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Tecnología

Las ‘startups’ médicas cogen impulso

Los proyectos empresariales de ‘e-health’ crecieron un 53% en 2015

Manuel G. Pascual

Los emprendedores españoles empiezan a apostar seriamente por la salud. Según datos de Startupxplore, la mayor comunidad online de startups en España y la segunda de Europa (9.000 empresas, 2.900 inversores y 550 aceleradoras), el número de nuevas compañías de este sector inscritas a su servicio aumentó un 53% en 2015 respecto al año anterior.

Se trata del segundo sector que más creció, solo superado por el deportivo. Hoy forman parte de esta red 168 pequeñas empresas relacionadas con la e-health. En esta categoría no entra la biotecnología, sector que maneja unas inversiones y tiempos de desarrollo mucho mayores.

“El gran crecimiento de proyectos en este sector se debe a dos factores. Por un lado, el mundo de la salud se ha hecho atractivo. La población vive cada vez más años y ha aumentado la cronicidad. La aparición de nuevos dispositivos lo hace más atractivo y abre la puerta a muchas oportunidades de negocio. Y, en segundo lugar, ha bajado el coste de desarrollo de las startups”, resume Javier Megías, consejero delegado de Startupxplore.

La aceptación social de las nuevas empresas de e-health es amplia. Uno de cada tres españoles adultos ha utilizado al menos una aplicación de salud durante el último año, según una encuesta realizada a 1.000 usuarios de teléfonos inteligentes con motivo de la celebración del maratón de programación de apps Hackaton Nacional de Salud. Las mujeres recurren a ellas más que los hombres y, aunque los jóvenes son los usuarios por excelencia, empieza a crecer la proporción de mayores de 60 años que confían en su móvil.

Las startups de salud suelen apoyarse en el teléfono inteligente. Aunque, tal y como se ve con los cuatro ejemplos reseñados, no siempre es así.

De mover sillas con la mente al entrenamiento del cerebro

“Nuestro proyecto empresarial nació gracias al interés de los medios de comunicación”, comenta entre risas María López, consejera delegada de BitBrain. Las vidas de ella y de su compañero Javier Mínguez cambiaron para siempre en 2009. Ese año, estos dos entonces investigadores de la Universidad de Zaragoza presentaron el primer prototipo de silla de ruedas guiada por la mente. La noticia dio la vuelta al mundo.

“Nuestro modelo atrajo a televisiones y periódicos de todos los países. Los periodistas nos preguntaban continuamente que cuándo llegarían al mercado. Eso nos hizo reflexionar”, apunta López.

El padre de la criatura, insiste, fue su compañero. “Él creó desde cero el departamento de neurotecnología”. Ambos sabían que estaban muy lejos de poder comercializar neurocontroles para robots. Así que buscaron otra aplicación más factible para sus desarrollos. “Lo que sí podíamos hacer era usar la tecnología de decodificar la señales cerebrales, sobre todo en neurociencia cognitiva. Y hasta hoy”, ilustra López.

Los dos socios montaron su propia spin-off de la Universidad de Zaragoza, que ha logrado más de millón y medio de euros a través de proyectos europeos. Se dedicaron en un principio a desarrollar herramientas para el neuromarketing, una disciplina que crecía mucho en ese momento. Hoy venden en más de 20 países diademas que miden las señales cerebrales, un anillo que analiza las respuestas de la piel ante determinados estímulos e incluso un sistema de eyetracking (seguimiento de la vista), muy usado por las grandes superficies para decidir la distribución de los productos en los lineales.

“Con eso mantenemos la empresa a flote”, explica López. Porque los esfuerzos en desarrollo están puestos en EVO, una herramienta de mejora cognitiva. “Sirve para entrenar el cerebro. Ves un cuadrado de color rojo y, con un entrenamiento pautado, tienes que conseguir cambiarlo de color y de forma”. Su idea es lograr una versión asequible de este wearable para 2018.

Un GPS para invidentes al alcance de los móviles

Situm nació, como tantos proyectos empresariales innovadores, de una conversación entre compañeros de facultad. Víctor Álvarez, Adrián Canedo y Cristina Gamallo estaban realizando sus tesis doctorales en ingeniería informática y de telecomunicaciones en la Universidad de Santiago de Compostela. Sus temas de investigación giraban en torno a una idea: “Ver cómo llevamos los robots a los hogares”, cuenta Álvarez.

Uno de los problemas que se encontraban era cómo poder moverse por la casa. “Había que lograr que vieran en qué lugar estaban y cómo podían llegar de uno a otro punto”. Se pusieron a trabajar en un sistema de geolocalización que aumentase la precisión de los más usados: si hay errores de metros, el aparato puede acabar incrustado en la pared. “Avanzamos bastante, así que al terminar la tesis, decidimos hacer una spin-off. Pensamos que trasladar el software que habíamos desarrollado para robots a un smartphone era una buena oportunidad de negocio”.

