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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La latente sospecha de la banca europea

El mercado no da tregua ni respiro y marca mínimos que no se conocían desde el verano de 2012, cuando el euro estaba en el aire y aterrizó por la afortunada frase de Mario Draghi de que “haré lo que sea necesario para salvar al euro y, créanme, será suficiente”. Las dudas sobre la opaca economía china y otros países emergentes; la persistente caída de los precios del petróleo y las materias primas con el riesgo de quiebras de empresas energéticas con el consiguiente problema para la banca que las ha financiado; y los renacidos temores a descubrir vicios ocultos en algunos grandes bancos europeos están detrás de esta lluvia gruesa sobre las cotizaciones tanto en los mercados bursátiles como en los de deuda.

El mercado español de renta variable registró ayer un nuevo bajonazo y llevó el índice Ibex 35 por debajo de los 8.000 puntos, mientras que la primera de riesgo se resiste a bajar de los 150 puntos básicos por la presión compradora sobre el bono alemán a diez años, que se ha convertido en polo de atracción de seguridad para el dinero. En solo 40 días de 2016 la Bolsa ha perdido un 17% y ha desbaratado los progresos de los tres últimos años; un ajuste que aflora las dudas en los inversores profesionales, y que pone otra vez en solfa la confianza y el efecto riqueza de los particulares que se habían recompuesto hasta 2015 por vez primera desde la gran destrucción de la crisis.

Aunque una buena parte de los problemas que afloraron ya en 2008 siguen sin solucionarse, están todos identificados, con la única excepción de la dimensión real de la crisis china. Todo el mundo sabe los altos niveles de endeudamiento público y privado tanto en los países ricos como en los emergentes, y los cortafuegos que con ingentes cantidades de liquidez han puesto en marcha los bancos centrales. Pero la reacción es muy lenta y está desacompasada, con EEUU de vuelta, queriendo subir ya los tipos, y Europa iniciando el camino de ida. Y si no hay crecimiento sólido y con inflación, aunque sea moderada, la crisis de la deuda seguirá latente, por muy controlada que parezca.

Un ejemplo de ello son los bancos europeos en los que la mano pública no ha entrado a capitalizarlos como exige la situación. A la evidente falta de capital para responder de las pérdidas potenciales por las descomunales tasas de mora en Italia, en parte encauzada ahora con la creación de un banco malo tras arrastrar los pies durante años, afloran las nunca superadas sospechas sobre la fortaleza financiera de Deutsche Bank. El primer banco alemán, que ha provisionado en 2015 ingentes cantidades de reservas para cubrir eventuales pérdidas y que tiene los seguros de impago estresados, debería aclarar cuanto antes su situación para despejar todos las dudas que inevitablemente vuelven siempre que hay ruido en el mercado sobre algunos grandes bancos europeos.

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