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Destinos

Malta, la isla de los tesoros

Mimada por el sol y bañada por el Mediterráneo, el islote esconde una historia milenaria con mil y una batallas que irá descubriendo en cada rincón.

Perspectiva de La Valeta, con la catedral al fondo.
Perspectiva de La Valeta, con la catedral al fondo.

El archipiélago de las islas maltesas es uno de lo países más diminutos de mundo con apenas 316 km2 de superficie, pero pese a su escaso tamaño, llena páginas y páginas de la historia de Europa.

Debido a su estratégica situación en el centro del Mediterráneo, a tiro de piedra de Sicilia y relativamente cerca de las costas africanas de lo que hoy es Libia y Túnez, fue cruce de caminos y enclave codiciado por fenicios, romanos, árabes, cristianos y otomanos que dejaron su huella, algunos tras cruentas batallas.

Pero antes de todos ellos, ya hay vestigios de civilizaciones ancestrales de los que casi nada se sabe salvo por los sorprendentes templos megalíticos que dejaron en Hagar Quim y Mnajdr en la costa sureste de Malta.

Vista aérea del mar que separa las islas de Malta y Gozo.
Vista aérea del mar que separa las islas de Malta y Gozo.

Tres islas grandes, es un decir, Malta (246 km2), Gozo (67 km2) y Comino (3,5 km2) –que debe su nombre no a su pequeño tamaño, sino a la abundancia de la planta del mismo nombre, ampliamente utilizada como especia en la cocina mediterránea– y numerosos islotes forman la República de Malta, colonia británica hasta 1964.

En todas destaca su bucólica estampa, fabulosos acantilados y lugares increíbles como la famosa Gruta Azul que convierten a este atolón en un escenario de cine, por ejemplo, de la Troya de Brad Pitt y en uno de los destinos turísticos más frecuentados y solicitados del verano europeo.

Rodeado de mar por los cuatro costados, no cuenta, sin embargo, con playas paradisiacas, pero sí con preciosas y pequeñas calas, bañadas por un mar turquesa, con fondos que harán las delicias de los amantes del buceo y donde podrá practicar todo tipo de deportes náuticos o navegar por sus aguas.

Al aterrizar en La Valeta, la capital del país, le sorprenderá la densidad de población y el número de coches en sus calles que, a veces, convierten los desplazamientos por Malta en un verdadero ejercicio de paciencia. Si conoce que la isla tiene más de 400.000 habitantes y más de 300.000 coches registrados, entenderá mejor los momentos de tráfico caótico y atascos.

Una primera impresión le hará creer que La Valeta, con sus históricas murallas aguantando el paso de los siglos, se esté cayendo o que esté todo a medio construir. La realidad es que sufre un inusitado boom inmobiliario.

Guardias de Malta.
Guardias de Malta.

Moderna, cosmopolita, bulliciosa y con gran ambiente de día y de noche en sus calles, no le será difícil cruzarse con el primer ministro o con cualquier otro miembro del Gobierno caminando hacía su lugar de trabajo, otra cosa es que los reconozca.

Para una primera inmersión por la ciudad puede tomar alguno de los Smart eléctricos City Tour con parada en los sitios más turísticos (desde 5 euros).

De un primer vistazo, le sorprenderá la cantidad de iglesias y capillas que hay por toda la isla, “más que días tiene el año”, suelen decir con sorna los malteses. No les falta razón, en realidad, hay censadas unas 360.

En La Valeta está la sede de los Caballeros de la Orden de Malta desde 1530, que se hizo famosa por frenar el avance turco en 1565. Hoy quedan en el mundo unos 7.000 caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan, su nombre real, al mando de la misma y en la famosa batalla contra el Imperio Otomano estuvo el caballero y entonces gran maestre, Jean de La Vallette, desde entonces convertido en héroe nacional.

Sitiada durante tres años por los alemanes durante la II Guerra Mundial, Malta pagó muy cara su resistencia. Bombardeada y casi destruida, aún hoy se reconocen las huellas de la metralla y de las bombas en sus edificios de piedra blanca en origen, pero que la erosión y la climatología tiñen con el tiempo de un color pardo anaranjado.

Pasear por las empedradas calles de Malta es darse de bruces con más de 7.000 años de avatares históricos.

