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El alto precio de la estabilidad política en Turquía

La estabilidad que ofrece Erdogan frenó las pérdidas de los mercados pero su mano dura también genera esa incertidumbre que aborrecen los inversores.

Manifestantes en Turquía frente a una imagen del presidente Tayyip Erdogan.
Manifestantes en Turquía frente a una imagen del presidente Tayyip Erdogan.Reuters

El presidente turco Tayyip Erdogan está consolidando el control con venganza. Su represión tras el intento de golpe militar en Turquía ofrece una estabilidad de distintos tipos, lo que explica por qué los mercados nacionales han reducido algunas de sus pérdidas reflejas. Pero también se convierte en una fuente de inseguridad que los inversores detestan.

Turquía es ya una prueba de que los hombres fuertes no siempre garantizan una buena trayectoria en los mercados. Los precios de los activos subieron fuertemente tras las elecciones de noviembre de 2015 que dieron de nuevo el poder al partido AKP de Erdogan. Pero a los mercados turcos no les ha ido demasiado bien desde entonces si se comparan con los de Brasil, África del Sur o Rusia. Esto es aún más destacable dado que su economía ha eclipsado a la de esos otros países.

Es probable que el crecimiento disminuya. La confianza del consumidor y de los empresarios, así como el turismo, probablemente se verán afectados. Esto puede dar al Gobierno una excusa para renovar la presión sobre el banco central con el objetivo de que flexibilice la política monetaria.

Peor aún sería un deterioro de las relaciones con los aliados occidentales. Turquía exige la extradición del predicador Fethullah Gülen, residente en Estados Unidos, acusado por Ankara de estar tras el fallido golpe militar. El primer ministro Binali Yildirim aseguró ayer que eso “podría incluso ponerse en cuestión nuestra amistad”. El plan de Erdogan para reintroducir la pena de muerte también podría tensar sus relaciones internacionales, sobre todo con la Unión Europea.

Una economía que el Fondo Monetario Internacional calcula que en 2015 registró un déficit por cuenta corriente del 4,4% del PIB no puede permitirse ahuyentar así a los inversores. Puede que los mercados turcos y la economía paguen el precio de la estabilidad política.

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