No se equivocaron. Rápidamente vieron que las personas a menudo tienen el mismo problema que los robots: necesitan instrucciones para moverse. “Es muy habitual que los visitantes o pacientes de un hospital tarden unos 20 minutos en encontrar la habitación. El de Lugo tiene 120.000 metros cuadrados. Por eso pensamos en hacer un Google Maps de interiores”, explica.

Su sistema se emplea desde la aplicación de mapas del famoso buscador. “Si haces zum, puedes ver el plano del interior del edificio, con símbolos de habitaciones y departamentos”. Ahora mismo están trabajando en una evolución de esta app dirigida a personas invidentes o de visibilidad reducida, a quienes el propio móvil guiará, como los GPS, a través de los laberínticos pasillos de los hospitales.

No se quieren parar en los complejos médicos, así que ya exploran nuevas utilidades. “Creemos que nuestra app será útil para todos los grandes espacios, como por ejemplo los aeropuertos o los centros comerciales”.

La ‘app’ que ayuda a llevar mejor la carga de la diabetes

La empresa que fundaron María Salido y Víctor Bautista es la traslación a los negocios de una preocupación del socio fundador. A Bautista, “un hacker, un genio de la informática”, según Salido, le diagnosticaron diabetes de tipo 1 a los 40 años. Eso implica, entre otras preocupaciones, tener que pincharse insulina varias veces al día. “No entendía cómo puede ser que en el siglo XXI no haya una tecnología que le ayude a llevar la enfermedad, así que se lanzó a resolverlo él mismo. Desarrolló un software para que el móvil le dijese qué tiene que pincharse en cada momento, qué puede o no comer, etcétera. Le dije que estaba loco, que se iba a morir. Pero no, se ha apoyado en un board de médicos y ha sido un éxito”, resume.

Cuando se lo explicó a Salido, antigua compañera de facultad y que por aquel entonces acumulaba 20 años de gestión de equipos en proyectos para varias compañías, decidieron meterse en un garaje y montar su propio negocio. Al cabo de dos años sacaron la aplicación. Y su reconocimiento llegó en 2012, cuando obtuvieron el Premio Unesco a la mejor app médica del mundo. “Desde entonces hemos ganado todos los premios posibles, incluyendo el Appcircus de Los Ángeles”.

Levantaron 50.000 euros hace año y medio y ahora están cerca de cerrar una ronda de financiación más fuerte para crecer internacionalmente, en la que esperan obtener al menos un millón de euros.

Tiene una función de recalcular dosis. Comercialmente, están empezando a lograr ahora los primeros contratos. “La descarga de la app es libre para los usuarios, mientras que con los sistemas de salud cerramos contratos”. El sistema tiene una plataforma que se instala en hospitales y ayuda a los médicos a que controlen lo que hacen sus pacientes, que introducen datos en su móvil. A través del big data, el usuario o el médico puede saber, por ejemplo, si lo que ha hecho un día concreto le puede llevar a que por la noche tenga o no riesgo de hipoglucemia.

Un paso más hacia la muerte de las escayolas

El caso de Juan Monzón, fundador de Exovite, es diferente al del resto de los reseñados en este reportaje al menos en un aspecto: si el resto de emprendedores tienen una alta formación universitaria, Monzón nunca pisó una facultad. “Me dedicaba al marketing online, aunque nunca había emprendido ningún proyecto similar a este. Tenía claro que quería hacer algo relacionado con la impresión 3D”.

Su idea de negocio no será demasiado mala, ya que Exovite ha sido la primera startup española invitada a participar en la aceleradoras de empresas que tiene Microsoft en Tel Aviv, Israel.

La visión de Monzón es tan revolucionaria como factible: llegar a desterrar las escayolas de la medicina con férulas impresas en el momento. La mitad del camino ya lo tiene recorrido. Gracias a un sistema desarrollado por su equipo, el paciente solo tiene que ponerse dos pegatinas especiales al principio y al final de la parte del cuerpo en la que se quiere colocar la férula. Por ejemplo, en la muñeca y junto al codo. A continuación, basta con pasar el segmento en cuestión (en este caso el antebrazo) por un escáner especial desarrollado por Exovite, y previamente enviado al hospital, para que se genere en la central la férula a medida. “A los médicos les impresiona lo fácil que es el sistema”, comenta Monzón.

También han diseñado un complemento que está gozando de aceptación. Se trata de unos pequeños electrodos que se colocan en la férula para aplicar electroestimulación, una terapia indicada para la recuperación de muchos tipos de fracturas. Hasta este momento han tirado de fondos propios y ahora están cerrando una ronda de financiación de unos 300.000 euros. “Cobramos por cada férula impresa, no por la instalación de los equipos. Y por cada día usando el electroestimulador. Los hospitales pagan como si fuera servicio. Ya estamos empezando a hablar con clientes de fuera de España”, indica Monzón.

El siguiente objetivo de esta startup es desarrollar un escáner-impresora capaz de hacer todo el proceso en cinco minutos. Será una revolución. “El equipo de desarrollo ya está enfocado en ello”, asegura.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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