europe puso a disposición del Gobierno de Dublín.
La banca española, especialmente la que forman la media docena de grandes bancos, tiene unos niveles de solvencia razonablemente elevados, y puede incluso resistir escenarios de rigurosa crisis de crecimiento, desempleo e impagos con esfuerzos asumibles, tal como reconoce la EBA tras el riguroso examen al que los ha sometido. Tal es la situación porque desde que afloró la crisis de las cajas de ahorros las exigencias de capital han extremado los esfuerzos de los gestores hasta los niveles conocidos ahora, y han contribuido a la recuperación del crédito, que aunque ha sido muy lenta y muy selectiva, están sosteniendo el crecimiento de la economía y del empleo, con la consiguiente reducción de las tasas de mora de la banca.
Si las tasas de crecimiento de la actividad en los grandes países de la Unión siguen siendo tan modestas como son, parte de la responsabilidad es de un sistema bancario poco preparado para financiar nuevos proyectos de inversión, preso muchas veces de servidumbres crediticias peligrosas, como es el caso de Italia. Debe, por tanto, reforzarse el capital en las entidades que han obtenido números relativamente más modestos, y debe hacerse con rapidez para evitar episodios que vuelvan a sembrar la desconfianza en el proyecto europeo, con la consiguiente retirada de flujos de inversión desde Europa a otras zonas más seguras. No puede haber ni una sola entidad sin capital suficiente sobrevenido por la crisis.
Los niveles de capital exigidos, tanto vía recursos propios explícitos como provisiones asociadas a determinados riesgos crediticios, son muy exigentes en Europa; suficientes como para resistir embestidas críticas ni siquiera conocidas hasta ahora. Tales niveles de capital, junto con el resto de exigencias regulatorias, han podido deteriorar la posición de algunas entidades para desarrollar el negocio bancario, y seguramente ha llegado la hora de relajar tales corsés allí donde lo recomiende la situación. En todo caso, tales exigencias deben acoplarse a un escenario de tipos cero para una temporada larga, y la banca tiene que dar pasos decididos hacia la concentración, para lograr entidades más sólidas y hacer realidad un sector paneuropeo que pueda competir en mejores condiciones con los gigantes financieros de la zona dólar o libra.