La catedral de San Juan.
La catedral de San Juan.

En un país donde la religión está tan presente en la vida de sus gentes, hay que visitar la catedral de San Juan (10 euros) De estilo barroco –rococó en su interior–, destacan las impresionantes pinturas de Caravaggio, incluida La decapitación de san Juan Bautista, con sus famosos claroscuros para atrapar la procedencia de la luz –si se fija, se dará cuenta de que solo el lado izquierdo de la sala donde se expone el lienzo tiene ventanas verdaderas, el resto son pintadas–. En San Juan se conserva la única pintura que Caravaggio, de vida rocambolesca, firmó con su nombre real Michelangelo Merisi.

Los techos de la iglesia están pintados tridimensionalmente y en los suelos formados con mosaicos que rememoran escenas de la guerra contra los turcos albergan las tumbas de los más insignes caballeros. A menudo y para evitar su deterioro por las pisadas de los turistas se cubren con alfombras. Las paredes están cubiertas de pan de oro y en la cripta, que solo se abre una vez al año, reposan los restos de La Valeta.

Si tiene la suerte de estar en Malta un 24 de junio, tendrá la oportunidad de asistir a la misa en latín, la única que se ofrece en la lengua romana y a la que asisten los caballeros de la Orden. Todo un acontecimiento.

En la misma calle de la República, casi toda peatonal y verdadero corazón de la capital y que da acceso a San Juan, está el Palacio del Gran Maestre, sede de la presidencia de la República, considerado el centro geográfico de La Valeta. Allí se conserva el cuadro más grande del mundo pintado en honor de Catalina de Rusia. Paralela a la República, la otra gran calle capitalina, la de los Mercaderes, es la única que conserva su nombre en francés, Merchants, con sus típicas tiendas de compraventa de oro.

En el Gran Puerto y frente al Fuerte de San Elmo está el edificio de la Sacra Enfermería, reconstruido, pero que data de 1574, un antiguo hospital que fue el más importante de la época. Hoy es el Centro de Conferencias. Cerca está el Hospicio que comparte esquina con la iglesia de la Magdalena, en obras, y una de las dos que existen en toda Malta dedicadas a la pecadora. En su momento, esa escuadra fue considerada la más visitada de la isla, porque la inclusa acogía a niños de madres solteras y meretrices.

Al oeste de Malta están dos de las joyas de la isla, las ciudades vecinas de Mdina y Rabat. La preciosa Mdina, antigua capital, es una ciudad amurallada, con una arquitectura que mezcla lo medieval con lo barroco y que le trasladará en el tiempo. Pequeña y coqueta, destacan edificios como la catedral y el convento de los Dominicos y el Palazzo Falzon. Al otro lado de la muralla está Rabat, con su aire típico maltés y sus celebres catacumbas romanas del siglo IV antes de Cristo.

Los muelles y el puerto de La Valeta.
Los muelles y el puerto de La Valeta.

Guía para el viajero

Cómo ir. Desde junio Iberia Express tiene vuelo directo a la capital maltesa desde Madrid –dos horas y media– con tres frecuencias semanales –martes, jueves y sábados– desde 180 euros trayecto. Una vez en la isla y para recorrerla se puede alquilar coche, pero tiene que tener en cuenta que se conduce al modo británico, por la izquierda, y que a veces hay mucho tráfico, por lo que tendrá la sensación de pasar mucho tiempo en el coche para trayectos muy cortos.

Dónde dormir. La oferta hotelera es cara y no demasiado amplia. Una buena opción es el cinco estrellas Corinthia Hotel St Georges Bay, bien situado, con piscina y vistas al mar; tiene parada de autobús y está muy cerca del centro de la ciudad. El hotel está rodeado de restaurantes y lugares de ocio aunque no cuenta con playa de arena. Desde 267 euros noche. Todos los hoteles cobran una ecotasa de un euro.

Dónde comer. Hay muchos y buenos restaurantes de comida local, con fuerte influencia siciliana. El plato nacional es un espectacular conejo guisado; puede probarlo en el coqueto restaurante Diar il Bniet, en Dingli. Si busca una cocina de vanguardia, pero con productos locales, le recomendamos Caviar & Bull en St Georges Bay; el chef es el español Sergi Marín Huerga. Precio medio 45 euros.

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