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Tribuna
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Carolina del Sur y Nevada: Trump y Hillary

Pensábamos que el cambio de panorama político que, en varios países de Europa, ha dado lugar a novedosos actores con papel protagonista no llegaría a la primera democracia del mundo: Norteamérica.

La realidad supera la ficción: si a Jack Kennedy (JFK) le hubieran dicho que, medio siglo después de su muerte, un socialista sería candidato demócrata a la Casa Blanca, a sus muchas enfermedades se hubiera añadido el infarto. Y si a Ronald Reagan, que instituyó el undécimo mandamiento: un candidato republicano nunca insulta a otro rival miembro del partido, le muestran las imágenes de los debates electorales republicanos en que Trump insulta a todos y cada uno de sus oponentes, es obvio que se levanta de la tumba y, tal como acabó con el comunismo soviético totalitario, se come a Trump en dos bocados.

¿Qué está pasando? Las encuestas acertaron –típico de Estados Unidos– en sus pronósticos: en Nevada (20 de febrero) ganó Hillary (hispanos, afroamericanos, clase media blanca, jubilados) frente a Sanders (jóvenes a quienes promete un sueño que no es americano, sino europeo, y por el que, claramente, se sienten atraídos). La victoria de Clinton fue rotunda, aunque no arrolladora. En breve (27 de febrero) se celebrarán las primarias demócratas en Carolina del Sur y, en principio, las encuestas le otorgan una holgada victoria a Hillary (57,5% frente 33,3%). Puesto que faltan aún días y ambos candidatos tienen dinero (Clinton, el doble que Bernie), es altamente probable que la distancia entre ambos se reduzca, aunque no lo suficiente como para poner en tela de juicio la inevitabilidad de la victoria de Hillary: tendrá el apoyo de su electorado más fiel, en tierra que ama a su marido, Bill Clinton: el Sur.

Hasta ahora, hemos acertado en nuestras encuestas. Como muchas cosas en la vida, se trata de experiencia, de metodología…; también, de tener la capacidad de identificar las motivaciones del voto, conocimiento más importante hoy que lo ha sido desde 1945.

Simplificando hasta el extremo, lo que mueve a unos y otros a votar en uno u otro sentido está muy vinculado a la edad, que solo es uno de los muchos factores sociodemográficos que analizamos en las encuestas. Los más jóvenes (blancos, judíos, negros, asiáticos, hispanos) se sienten atraídos por Sanders, quien promete acabar con el poder de Wall Street (a quien vincula constantemente con Hillary) y, cómo no, un todo en uno: algo parecido a Movistar Fusión, pero gratis y relativo a la sanidad, educación, trabajo y, si me apuran, hasta las puertas del cielo. Sanders no repite el mantra de todos los presidentes sobre el American Dream: “Trabaja duro y sigue las normas y conseguirás lo que te propongas”. Con razón, muchos se preguntan acerca del signo de los tiempos: ¿estamos ante el fin del Imperio Americano? Porque, aparentemente, las similitudes con la caída del Imperio Romano son obvias: los romanos cayeron cuando se volvieron vagos. Clinton, por su parte, ofrece experiencia, responsabilidad, sensatez, realismo, trabajo esforzado: valores con los que los miembros de su generación se identifican.

El Partido Republicano está desconcertado. El último miembro del aparato del partido que ha desaparecido de la carrera electoral ha sido –nada más y nada menos– que Jeb Bush. De nada ha servido su apellido, ni el apoyo de dos expresidentes (padre y hermano suyos) ni haber gastado más dinero que nadie (150 millones de dólares). En Carolina del Sur ganó, como anticipamos aquí hace no mucho, Trump, quien sigue sin invertir un dólar de su bolsillo en la campaña, dado que, con sus estulticias –la penúltima, el enfrentamiento con el papa Francisco… hasta que su esposa le dijo que, si pretendía ganarse los votos de 80 millones de católicos, “te sugiero que no insultes a su jefe, cariño”– consigue publicidad gratuita. ¿Qué ofrece Trump? No para de repetirlo: “El mejor presidente que Dios haya creado jamás”. Y, junto a ello, lo que ya sabemos: el muro, mucho empleo, doblegar a rusos y chinos, mandar a los hispanos a Hispania y a los latinos a Latinia y alguna que otra sandez más entre muchas. ¿Programa electoral? Desconocido. Bush, exgobernador de Florida, publicó sus planes sobre inmigración, educación y sanidad, tanto en forma de libros como de programas.

Parece que está claro que muchos prefieren el pan y circo de Trump, en vez de optar por la seria solución de los problemas. Trump tiene como propósito la restauración de la gloria de América. No suena bien, suena muy bien, pero como eslogan, claro, aunque resulta extraño que quien se lo compre sea un electorado blanco y agrícola, pobre y de escasa formación. Frente a él se encuentran dos pesos pesados del Partido Republicano: la imagen del rencor que está representado por Ted Cruz y apoyado por los evangélicos, y la cara amable de Marco Rubio, quien ha prometido recuperar las oportunidades económicas para todos.

Trump ganará en Nevada (caucus republicano, 23 de febrero). Pero si el partido al final decide seguir a Rubio, las reglas del juego cambiarán: a mejor.

Jorge Díaz-Cardiel es Socio director de Advice Strategic Consultants

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