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España discrepa de la oferta de la UE para evitar el Brexit pero no tiene aliados

Rajoy se pliega a la discriminación laboral exigida por Cameron

Fotografía facilitada por el PP, del presidente del Gobierno en funciones y presidente del PP, Mariano Rajoy, durante la reunión del Comité de Dirección del partido, en la sede. EFE
Fotografía facilitada por el PP, del presidente del Gobierno en funciones y presidente del PP, Mariano Rajoy, durante la reunión del Comité de Dirección del partido, en la sede. EFEEFE

A regañadientes, sin plenos poderes y con una clamorosa falta de aliados, el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, llega hoy a Bruselas resignado a suscribir el acuerdo europeo que permitirá a Londres discriminar a los trabajadores en función de su pasaporte, en detrimento de los españoles, polacos, griegos o de cualquier otra nacionalidad europea que decidan iniciar o proseguir su vida laboral en el Reino Unido.

Bruselas asegura que ese es el precio a pagar para que el primer ministro británico, David Cameron, pueda defender el Sí a la UE en el referéndum que él mismo ha decidido convocar. Pero varios países, entre ellos España, temen que se abra una brecha en la libre circulación de trabajadores que desencadene nuevas discriminaciones en otros lugares.

Por lo pronto, socios como Luxemburgo o Dinamarca ya planteaban ayer, a rebufo de Londres, la posibilidad de ajustar la pensión de los jubilados en función de su nacionalidad, lo que podría suponer un drástico recorte para los miles de emigrantes que vuelven a su país de origen al final de la vida laboral.

El Gobierno español no ha ocultado ni oculta su disgusto con los términos de la oferta europea a Londres, pero no se siente en condiciones ni de vetarlo ni de armar una alianza para bloquearlo.

Fuentes diplomáticas aseguran que España ha manifestado su discrepancia durante las negociaciones previas a la cumbre de hoy y mañana, pero al final ha decido plegarse a las exigencias de Londres. Fuentes españolas atribuyen esa claudicación a la falta de resistencia detectada en otros países, incluso en los potencialmente más afectados, como los del Este.

En Bruselas se ha relacionado la pasividad de España con la fase de interinidad en la que se encuentra el Ejecutivo de Rajoy y la incertidumbre sobre el futuro Gobierno del país. Pero fuentes diplomáticas dudan que un Ejecutivo con plenos poderes se hubiera atrevido a enfrentarse en solitario a un acuerdo de tanto calado como el que se espera firmar mañana en Bruselas.

”La decisión [de mañana] no me gusta”, reconoció ayer el ministro español de Exteriores, José Manuel García Margallo, durante su comparencia previa a la cumbre en el Congreso de Diputados. Margallo pidió, sin embargo, que “no magnifiquemos lo que estamos haciendo y, sobre todo, valoremos si es mejor una alternativa u otra”.

El rechazo del acuerdo podría dar alas a los partidarios del No a la UE en un referéndum que Cameron espera celebrar a finales de junio. De imponerse ese resultado, Londres dispondría de un máximo de dos años para negociar la salida y la UE perdería por primera vez en la historia a uno de sus socios y nada menos que a su principal potencia militar, diplomática y financiera.

Frente a ese temible escenario, Margallo invocó la figura de Tierno Galván para pedir que “no entendamos las concesiones como una derrota, sino como un intento de entendimiento”.

Cuatro concesiones para el ‘Sí’

Bruselas ofrece a Londres cuatro concesiones para alentar el Sí en la consulta sobre la UE.

La primera es que los países con moneda propia, como Reino Unido, puedan plantear objeciones a medidas de la zona euro, pero sin derecho de veto. Londres intenta así blindar la City.

La segunda es una declaración vacua sobre competitividad.

La tercera es la posibilidad, difícilmente realizable, de que un 55% de los parlamentos nacionales se alíen para frenar una directiva comunitaria. Y la cuarta y trascendental es la posibilidad de denegar a los trabajadores europeos ciertos complementos salariales y de ajustar las ayudas familiares al nivel de vida del país de origen del emigrante si sus hijos residen allí.

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