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El aeropuerto sigue cerrado y el transporte limitado

Bruselas sigue noqueada una semana después del 22M

El desbarajuste de la capital europea empieza a causar graves daños económicos.

La policía revisa vehículos en el acceso al Aeropuerto de Zaventem, en Bruselas.
La policía revisa vehículos en el acceso al Aeropuerto de Zaventem, en Bruselas. EFE

Ayer se cumplió una semana desde los atentados del 22 de marzo en Bruselas y la ciudad sigue sin recuperar la normalidad. El aeropuerto nacional, por el que pasan una media de dos millones de pasajeros al mes, permanecía ayer cerrado y el transporte público con un horario restringido y sin acceso en varias estaciones de metro. El desbarajuste de la capital europea empieza a causar graves daños económicos y a alarmar al empresariado de la ciudad.

“El impacto económico será enorme”, han advertido en un texto conjunto las principales patronales belgas (FEB, UWE, BOKA y BECI). Y señalan con inquietud que “la imagen internacional de nuestro país se ha deteriorado considerablemente en las últimas semanas y en los últimos meses”, en alusión a los tiroteos (15 y 18 de marzo), los atentados en el aeropuerto de Zaventem y en el metro (22 de marzo) y el estado de sitio que vivió la ciudad el año pasado.

La mayoría de las empresas han guardado silencio sobre las pérdidas provocadas por los atentados, por respeto a las víctimas de una tragedia que, hasta ahora, ha costado la vida a 32 personas (más tres kamikazes) y mantiene en el hospital a 94 personas heridas,

“El impacto económico será enorme y la imagen del país se deteriora”, avisa la patronal

Pero las quejas aumentan a medida que pasan los días sin que las autoridades logren que la ciudad funcione con normalidad, algo que en lugares como Londres, París o Madrid se consiguió en cuestión de horas después de atentados mucho más tremendos.

Los gestores del aeropuerto realizaron ayer un ensayo general de apertura, con 800 voluntarios, para comprobar si las instalaciones provisionales de acceso permiten reabrir a partir de mañana, como pronto, el tráfico aéreo.

En todo caso, según ha reconocido el consejero delegado del operador, el aeropuerto sólo podrá operar de momento al 20% de su capacidad, con un tránsito de 800 o 1.000 pasajeros a la hora frente a los 4.000 o 5.000 que solía acoger. Esa limitación obligará a las aerolíneas a repartirse la capacidad disponible y a cancelar el resto de vuelos o trasladarlos a aeropuertos cercanos.

Aparte de la empresa aeroportuaria, una de las compañías más afectadas ha sido Brussels Airlines, principal usuaria de Zaventem, antigua aerolínea de bandera belga y hoy propiedad de la alemana Lufthansa.

La empresa calcula que sufrirá pérdidas millonarias, muy superiores a los 10 millones de euros que le supuso el estado de sitio de noviembre, cuando el aeropuerto permaneció abierto pero cayó la actividad.

Brussels Airlines ha señalado que su situación puede ser “catastrófica” si el cierre del aeropuerto se prolonga dos semanas o si opera al 20% durante varios meses. Y en ese caso no descarta pedir compensaciones.

La hostelería de la capital europea ya pidió ayer medidas de apoyo, como el acceso sin condiciones al llamado desempleo técnico y la exoneración de ciertas tasas turísticas.

El sector asegura que la caída de ocupación en los hoteles ronda el 50% en Bruselas y en la zona del aeropuerto, y para algunos establecimientos llega a ser del 82%. La patronal advierte que están en juego hasta 12.000 empleos si no se corrige la situación.

Bares, restaurantes y comercios también han sufrido el impacto aunque ya el día del atentado pidieron al Gobierno que no sembrara el pánico decretando un cierre generalizado como en noviembre. La actividad se ha mantenido aunque a nivel aparentemente inferior al habitual en estas fechas.

Las instituciones europeas han logrado capear en parte la situación, ayudadas por el teletrabajo y por el hecho de que la semana posterior al lunes de pascua suele de ser de escasa actividad. Una funcionaria de la Comisión Europea figura entre las víctimas mortales de los atentados del martes y otros tres siguen heridos. El Parlamento Europeo endureció ayer las normas sobre acceso de personal externo y sobre la celebración de actos con invitados.

Un gobierno fallido frente a la crisis yihadista

La crisis de seguridad y la de refugiados han puesto de manifiesto las carencias delactual Gobierno belga, una coalición inédita entre liberales, conservadores y ultraconservadores independentistas flamencos. Estos últimos, representados por la NVA, ganaron las elecciones de mayo de 2014 y entraron por primera vez en el ejecutivo federal, donde ocupan carteras tan sensibles como la de Interior, Defensa y Migración.

La NVA está ahora en el punto de mira por los errores cometidos, en particular, en la gestión de la amenaza yihadista. La investigación ha dado escasos resultados y ni siquiera se ha identificado a dos de los autores materiales de los atentados, que siguen fugados.

El titular de Interior, Jan Jambon, ha provocado además las iras del ayuntamiento de Bruselas por tolerar el pasado domingo que varios centenares de utlraderechistas irrumpiesen violentamente en una concentración en homenaje de las víctimas de los atentados. Jambon también ha chocado con los sindicatos policiales por intentar echar la culpa de los fallos de seguridad a unos cuantos oficiales. Y las deficiencias de su ministerio parecen tan evidentes que ha tenido que pedir ayuda alFBIestadounidense para llevar a cabo la parte informática de la investigación.

El responsable de Migración, Theo Francken, suprimió centenares de plazas de asilo justo en el momento en que empezaba el éxodo de refugiados en Siria. Pocos después, tuvo que reabrir esas mismas plazas.

Jambon y Francken están en el aire. Su caída podría suponer el final del gobierno de Chales Michel (liberal francófono) y el comienzo de penosas negociaciones para una nueva coalición o nuevas elecciones.

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