Francia se comió los deberes
El país galo suele conseguir un mayor margen fiscal por parte de la UE. Aplicar la disciplina presupuestaria a ciegas es una locura, aunque se ha convertido en un fallo habitual.
No todos los países son iguales en lo que se refiere a hacer cumplir las normas presupuestarias de la Unión Europea. Esta es la única conclusión que se puede extraer de la explicación de Jean-Claude Juncker de que Francia consigue más margen fiscal “porque es Francia”. No es muy agradable que el jefe de la Comisión Europea, responsable de vigilar los presupuestos nacionales, diga lo que salta a la vista.
Francia ha superado una docena de veces el límite comunitario de déficit del 3% del PIB desde el lanzamiento del euro en 1999. E incluso excluyendo los períodos de recesión, es el peor reincidente de Europa en ese tiempo, según un recuento de Ifo Institute. Sin embargo, la Comisión Europea dio al país en 2015 dos años más para cumplir.
No hay pudor a la hora de mostrar esa flexibilidad cuando un país está sufriendo una crisis económica o recuperándose lentamente de una. Tampoco tiene reparos Juncker, primer mandatario de la Comisión, para resistirse a aplicar de forma ciega las normas presupuestarias del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Uno de sus predecesores, Romano Prodi, describió en el año 2002 el pacto como algo “estúpido”, asegurando que era demasiado rígido.
Pero las reglas se han vuelto más flexibles desde ese día, con medidas destinadas a hacer que el pacto de estabilidad fuera más inteligente, pero que también lo han hecho más complejo. Esto deja más margen para disfrazar el favoritismo de flexibilidad.
Para ser justos, Francia no es el único que ha ganado margen de maniobra en los buenos tiempos económicos y en los malos. Algunos casos podrían ser más excusables que otros. El mayor problema de la excepción gala puede ser que poco a poco sea algo cada vez menos excepcional.