Los expertos ven riesgos de radicalización en España
El sociólogo Alejandro Portes detecta lagunas en la integración de la segunda generación de inmigrantes
España no tiene un partido de extrema derecha con representación parlamentaria. Sin embargo, el catedrático de Sociología Alejandro Portes señaló que se podría alimentar la radicalización si se persigue a determinados grupos étnicos o raciales. Así lo defendió al exponer sus conclusiones sobre inmigración y sociología económica en el XII Congreso Español de Sociología organizado con la colaboración de la Fundación BBVA. Esta radicalización ya está sucediendo en Francia, Holanda y Bélgica, donde los jóvenes hijos de inmigrantes se sienten ciudadanos de segunda, lo que genera resentimiento ante una sociedad de la que sienten marginados. Una situación que es aprovechada por los círculos radicales para captarlos.
En el caso de España, Portes señaló que la ausencia de un modelo de integración fomentado desde las instituciones ha facilitado paradójicamente que los inmigrantes se adapten de forma más natural, suave y eficaz. El 68% de los hijos de inmigrantes aspira a un grado o posgrado, en su mayoría mujeres. Según la investigación de Alejandro Portes iniciada en 2001, Legacies: The story of the immigrant second generation, y que la Universidad de California acaba de completar con Spanish Legacies, en Estados Unidos el 80% de los jóvenes se identifica con categorías étnicas o culturales, como latinos o asiáticos, cuando en España se definen como españoles.
Esto se confirma con la percepción de discriminación por etnia o raza, que en Norteamérica es del 62%, mientras que en España se sitúa sólo en el 5%. Otro tanto ocurre con el estatus socio-económico, que en las familias inmigrantes españolas es bajo. En Estados Unidos, en cambio, se bifurca: los sudamericanos son de clase trabajadora mientras que los procedentes de China, India o Filipinas acceden a ocupaciones de alto nivel.
Sin embargo, el temor a la inmigración descontrolada, determinante para el brexit, está llevando a un círculo vicioso en el que se segrega a los hijos de inmigrantes, generando una reacción de enfrentamiento que puede ser radicalizada si existe una ideología que la interprete.
La mayoría de europeos captados por los extremistas radicales en Francia, Holanda o Bélgica son inmigrantes de segunda generación. La situación se repite en EE UU, donde se demoniza la inmigración por el partido conservador como medio para conseguir votos en EE UU.
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